domingo, 18 de septiembre de 2011

Paradojas de la vida real (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-18/09/11)

Desde estas páginas, periodistas, analistas, políticos, literatos e intelectuales varios, intentamos explicarnos el mundo a través de las ideas. Justamente, el mismo nombre del suplemento, imagino responde a esa necesidad, plasmada domingo a domingo en valiosos esfuerzos cuyo interés final, no creo sea otro que sumar conceptos para una comprensión totalizadora de nuestra realidad.

Sin embargo, a veces puede ser saludable recorrer el camino al revés, y más bien mirar nuestra cotidianidad para entender el mundo en el que vivimos. En épocas en las que la ideología, la filosofía y la política parecen no alcanzar para explicar los cambios, tropezones y retrocesos de la civilización, los rasgos de nuestro estilo de vida, pueden ser una pista útil en el abordaje de esa compleja realidad. Qué hacemos, cómo lo hacemos, de qué manera nos relacionamos entre nosotros y con la sociedad, son, de alguna forma la evidencia empírica de esa búsqueda, que desde lo estrictamente intelectual, se nos presenta entreverada y muchas veces estéril. En ésa lógica, una mirada introspectiva a nuestros comportamientos, nos enfrenta de alguna manera a hallazgos paradójicos, que lejos de aliviar nuestras incertidumbres, podrán incluso perturbarnos aún más.

Asumimos, por ejemplo, con gran naturalidad, nuestra condición de seres globalizados, mientras que la realidad nos enrostra crudamente que cada día vivimos más encerrados y absortos en nuestras particularidades; en la teoría, el mundo se nos ofrece, amplio y diverso, y en la práctica, optamos por el camino del embudo de nuestros intereses particulares; utilizamos la información, la tecnología, y todo lo que encontramos a nuestro alcance, para recluirnos en nichos cada vez más pequeños. Ese espíritu corporativo se advierte hasta en las relaciones personales que construimos: nuestro grupo de póquer, nuestro grupo de literatura, y así, un largo etcétera, sean éstos presenciales o virtuales.

Porque convengamos, la virtualidad es otro de los espejismos de sociedad, que satisface nuestra necesidad de socialización, alejándonos cada día más de lo que algún día pensamos que debía ser una sociedad. Es en la soledad del monitor, de la tableta o del teléfono, que hoy los ciudadanos cibernautas proyectan sus alter egos en las redes sociales, intentando proyectar la imagen de quien quieren ser; en el camino, va implícita la cómoda renuncia al esfuerzo que demanda el cultivo de las relaciones reales; nos ufanamos de tener quinientos amigos en el Facebook, pero no cruzamos palabra con el vecino y somos cada día menos aptos para sostener una conversación cara a cara, con alguien que no pertenezca a nuestro grupo.

En el ensimismamiento de nuestro pequeño mundo virtual, asumimos posiciones de vida apretando un botoncito que dice “me gusta”, y circulamos información por toneladas sin ningún tipo de distingo: lo mismo el chisme barato del día, que el post apresurado de adhesión a cualquier causa al alcance de la mano, o la reproducción fragmentada y parcial de noticias variopintas.

Los medios de comunicación de los cuales provienen esas noticias, abundantes al infinito y particularizantes también, reflejan y alimentan a su vez nuestra visión parcelada de la realidad. La superabundancia informativa, curiosamente, nos hace cada día más ignorantes del trasfondo de los acontecimientos; ¿ejemplos?: el décimo aniversario del atentado a las torres gemelas, supuestamente el evento del siglo que cambió el curso de la historia, se reduce a quinientos programa de tele que reproducen una y mil veces las imágenes de los aviones estrellándose contra dos edificios, y el relato de policías, bomberos y sobrevivientes, pero nada, o muy poco, acerca del contexto, de los antecedentes, de las causas, y, menos aún, de sus efectos y consecuencias en los diez años transcurridos después del evento.

Así transitamos, impávidos, en una sociedad completamente desestructurada, resignados ante el derrumbe de todos los referentes e instituciones del pensamiento liberal. La escuela, la universidad, la iglesia, la banca, el estado, todo ha ido perdiendo su majestad y su papel referencial; la altura de las varas institucionales y éticas han bajado al raso, y ante el relativismo que ello conlleva, nos hemos rendido al más cínico y pragmático de los individualismos.

Lo público, lo colectivo y, en fin, todo lo que implique construcción social, ha pasado a ser un estorbo en nuestra desenfrenada carrera del sálvese quien pueda, así como la cultura, la lectura, las ideas y los compromisos altruistas, son percibidos como una ridícula pérdida tiempo, propia de los perdedores o losers, como se dice ahora.

Así operan las fuerzas invisibles del sistema en nuestras vidas, como convenciéndonos de que la clave del éxito reside en no preocuparnos mucho en las razones o en el significado de lo que hacemos o de lo que dejamos de hacer. El consuelo o la alarma, dependiendo de cada quién, los podemos encontrar en la constatación de que sí, que probablemente vivimos vidas cada vez más parecidas a la del norteamericano o el europeo modernos, es decir, paradójicamente cada vez más desglobalizados.

3 comentarios:

  1. En realidad las personas nunca podrán globalizarce, como lo hacen las instituciones, v.g. corporaciones. Estas últimas pueden obtener suministros en Africa, producir en Inglaterra y vender en EEUU; y hacer el control desde Francia. Eso es globalizarce.

    Otra cosa es conectarse para parlotear, escribir, canjear información a nivel global desde tu tablilla o PC.

    En realidad lo que permite esta inter-conectividad al individuo es exponer su soledad de cada individuo, que opera desde su sistemita digital.

    Esa es la gran paradoja, que los individuos quieran compartir su aislamiento/soledad no para disoverla sino para hacerla solamente patente, como denuncia-clamor-lamento, pero manteniéndose aislado de todos modos. Aislamiento en la masa digital amorfa.

    La conectividad digital está lejos de ser una comunidad real. El contacto humano es fundamentalmente un encuentro psicológico-espiritual-físico en el campo percepción del bien único de la totalidad.

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  2. Eso de la globalizacion y soledad por el uso de internet.
    Depende pues a clase social que perteneces, si eres de la High live osea "jailón" obvio vas a tratar de imitar a los gringos teniendo 500 amigos online, tomando un vaso de wisky con hielo frente a una tablet o PC , pero si eres de clase media media, tienes que laburar para sobrevivir en el modelo global de mercado para que despues en el transcuros de la semana te llegue una invitacion a un preste, bautizo, cumpleaños para ir de fiesta y entrar a la charla y el baile con unos quema pechos entre pecho y espalda, Asi con esa vida nadie tiene tiempo o costumbre para estar "chateando" a no ser para entrar un cachito (un momentito) a un ciber cafe para enviar mensajes a los parientes que migraron.

    Esito seria mi opinion

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  3. Que esperas para pronunciarte sobre el TIPNIS y la represión?

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