jueves, 28 de junio de 2012

Delirio surrealista (Columna de Opinión Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-28/06/12)


Lo vivido en nuestro insólito país los últimos siete días es como para dejar espantado al más macho. Más allá de los posibles desenlaces y resultados de los conflictos en curso, las conductas y los hechos registrados son un motivo de alarma de por sí; lo más grave es que además parece que estamos ya tan acostumbrados al surrealismos criollo de todos los días, que ni siquiera reparamos mucho en las increíbles cosas que ocurren a nuestro alrededor.
Siete días consecutivos de motín policial, que de acuerdo a las informaciones de prensa tuvo un alcance nacional y en sus últimos días afectó prácticamente la totalidad de unidades, involucró a tropa y oficialidad y paralizó incluso hasta a la fuerza de bomberos, es ya motivo para que cualquier persona en el mundo levante las cejas.
Pero más curioso aún es que durante ese lapso los índices de delincuencia no se hayan movido significativamente, y la ciudadanía no haya entrado en un estado de pánico y desesperación. No sé muy bien cómo habrá sido la cosa en otras ciudades, pero en La Paz, según fuentes policiales, no se registraron hecho policiales fuera de lo normal, y según lo que yo percibí, la gente se tomó la cosa con bastante tranquilidad, e hizo su vida como si nada pasara.
¿Cómo cuernos podemos explicarnos esto, siendo que la inseguridad ciudadana es uno de los temas que más nos aflige? Una posibilidad sería que cogoteros, monrreros, auteros, carteristas, descuidistas y crimen organizado en general se hayan sensibilizado y compadecido de la población inerme, paralizando sus actividades. Poco probable, ¿no es cierto?
Otra es que la propia policía haya influido en la conducta de los malhechores, ordenándoles una tregua en sus actividades, para evitar que una ola de crímenes no les afectara en su imagen ante la población. Esta macabra hipótesis estaría en consonancia con quienes sostiene que, en todo el mundo, la línea que divide a la ley del crimen es difusa, y que es no es posible concebir a los delincuentes con las fuerzas del orden como cosas independientes.
Y otra, ya en el lado de conjetura política, sería que más allá de las apariencias, en los hechos la situación estuvo en todo momento bajo control, y que detrás de todo existió una retorcida maniobra política orientada a construir un escenario propicio a los intereses del gobierno en la delicada coyuntura. Cuesta imaginar un experimento tan temerario, pero para muchos, a estas alturas todo es posible.
Otro rasgo aterrador que nos confirma esta ajetreada semanita, tiene que ver con los límites, cada día más extremos, que marcan los actores políticos en sus confrontaciones, y la manera en que todos nos estamos acostumbrando a reaccionar. Dicho en una frase: tiene que haber muertos para que algo pase, y si no hay muertos, no pasa nada.
Como cada vez que hay un conflicto ninguna de las partes le cree nada a la otra, y la gente además no le cree ya nada a nadie, las acusaciones permanentes redundan siempre en la búsqueda de muertes. En esta locura colectiva parece que todos buscaran muertos; entre policías y militares, entre policías y movimientos sociales, entre marchistas del TIPNIS y bases del gobierno, y así, sucesivamente.
La muerte parece ser la única línea que marca la diferencia entre el delirio surrealista y la realidad, y por consiguiente, la manera recurrente de establecer posiciones, es la de jugar con fuego, sentados en un barril de pólvora.      

domingo, 24 de junio de 2012

Conductas recalentadas (Artículo de analisis-Suplemento Ideas-Página Siete-24/06/12)


Confieso que a veces me cuesta reconocer mi propio entorno social. La pequeña ciudad, aún más pequeña vivida desde el hermetismo de las elites, es ya cosa del pasado, y asumo que ha ocurrido algo parecido en otras ciudades del país; es cierto que somos más, que la población ha crecido a un ritmo acelerado en las dos últimas décadas y que diez millones de habitantes representan ya una masa importante, pero esa sensación de crecimiento abrupto se debe probablemente a las transformaciones en la hasta hace poco rígida estructura social.
La sociedad de compartimientos estancos conformada por pequeñas burguesías urbanas y grandes segmentos populares y rurales, históricamente casi inmóviles, ha cambiado significativamente en función a los procesos económicos y políticos registrados en los últimos treinta años. La dinámica social intensa y permanente es de alguna manera novedosa y hasta sorprendente para una sociedad acostumbrada a un inmovilismo alterado solamente en un par de episodios pico en nuestra historia contemporánea.
Esa inédita movilidad social opera en todas las direcciones y ha desatado unos despliegues sociales que le han cambiado la cara al país que conocíamos, planteándonos incluso dificultades para reconocer y re comprender nuestro mismo medio. Es sobre todo el ensanchamiento de las clases medias el que en nuestro caso, muy urbano y muy de privilegios, nos ha enfrentado a un nuevo escenario, tan fascinante como desconocido.
A estos fenómenos sociales se suman ciertos elementos de coyuntura económica que acentúan mis sensaciones, acercándolas al desconcierto; la enorme liquidez que circula en determinados segmentos del mercado, fruto de ciertas políticas económicas y posiblemente del creciente peso de actividades paralegales o ilícitas, el boom de las construcciones, la explosiva expansión de negocios comerciales y de entretenimiento, entre otros tantos rasgos, nos tiene a todos un tanto atónitos.
Pero lo que más llama la atención son los cambios en los comportamientos de esta nueva gama de clases medias en la que todos estamos metidos, unos de subida, otros de bajada. Los patrones de ahorro, de gasto y de consumo se han modificado profundamente, no solamente en las nuevas generaciones de jóvenes, y hoy se parecen cada día más a los de sociedades en tránsito desordenado a la modernidad, y a todo lo que aquello implica.
La compra de casas y departamentos a precios de primer mundo, el auto sacado de la tienda, también a crédito, el segundo auto por si acaso, las vacaciones dos veces al año, una vez por lo menos en el exterior, las tarjetas de crédito para consumo, la colección de aparatos electrónicos de todo tamaño y color, y el gasto sistemático y creciente en ocio y gastronomía, se han convertido en hábitos a seguir e imitar.
La plata que corre parece ejercer un llamado a la carrera frenética que en muchos casos se traduce en la enajenación de alguna gente, que proyecta sus  expectativas ya no en base a su realidad, sino en los imaginarios de hiperconsumo propios de economías realmente emergentes.
Afortunadamente o desafortunadamente, como quiera verse, esto no ocurre con todos; la gran masa de asalariados, más grande de lo que se piensa y que no tiene la posibilidad lanzarse al vértigo de ninguna aventura, tiene que vérselas con el día y a día y con una realidad cada vez más precaria, pues ni los dos sueldos juntos consiguen alcanzar el encarecimiento sostenido y general. Así se han comenzado a afianzar unos desajustes sociales preocupantes que tienden a profundizar las desigualdades con la brutalidad característica del capitalismo más salvaje.
La pregunta que uno se hace es cuán sostenible puede ser ese tren para una economía tan frágil y tan dependiente del precio de materias primas como la nuestra. No es misterio para nadie que el sobrecalentamiento de algunos sectores no tiene obligatoriamente relación con el desarrollo real de nuestra economía; hay que diferenciar: una cosa es el espejismo de la jauja del circulante, y otra muy distinto el desarrollo económico cimentado sobre bases más sólidas.
No tengo razones concretas para pensar que esta coyuntura tiene los días contados; probablemente pueda durar bastante tiempo más, y con algo más de suerte, de cordura y seriedad (las dos últimas faltan), se puedan sentar algunas bases que nos protejan ante probables adversidades futuras. Habrá que ver cuán blindados estamos, cuan aislados estamos realmente de la globalidad financiera, y cuanto no podrían afectar los serios tropezones que atraviesa el primer mundo.
Pero si la volatilidad de la economía mundial y regional se encarga en algún momento de regresarnos abruptamente a la realidad, mucho me temo que el impacto sobre aquella gente enfilada en la vorágine del consumo y del endeudamiento, podría ser devastador. Las frustraciones que de allí salgan serán sin duda de la misma magnitud que las aspiraciones y expectativas. Así como ocurre con las economías, los ánimos de la gente también tienden a recalentarse, y un enfriamiento súbito tendría en ambos casos el efecto de un balde de agua fría.

viernes, 22 de junio de 2012

El alivio efímero de las elecciones griegas (Columna de Opinión Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-21/06/12)


La victoria electoral del conservadurismo pro austeridad en Grecia, supuestamente debería haber estabilizado las finanzas europeas, marcándole un límite a la crisis; la decisión griega de no abandonar la zona euro debía ser entendida como el último freno de emergencia justo en el borde del precipicio, y la recuperación de la racionalidad en medio del pánico generalizado. El mundo entero, pero especialmente europeos y norteamericanos sostuvieron el aliento durante largas horas a la espera de  proyecciones y resultados, con la íntima esperanza de que las elecciones parlamentarias de aquel pequeño país, pudieran convertirse, si no en la solución, por lo menos en la ilusión de la reversión de la crisis.
Y sin embargo, como diría Sabina, pese al resultado, las hurras y los vítores solamente se escucharon en los pasillos de la banca alemana, la troika y el despacho de la señora Merkel; en el mercado financiero la reacción absolutamente contraria, y se tradujo en un feroz golpe contra los mercados españoles. El “día después” de los tan esperados comicios griegos, el IBEX 35 se desplomó un 3%, el bono español a diez años superó el 7% de interés marcando un record en la era del euro, y la prima de riesgo que mide el diferencial entre la rentabilidad de la deuda española y alemana a diez años, cerró con un máximo de 574 puntos básicos. En suma, un rayo fulminante en medio de una mañana que se anunciaba soleada.
La reacción de su majestad, el mercado financiero, no es gratuita y parece responder a una sensación de sospecha generalizada que apunta a que la coalición de derechistas y socialistas griega proclive al euro, no será para nada suficiente para resolver el problema; los mismos ganadores, lejos de festejar el triunfo, abrían ya el paraguas ayer, curándose en salud al indicar que si bien están dispuestos a honrar los compromisos con Europa, el asunto no va a ser fácil.
No hace falta ser adivino para interpretar que el ajustado triunfo conservador no deja mucho lugar para el optimismo, y que los griegos parecen haber votado más por miedo y presión, que por convicción. El repunte significativo de la izquierda radical, y sobre todo la composición de su voto, esencialmente joven, plantean un panorama altamente conflictivo, que no le dará ni un día de tregua al nuevo gobierno. Pero, sin lugar a dudas la razón de mayor peso tiene que ver con el hecho de que para la inmensa mayoría de los griegos, los últimos cinco años de ajustes impuestos no le ha significado mejoría alguna en su vida; solamente mayores sacrificios  y una precariedad creciente que raya ya en la miseria.
Me atrevo a pensar que este forzado capítulo será el último en clave democrática; tal como ocurrieron las cosas en estas latitudes en el pasado reciente, la agonía del sistema político dará lugar probablemente a un proceso insurreccional. La bronca, la impotencia y la frustración de la gente tienen un límite que, una vez sobrepasado, no tiene retorno. Que Grecia cumpla sus compromisos financieros internacionales, no implica una solución interna.
En lo que respecta a la persistente angustia de los actores financieros, el problema mayor parece que ya no pasa por Grecia, sino que se ha focalizado en España, cuya economía es más grande que la todos los otros países rescatados juntos, y cuyo agujero es tan grande que todavía no ha podido ser cuantificado. España es el nuevo epicentro de la crisis europea, y es allí donde se van a registrar los nuevos remezones. La luz al final del túnel he desaparecido otra vez.          

jueves, 14 de junio de 2012

España y la semántica del desastre (Columna de opinión Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-14/06/12)


En su afán de disimular a como dé lugar la catástrofe general que azota a su país, los españoles están dando un espectáculo cuyo resultado es exactamente lo contrario a lo deseado. Para muestra un botón: mientras se firmaba el acuerdo con el fondo de rescate de la Unión Europea para salvar a la banca española, el presidente del gobierno asistía al debut de la selección española de fútbol en la Eurocopa. Para muchos observadores, el inexplicable silencio del mandatario en el momento sin duda más crítico de la historia contemporánea española, será la imagen de un episodio que lo acompañará toda su legislatura.
Todas las energías del gobierno español parecen estar puestas en guardar las apariencias y en el intento de mostrarle al mundo que no están tan jodidos como los griegos. En lugar de dar la cara y explicarle a la ciudadanía de manera transparente la magnitud de la medida, el presidente Rajoy ha puesto todos sus cartuchos en unos malabarismos verbales para evitar, a toda costa, el empleo de las palabras malditas: “rescate” e “intervención”.
La semántica del descalabro ocupa hoy el centro del debate en España; la ayuda de ciento veinticinco mil millones de dólares solicitada para evitar que se funda el sistema financiero no es un rescate, sino una línea de crédito a la banca, “que no afectará para nada el déficit fiscal”. Lo que olvidaron decir es que el garante del astronómico empréstito es el estado español, y que si la medida no funciona, los paganinis no serán otros que los españoles de a pie.
Se grita a los cuatro vientos que tampoco se trata de una intervención, porque la ayuda está dirigida exclusivamente a los bancos, sin condicionamientos adicionales al paquetazo impuesto por la troika europea. Sin embargo, el secreto guardado alrededor de la letra pequeña del contrato, ha despertado ya la susceptibilidad y la sospecha de una nueva ola de presiones orientadas a que el gobierno eleve el IVA y profundice aún más los recortes en el área social.
En suma, la mano viene bien complicada, más allá de las palabras y los adjetivos, para lo que hace algunos meses se calificaba desde dentro como “el mejor sistema financiero del mundo”, pues resulta que la mitad del sistema financiero español está compuesto por cajas quebradas por unas administraciones fruto del cuoteo político armado por los principales partidos, desde hace muchos años. De ahí que nadie sabe a ciencia cierta cuál es el verdadero tamaño del hueco, y de ahí también es que el sistema político se resiste a encarar una investigación que determine responsabilidades y sanciones contra los personajes que estuvieron al frente.
Mientras la clase política se desgañita en señalarse mutuamente a ver quién es más responsable del desastre y quién es más corrupto, los españoles observan atónitos el increíble proceso de socialización de los fraudes y las pérdidas de los bancos, mientras soportan sobre sus espaldas el brutal ajuste estructural que demuestra en la práctica, que en realidad están intervenidos ya hace tiempo. Todo esto en medio de una crisis institucional sin precedentes, en la cual está en cuestión la legitimidad de la monarquía, la probidad de la corte suprema de justicia, la competencia del banco central, le eficiencia y la trasparencia de los gobiernos autónomos, y, por supuesto, la credibilidad de un gobierno que, en cuestión de meses, muestra ya un semblante viejo.
No sé si España será Grecia o no, pero de que la situación es gravísima, de eso no hay la menor duda.  

jueves, 7 de junio de 2012

¿Fracaso diplomático? (Columna de Opiníón-Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-07/06/12)


La demanda realizada en la asamblea de la OEA por la cancillería para renegociar el Tratado de 1904 con Chile sorprendió un poco a todo el mundo. No soy un experto en la materia ni mucho menos, pero entiendo que la propuesta es relativamente novedosa.
Parece lógico y sensato plantear la renegociación de un acuerdo al que Chile ha recurrido sistemáticamente como la base y el sustento jurídico para rechazar nuestra demanda marítima. El canciller Choquehuanca señaló en su intervención una colección de violaciones cometidas por Chile al tratado en cuestión, y el presidente Morales recordó que el mismo ha sido modificado ya cuatro veces, siempre a pedido de Chile.
No le veo nada de malo a propuesta, pues me encuentro entre los que creen que cualquier recurso o táctica es buena en la lógica de insistir por cualquier vía, en una solución razonable que revierta nuestro enclaustramiento. Eso de que debemos ser consistentes con una estrategia a lo largo del tiempo, tal como lo ha sido Chile, me parece una posición de un purismo absurdo, considerando que para Chile siempre fue fácil sujetarse a la estrategia de decir no a todo ¿Qué estrategia sostenida y de largo plazo puede ser posible y factible ante una posición de cerrada y férrea intransigencia?
No me molesta entonces que seamos agresivos y creativos en esta larga y tediosa lucha, aun si eso implique que debamos cambiar el enfoque y las tácticas, las veces que sea necesario. Debemos insistir una y mil veces desde todos los ángulos posibles, recordándole a Chile en privado y en público, que sí tenemos un problema pendiente, y que esa mancha en la región perdurará indeleble, mientras no se nos plantee una solución real  y mínimamente satisfactoria.
Además tampoco es verdad ese cuento de que la postura chilena al respecto ha sido sólida y monolítica, supuestamente a partir de la seriedad y estabilidad de sus instituciones; la posición de la cancillería chilena también cambia de acuerdo a los vaivenes de su política interna, e incluso ha variado en el último año, bajo el mismo gobierno. En la 41 asamblea de la OEA, el canciller Moreno dejaba abierto un resquicio en torno a la posibilidad de un acuerdo que contemplara alguna compensación; ayer el mismo canciller daba un paso atrás, lo que nos confirma que la única consistencia chilena en torno al tema es la dilación y la negativa.
Pero hay algo que no me ha quedado claro. No sé si por el hecho de que la asamblea se estuviera llevando a cabo en Bolivia, creo que flotaba en el aire cierta expectativa de alguna resolución que ratificara aquella de 1979, que respaldaba una solución equitativa y un acceso soberano al mar, estableciendo el asunto como un “tema de interés hemisférico”.
En vez de ello, diecinueve países se pronunciaron indicando que el tema es un asunto bilateral que debe ser resuelto entre los países afectados. La primera impresión que esto me causó fue que estos pronunciamientos fueron un respaldo a la posición chilena y, por consiguiente la prueba de un rotundo fracaso de nuestra cancillería. Pero vistas las cosas con más calma, creo entender que nuestro gobierno no intentó en ningún momento reeditar la Resolución de 1979, y lo que hizo fue más bien plantear una nueva propuesta cuyo carácter es esencialmente bilateral (renegociar el Tratado de 1904). En esa óptica, la posición del resto no atenta contra nuestra iniciativa, aunque hubiera sido deseable que lo hicieran de manera menos tibia.
Los gestos diplomáticos son muchas veces difíciles de descifrar, y dan lugar a interpretaciones ambiguas. En todo caso, espero que desde acá, esas interpretaciones no se hagan desde la simpatía o antipatía al gobierno.