jueves, 29 de septiembre de 2011

Como el pato criollo, a cada paso...(Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-29/09/11)

Cuando las cosas se hacen con los pies, el arreglo de las embarradas casi siempre es ocasión para cometer nuevos errores, y embarrarla peor. El presidente está en medio de esa coyuntura desquiciada, con la menuda tarea de tener que hacerle cree al país, que una acción policial en la que se les sacó la entretela a los indígenas marchistas sin distinción de género ni de edad, y en la que se tomaron presos a decenas de dirigentes, se llevó adelante sin el conocimiento ni el consentimiento del presidente, ni del vicepresidente, ni del ministro de gobierno, ni del comandante de la policía. La tiene difícil el caballero, pues no creo que haya persona en el país dispuesta a tragarse un sapo de ese tamaño, por muy masista o evista que pudiera ser.

En realidad la sarta continua de errores, viene desde hace casi dos años (a partir de la reelección de principios de 2010), pero habrá que convenir en que el último berenjenal en el que gratuitamente se metió el gobierno, ha sido particularmente ilustrativo de éste círculo vicioso de malas decisiones políticas. No alcanza ésta columna para enumerar las idioteces cometidas los primeros cuarenta días de conflicto a raíz del TIPNIS, pero sí para comentar las de los últimos tres, y de paso confirmar la máxima popular que reza: por muy mal que te vaya, siempre te puede ir peor.

El relevo de Sacha Llorenti, que ya comparte podio con el “Chulupi” en el concurso de los ministros de gobierno más odiados, podría haber servido para desinflamar un poco el crispado ambiente, claro está, si no se le hubiera ocurrido al presidente que la posesión del nuevo ministro era una buena ocasión para felicitar efusivamente al saliente (¿?). Las prisas y el vértigo alucinógeno en el que parecen tomarse las decisiones, no permitieron más de dos horas de reflexión, y se nombró como reemplazante a un vice ministro con poco oxígeno político y escasos márgenes de acción. ¿Podrá ser un nuevo interlocutor la misma persona que huyó despavoridamente de la marcha cuando las papas quemaban? ¿Podrá lidiar con una híper sensible policía, la misma persona que fue parte del equipo que deslindó responsabilidades políticas, dejando al frente a los uniformados?

Se cambia solamente a los dos ministros renunciantes, y se desaprovecha la oportunidad de realizar un ajuste profundo, más meditado y de acuerdo al pulso de la situación, abriendo la posibilidad además, de que los crecientes descontentos (internos y externos) sigan pidiendo más cabezas.

Se piden disculpas y se suspende una obra que ni siquiera se ha iniciado, cuando en realidad debería haberse anulado todo el proceso, con los contratos incluidos, para comenzar de cero, como Dios manda. Resultado: sigue la marcha, remozada por múltiples apoyos (muchos vergonzosos, hay que decirlo), pero ésta vez en una atmósfera de extrema crispación de las clases medias urbanas, que con éste episodio parecen haberle perdido el miedo al gobierno. Pronóstico: una marcha multitudinaria recibida en hombros por toda la ciudad de La Paz, a poquitos días de la elección judicial.

Se ofrece a los demandantes un escenario de salida absolutamente ambiguo, en el que se habla de dialogo, sin precisar si eso implica seguir con la idea del referéndum, y sin mencionar la consulta previa a los habitantes del parque. Se pide perdón y se reconoce el exceso de soberbia, y dos minutos después se arremete con insultos a la prensa.

¿Cuáles serán los próximos pasos en éste embarrado camino?

domingo, 18 de septiembre de 2011

Paradojas de la vida real (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-18/09/11)

Desde estas páginas, periodistas, analistas, políticos, literatos e intelectuales varios, intentamos explicarnos el mundo a través de las ideas. Justamente, el mismo nombre del suplemento, imagino responde a esa necesidad, plasmada domingo a domingo en valiosos esfuerzos cuyo interés final, no creo sea otro que sumar conceptos para una comprensión totalizadora de nuestra realidad.

Sin embargo, a veces puede ser saludable recorrer el camino al revés, y más bien mirar nuestra cotidianidad para entender el mundo en el que vivimos. En épocas en las que la ideología, la filosofía y la política parecen no alcanzar para explicar los cambios, tropezones y retrocesos de la civilización, los rasgos de nuestro estilo de vida, pueden ser una pista útil en el abordaje de esa compleja realidad. Qué hacemos, cómo lo hacemos, de qué manera nos relacionamos entre nosotros y con la sociedad, son, de alguna forma la evidencia empírica de esa búsqueda, que desde lo estrictamente intelectual, se nos presenta entreverada y muchas veces estéril. En ésa lógica, una mirada introspectiva a nuestros comportamientos, nos enfrenta de alguna manera a hallazgos paradójicos, que lejos de aliviar nuestras incertidumbres, podrán incluso perturbarnos aún más.

Asumimos, por ejemplo, con gran naturalidad, nuestra condición de seres globalizados, mientras que la realidad nos enrostra crudamente que cada día vivimos más encerrados y absortos en nuestras particularidades; en la teoría, el mundo se nos ofrece, amplio y diverso, y en la práctica, optamos por el camino del embudo de nuestros intereses particulares; utilizamos la información, la tecnología, y todo lo que encontramos a nuestro alcance, para recluirnos en nichos cada vez más pequeños. Ese espíritu corporativo se advierte hasta en las relaciones personales que construimos: nuestro grupo de póquer, nuestro grupo de literatura, y así, un largo etcétera, sean éstos presenciales o virtuales.

Porque convengamos, la virtualidad es otro de los espejismos de sociedad, que satisface nuestra necesidad de socialización, alejándonos cada día más de lo que algún día pensamos que debía ser una sociedad. Es en la soledad del monitor, de la tableta o del teléfono, que hoy los ciudadanos cibernautas proyectan sus alter egos en las redes sociales, intentando proyectar la imagen de quien quieren ser; en el camino, va implícita la cómoda renuncia al esfuerzo que demanda el cultivo de las relaciones reales; nos ufanamos de tener quinientos amigos en el Facebook, pero no cruzamos palabra con el vecino y somos cada día menos aptos para sostener una conversación cara a cara, con alguien que no pertenezca a nuestro grupo.

En el ensimismamiento de nuestro pequeño mundo virtual, asumimos posiciones de vida apretando un botoncito que dice “me gusta”, y circulamos información por toneladas sin ningún tipo de distingo: lo mismo el chisme barato del día, que el post apresurado de adhesión a cualquier causa al alcance de la mano, o la reproducción fragmentada y parcial de noticias variopintas.

Los medios de comunicación de los cuales provienen esas noticias, abundantes al infinito y particularizantes también, reflejan y alimentan a su vez nuestra visión parcelada de la realidad. La superabundancia informativa, curiosamente, nos hace cada día más ignorantes del trasfondo de los acontecimientos; ¿ejemplos?: el décimo aniversario del atentado a las torres gemelas, supuestamente el evento del siglo que cambió el curso de la historia, se reduce a quinientos programa de tele que reproducen una y mil veces las imágenes de los aviones estrellándose contra dos edificios, y el relato de policías, bomberos y sobrevivientes, pero nada, o muy poco, acerca del contexto, de los antecedentes, de las causas, y, menos aún, de sus efectos y consecuencias en los diez años transcurridos después del evento.

Así transitamos, impávidos, en una sociedad completamente desestructurada, resignados ante el derrumbe de todos los referentes e instituciones del pensamiento liberal. La escuela, la universidad, la iglesia, la banca, el estado, todo ha ido perdiendo su majestad y su papel referencial; la altura de las varas institucionales y éticas han bajado al raso, y ante el relativismo que ello conlleva, nos hemos rendido al más cínico y pragmático de los individualismos.

Lo público, lo colectivo y, en fin, todo lo que implique construcción social, ha pasado a ser un estorbo en nuestra desenfrenada carrera del sálvese quien pueda, así como la cultura, la lectura, las ideas y los compromisos altruistas, son percibidos como una ridícula pérdida tiempo, propia de los perdedores o losers, como se dice ahora.

Así operan las fuerzas invisibles del sistema en nuestras vidas, como convenciéndonos de que la clave del éxito reside en no preocuparnos mucho en las razones o en el significado de lo que hacemos o de lo que dejamos de hacer. El consuelo o la alarma, dependiendo de cada quién, los podemos encontrar en la constatación de que sí, que probablemente vivimos vidas cada vez más parecidas a la del norteamericano o el europeo modernos, es decir, paradójicamente cada vez más desglobalizados.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Chaqueos criminales (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-16/09/11)

Todos los bolivianos nos alegramos por la milagrosa suerte del ciudadano chuquisaqueño Minor Vidal, en el accidente de la nave de Aerocon en Trinidad. Su rescate fue motivo de alegría, de consuelo y de congratulación a todas las instituciones y efectivos que colaboraron en su búsqueda, pese a que al final, no quedó muy claro si lo encontraron a él, o fue él quien encontró a los socorristas. De alguna manera, la hazaña de sobrevivencia del señor Vidal, fue una especie de final feliz de una historia trágica, que lamentablemente no tuvo el mismo desenlace para el resto de los pasajeros y sus familias. La historia en imágenes quedó hermosa, y de acuerdo a los orgullos canales de televisión, la noticia de coraje, tesón y sobrevivencia, le dio la vuelta al mundo.

Así son las noticias hoy en día. Vuelan y arrasan, siempre y cuando generen impacto y toquen la sensibilidad de la gente. Y así como nos sacuden, desaparecen con la misma facilidad, sin dejar rastro de lo relevante y lo significativo. En éste caso lo que no se dijo, o por lo menos yo no vi ni escuché en ninguna parte, es que probablemente fueron los agricultores y sus benditos chaqueos los que se cobraron ocho vidas de compatriotas inocentes. Y además que los bolivianos no tenemos muchas garantías de salir con vida de los aviones, cuando arde el país, y los cielos se vuelven infierno.

Me tocó volar al oriente justo un día después del accidente, y lo que se veía desde la ventanilla del avión era un espectáculo simplemente dantesco. El país entero y, al parecer, toda la región, cubierto por una densa capa de humo, solo comparable al producto de una erupción volcánica o una guerra nuclear. Volar en esas condiciones es un riesgo, y peor aun cuando no está claro si funcionan todos los equipos en los aeropuertos, o cuando la norma de restricción de vuelos no se aplica automáticamente en determinadas condiciones.

Pero volvamos a uno de los orígenes del problema, es decir los agricultores, grandes, chiquitos, nacionales y extranjeros, que en su angurria infinita, no han vacilado en embarcarse en un modelo de híper explotación agrícola, cuyas prácticas se asemejan a la explotación minera. Los jugosos precios internacionales de la soya han terminado de dar rienda suelta a la codicia y al instinto depredador de estos inconscientes, que no le dan un minuto de descanso a sus tierras, al punto de agotarlas con el mismo cultivo, para, acto seguido desmontar nuevas superficies de la manera más barata posible, es decir mediante los incendios “controlados”.

Digamos las cosas por su nombre, lo hacen de esa manera para ahorrar y hacerse más ricos, a expensas del medio ambiente, de la salud y de la vida del resto. Ante esa actitud, que raya en lo criminal, el estado debería caerles encima con todo su peso, estableciendo multas tan, pero tan altas, que reviertan inmediatamente los criterios de racionalidad y eficiencia que actualmente mueven a los empresarios del agro. Las sanciones ante un problema tan serio como la muerte, deberían contemplar incluso, en casos de reincidencia, la expropiación y reversión de las tierras incendiadas.

No me vengan con el cuento de que no es técnicamente factible identificar con precisión esos mega incendios, y cotejar su ubicación con la información del dueño. Para ello deberían agotarse todos los recursos y esfuerzos, pues en ello se va el futuro y el de nuestros hijos, y no en la quema de unas maderitas en la noche de San Juan.

jueves, 8 de septiembre de 2011

El pecado mortal de los paceños (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-08/09/11)

Quién lo diría, parece que después de todo, la ciudad enemiga del gobierno no había sido Santa Cruz, si no La Paz. Mientras las élites residuales cruceñas se acomodan de a poquito con los vencedores, para conservar al menos su rol como factores económicos, los paceños estamos pagando el precio de la osadía de no haber votado por el MAS en las elecciones municipales.

Ese es el mar de fondo de la operación política montada por el gobierno, a través de los municipios de Palca, Achocalla y Mecapaca, para generar en la ciudadanía paceña la sensación de un cerco político y un estado de zozobra y amedrentamiento. La movida no es gratuita, y responde a la amenaza electoral que representan las clases medias paceñas en las próximas elecciones de magistrados el próximo 15 de octubre.

Para comprender lo que ocurre hoy, es bueno que volteemos la mirada hacia atrás, y recordemos que en abril de 2010 la ciudad de La Paz le dio una tremenda lección política al presidente Morales y al MAS, que al parecer no están dispuestos a perdonar. En aquellas elecciones para alcaldes y gobernadores, ésta ciudad, que había dado muestras fehacientes en su apoyo permanente al proceso constituyente, mostró nuevamente su madurez ciudadana y decidió que, más allá de las posiciones políticas, elegía renovarle la confianza a una gestión municipal, que en el balance de diez años, había dejado un saldo positivo, visible en las calles y en la calidad de vida.

Nuestro pecado mortal fue haber decidido en base a nuestros intereses locales, haberle puesto un límite al copamiento hegemónico, haber pasado por alto las rencillas políticas entre el MAS y el MSM, y con eso demostrar que no somos una ciudad que se la pueda llevar por las narices. El resultado de nuestra integridad ciudadana y cívica fue entendida como un golpe bajo por el gobierno, y como un peligroso antecedente que no debe volver a repetirse.

Detrás del inmediatismo y la ingratitud con La Paz, parece estar implícita la amenaza en caso de que no se nos ocurra votar nulo e 15 de octubre, y para ello se han tomado la molestia de mandarnos a los vecinos y comunarios adyacentes, con el patrocinio y el alto auspicio de los poderosos loteadores y traficantes de influencias. A tanto llega el encono, que hasta el Gobernador Cocarico se ha afanado en atizar el fuego y tomar parte en el asunto, apareciendo después de casi dos años de gestión fantasma.

La lista de demandas emanadas del raquítico cabildo, entre las cuales figuran el desalojo inmediato de cuatro sub alcaldías, el traslado del relleno sanitario de Alpacoma, la abrogación de no sé cuántas leyes y el retorno a los “límites ancestrales”, no resisten ningún tipo de análisis serio y develan, por sí solas, la intencionalidad política de la movilización. Es por ello que la única salida cuerda y razonable a un conflicto de tan vieja data, y que tanto ha beneficiado a ciertos aprovechados, es un referendo en el que sean los vecinos de cada zona, los que decidan a que municipio deben pertenecer.

Se equivocan nuevamente el gobierno y sus huestes en pensar que con éste tipo de amedrentamientos y amenazas, podrán doblegar a la ciudadanía paceña, y menos aún, influir en la dirección del voto en las elecciones de magistrados. Deberían ya saber a éstas alturas, que la ciudadanía paceña está por encima de las mezquindades partidarias, y que las agresiones en su contra cobran factura, más temprano que tarde.

martes, 6 de septiembre de 2011

Evo, el pragmático (Artículo Suplemnto Ideas-Página Siete-04/09/11)

Más de 2000 días en la presidencia, una reelección, cinco elecciones ganadas con márgenes inéditos en la democracia reciente, y una larga lista de disyuntivas, puntos de quiebre y decisiones políticas definitorias, pueden ser ya parte de un tentador historial acumulado, que permita comenzar a esbozar, con toda la prudencia del caso, el perfil político de Evo Morales y sus rasgos de liderazgo, como un personaje indispensable para comprender la política contemporánea.

Pese al papel trascendental que le ha tocado desempeñar en el complejo y profundo proceso en curso, sería prematuro en estos momentos intentar establecer cual podrá ser su legado político y rol histórico; todavía muchas cosas están en juego, y de alguna manera, las grandes tensiones del proceso constituyente todavía no se han decantado de manera definitiva. Pero sin embargo, no se puede ignorar que el presidente es el nervio central del proceso, y que sus rumbos y tropezones pasan indefectiblemente por su personalidad y estilo de liderazgo.

Si bien es muy pronto para decir quién realmente es en la actualidad, o quién podrá ser Evo Morales en nuestro imaginario histórico, lo que sí podemos decir con algo de mayor certeza, es quien no fue. Seis años atrás, muchos se aventuraron a calificarlo como un inexperto y aprendiz de político, que no duraría más que un par de años en la silla del poder; según aquellos pronósticos agoreros, aquel dirigente sindical no era más que el producto fortuito de un accidente histórico, y su falta de mundo, de experiencia burocrática y de formación académica, se encargarían de devolverlo rápidamente a su lugar, quedando su paso por la presidencia como un episodio efímero y algo folklórico.

A éstas alturas, también podemos decir ya, que no fue el comunista (responsable o irresponsable), que nos llevaría al modelo de expropiación de nuestras casitas, autitos, terrenitos, negocitos, para, acto seguido, arrebatarnos a nuestros hijos; tampoco fue el comunitarista dispuesto a implantar en la Bolivia urbana y moderna el modelo social del ayllu, y ni siquiera parece ser el hombre en búsqueda real de un nuevo esquema de socialismo, más allá del discurso. Tampoco fue, como se presagiaba alegremente, el indio resentido con pasiones antropófagas ocultas, llamado a hacer tabla rasa con las castas blancas dominantes y a restaurar el Collasuyo en una cruzada indigenista.

Otro Evo que no fue, es el títere inanimado de Hugo Chávez y de Fidel Castro para la reproducción calcada de la revolución cubana o el socialismo del siglo XXI en estos parajes inhóspitos; la imagen de furgón de cola, absolutamente dependiente en lo político y económico del “eje del mal”, no pasa de ser un intento de caricatura desde el simplismo del conservadurismo, así como el supuesto estigma de ser el hazmerreír mundial, por sus posiciones en foros internacionales. Más allá de un par de gafes y metidas de pata de antología, ese tampoco es el Evo Morales que algunos deseaban que fuera.

En el empirismo del ejercicio del poder, es en el único ámbito en el que podemos caracterizar al presidente, y a partir de allí, intentar proyectar su figura y su trascendencia. Evo Morales se expresa y se resuelve esencialmente en el poder, y en esa práctica se inicia y se agota la lectura del hombre y de sus ideas.

En el vertiginoso ruedo de la praxis, Evo Morales es el arquetipo del animal político de pura sangre. El instinto y el olfato, agudos y extraordinarios, le permiten nadar en aguas sinuosas con gran pericia; es el caudillo populista, si por ello entendemos al líder con la capacidad de encarnar permanentemente lo popular, y erigirse en todas las circunstancias como el referente, a partir del cual deben situarse los otros; es el jerarca implacable, insensible al factor humano y proclive a la tiranía cuando se trata de conservar su poder y deshacerse de quien pueda hacerle sombra; es el jefazo capaz de encender pasiones, aglutinar fuerzas, sembrar discordias y administrar los escenarios más complejos para conservar su liderazgo e intentar situarse siempre por encima del bien y el mal. Es el político que entiende la política como la acumulación y la reproducción de poder, como la premisa básica de su mundo.

En su accionar como jefe de estado con poderes omnímodos, Evo es la expresión descarnada de lo práctico, frente a las disquisiciones de orden doctrinal; el camino ideológico, en esa concepción, es algo tangencial, y se construye a través de la suma constante de actos de poder. Lo que para muchos es una obscena fórmula de demagogia, cinismo, y oportunismo, probablemente se puede traducir en el principal rasgo presidencial: el pragmatismo.

Ese pragmatismo, mediante el cual se puede ser simultáneamente socialista, indigenista, liberal, desarrollista, o lo que la circunstancia aconseje, y que ha demostrado ser muy eficiente a la hora de satisfacer las expectativas de todos (o por lo menos de muchos), va en camino de constituirse en la esencia del líder, del régimen, y acaso del proceso.

¿Es el caudillo pragmático y realista, el Evo Morales que se proyecta hacia el futuro? ¿Si así fuera, qué lugar podría esperarle en la historia? ¿A quiénes reconocemos como líderes capaces de sintetizar en sus vidas, procesos, partidos e historias, a todo el arco ideológico y sus contradicciones? ¿A Paz Estenssoro, a Perón en la Argentina?

Planteadas esas interrogantes, y más allá de las idolatrías y los odios, lo imprevisible de Evo probablemente no permita establecer parangones con ningún líder conocido. En su crudo realismo, podrá terminar siendo santo, verdugo, o víctima de su propio pragmatismo.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Chile y la trastienda del éxito (Columna Bajo la Sombra del Olivo-01/09/11)

La protesta social en Chile está perturbando y escandalizando al rancio conservadurismo trasandino, y de paso a todos sus defensores de oficio en la región, que no perdían ocasión de reivindicar el modelo chileno como ejemplo a seguir en términos de seriedad, modernismo, y justicia social al estilo neoliberal. A ésta “fórmula perfecta” se sumó hace un par de años la figura impecable de un presidente, brillante, emprendedor, agresivo, eficiente, y como si fuera poco, millonario y encantador. Mejor imposible, si hablamos de réditos e imagen internacional.

Pese a que el terremoto en Concepción reveló ya serias deficiencias en las respuestas y en la estructura estatal chilenas, la magnífica operación de ingeniería y de marketing político en el rescate de los 33 mineros sepultados en el norte (producto de la codicia empresarial y la falta de control estatal), sirvieron para lanzar el nombre de Chile a la estratósfera, con fanfarrias y fuegos artificiales.

Y sin embargo, como diría Sabina, el panorama chileno en estos últimos tres meses ha pasado de postal turística, a foto policial. Las cosas han dado un vuelco vertiginoso, y hoy la imagen chilena vuelve a dar la vuelta al mundo, pero ésta vez para mostrar los históricos grados de impopularidad de Piñera, el malestar y la rebelión de sus jóvenes y estudiantes, y el rostro angelical de una jovencita, que interpela, de tú a tú, al poderoso estamento político/empresarial que maneja aquel país.

Un primer apunte, que puede parecer ocioso en principio es preguntarse a quién está dirigida la protesta. Alguien intentará minimizar la cosa arguyendo que el problema acá es el estilacho mandón y altanero de Piñera y de sus amigotes, gerentes en calidad de ministros, y que Chile ya no está acostumbrado a la derecha dura, y que, por lo tanto, todo pasará cuando el hombre de la sonrisa en los ojos, acabe su mandato y se vaya para su casa.

Falso. Los estudiantes no están protestando contra ninguna reforma realizada por la derecha; están rechazando un sistema educativo que estuvo vigente durante las dos décadas de gobierno de la Concertación. Un sistema, según denuncian, poco democrático, poco universal, poco inclusivo, harto lucrativo para los empresarios de la educación e insostenible para el joven de pie, que no le ve el negocio a tener que hipotecar su vida para costearse la universidad. Se dice como máxima universal, que la educación es la clave para el futuro de un país; pues bien, al parecer en Chile la cosa no está funcionando bien o, por lo menos está funcionando sólo para algunos.

Para horror de la barra posmoderna, el contenido de la protesta ha rebasado rápidamente el tema educativo, y ha comenzado a tomar otro cariz, a partir del cual se empieza a tejer un conjunto de demandas que apuntan al sistema de representación política, al modelo económico y a la estatalidad (la pecaminosa idea de una Asamblea Constituyente ya se puede leer en las pancartas de los movilizados).

Esto quiere decir, a la vista incluso del más despistado observador, que el modelo a seguir en el vecindario, ha acumulado en una semiclandestinidad, tensiones y rupturas de consideración, que hoy afloran en las calles, y dan cuenta de los estragos sociales de un modelo salvaje, apto solamente para el más feroz o el más privilegiado, que ha deshumanizado a grandes porciones de la sociedad chilena. El tiempo y los eventos dirán si ésta es una lectura tremendista, o si estamos empezando a ver el lado obscuro del reluciente Chile neoliberal.