jueves, 16 de febrero de 2012

Perdónalos, porque no saben lo que hacen (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-16/02/12)

Hay que ser muy bruto para negarse a tener compañeras mujeres en el colegio. Podría entender cualquier tipo de protesta, “hasta las últimas consecuencias”, para conseguir lo contrario, es decir la presencia de chicas en el curso, pero lloriquear por tener el privilegio de la compañía femenina es una estupidez que raya en lo absurdo inclusive en un país como éste, en el que abundan las noticias exóticas.

Los muchachotes del Colegio Bolívar en la ciudad de Cochabamba se han llevado la flor en el ranking de operías nacionales, superando incluso la marca gubernamental. Pobres chicos, no saben lo que hacen porque sencillamente no saben lo que se están perdiendo; los mejores recuerdos que tengo del colegio no son los estudios, ni los profesores; tampoco son los partidos de fútbol o las trompeaduras con los compañeros, sino justamente las chicas. Las amigotas del alma, copartícipes de igual a igual en innumerables correrías, y que hasta el día de hoy son entrañables cuates; las estupendas medio amigas con beneficios que alegraron el calvario de las exigencias académicas y las otras, las que uno siempre quiso y nunca pudo.

No digo que los compañeros no hayan sido importantes; hice grandes amigos en el colegio, justamente en el dulce afán compartido de cortejar a las compañeritas. No podría explicar mis años de juventud escolar sin la presencia de las chicas del curso, con quienes todavía nos reunimos religiosamente. Nunca faltan los motivos para las reuniones del curso, que no son una evocación del pasado, pero una permanente ocasión para ponernos el hombro y comprender nuestro futuro.

Para colmo de absurdos, los tan machotes alumnos del ya célebre colegio cochabambino, no tuvieron mejor idea que involucrar a sus papitos en el problema. Si la intención original de la protesta era defender su hombría, el tiro les salió por la culata pues, por lo menos para mí, quedaron ante la opinión pública como unos inconsecuentes; si querían resolver el asunto, deberían haberlo hecho solos, sin el vergonzoso episodio de sus mamitas y papitos chasconéandose con profesores y autoridades en la puerta del colegio.

Lo bueno del asunto fue la reacción pública generalizada en contra del machismo retrógrado y la discriminación de género. Claro que sería aún mejor que esa condena se tradujera en el cambio de algunos hábitos sociales tan aberrantes como la conducta de los susodichos. ¿No le parecen a usted un adefesio esas reuniones donde los hombres están a un lado y las mujeres al otro? ¿No le parecen aburridísimos esos viernes de soltero entre puros hombres alrededor de un cacho?

Me imagino que esos son los resabios de generaciones adultas criadas en colegios no mixtos, que nunca aprendieron a disfrutar realmente la compañía de las mujeres y que no conciben siquiera la idea de disfrutar de una amistad del sexo opuesto.

Vaya usted a saber qué cosa se les pasa por la cabeza a esos despistados muchachos para oponerse tan férreamente al ingreso de mujeres a su sacrosanto reducto. Probablemente los señoritos cargan con un nudo de taras y complejos familiares y sociales, que les impide medirse con mujeres que seguramente podrían superarlos en estudios, en responsabilidad, en integridad y en compañerismo. Por suerte entre la juventud actual, quedan pocos de estos especímenes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario