jueves, 30 de junio de 2011

Le malade imaginaire (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-30/06/11)

La salud de los presidentes es cosa seria en todas partes del mundo. Es, naturalmente, una cuestión de estado, y probablemente por ello los episodios de enfermedad o muerte, casi siempre están teñidos de un intenso recelo y hermetismo. El asunto se agrava exponencialmente cuando se trata de grandes líderes y caudillos, cuyas figuras resultan imprescindibles para el sostenimiento de sus regímenes. El inmenso poder que habitualmente rodea a éstos personajes, les otorga un aura de inmunidad que los sitúa por encima de los normales, agigantando aún más el magnetismo y el carisma natural que les caracteriza.

Y sin embargo, por muy poderosos que sean, finalmente se trata de personas de carne y hueso nomás; y, peor aún, de personas más vulnerables y proclives a la enfermedad, debido a los altos grados de estrés a los que están sometidos, y a los ritmos inhumanos de trabajo y actividad, que el vicio por el poder impone. La mitad más uno de ellos, además, para llegar adonde llegaron, sufrieron encierros, torturas, angustiantes exilios, persecuciones y privaciones de todo tipo.

Podrán tener a los mejores médicos alrededor suyo en todo momento, aviones ambulancia a disposición, y las puertas abiertas de las mejores clínicas del mundo con un simple telefonazo a un presidente amigo, pero nada los libra eventualmente de tenérselas que ver con el cuchillo del cirujano, los tubos, las jeringas, los enemas, y la muerte, cuando el de arriba así lo dispone. Otras veces, como ocurrió en el caso del Fidel Castro, la ciencia, la necesidad política, la entereza personal y el designio histórico se juntan, y producen el milagro de la resurrección, dejándonos a todos boquiabiertos.

Ésta vez el turno es el del comandante Hugo Chávez, que tiene a su país y a la mitad del mundo en vilo, después de casi tres semanas de silencio, interrumpidos solamente por un par de mensajes en su cuenta de Twitter, y alguna esporádica declaración de carácter extraoficial. Nadie sabe nada a ciencia cierta: ni cuál es el mal (más allá del incierto diagnóstico del absceso pélvico), ni cual el tratamiento en curso, ni cuál el estado real del convaleciente, y menos aún el pronóstico, nunca mejor dicho, reservado.

Ante el hermetismo oficial, dolientes y alegres se han lanzado con gran entusiasmo a la especulación, y, como era de esperarse, se ha escuchado de todo, desde lo razonable, hasta las elucubraciones más fantasiosas. Pero de ninguna manera se puede ignorar que tres semanas de silencio, en el caso del locuaz presidente, representan un síntoma inédito, que hace pensar, o que se encuentra muy grave, o que está aprovechando del mal que le aqueja, para realizar una operación política de alto calado, con miras a cambiar su perfil, su manera de hacer política y, por qué no, el rumbo de la revolución bolivariana.

Es verdad, la idea puede ser bastante retorcida, e incluso algo cruel tratándose de una persona enferma, pero de alguna manera éste es el resultado de la decisión política del gobierno venezolano, que ha optado por mantenernos en el limbo de la información parcial e insuficiente; ante la falta de claridad y oportunidad de la información oficial, la imaginación aviva cualquier tipo de explicación, aún a costa del sentido común.

Mientras tanto, muchos bolivianos se preguntan impacientes, ¿cuándo nos tocará a nosotros?

domingo, 26 de junio de 2011

Otros, contra los mismos de siempre (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-26/06/11)

No les caería nada mal a los políticos europeos darse una vueltita por Bolivia para ver y entender qué es lo que les espera. Pienso especialmente en los españoles, y específicamente en los caballeritos del Partido Popular, que después de haberle propinado una brutal paliza al PSOE en las últimas elecciones autonómicas y municipales, cuentan ya impacientes, los días para hacerse cargo del gobierno de su país. Ellos, a la cabeza del virtual próximo presidente del gobierno, Mariano Rajoy, fueron y son, violentamente críticos con Rodríguez Zapatero, por mantener lazos de amistad política con la “izquierda populista salvaje” de Latinoamérica, y con el presidente Evo Morales.

Rajoy y su partido, al igual que muchos bolivianos que jamás comprendieron el proceso constituyente, están convencidos de que la izquierda popular de los sudacas debiera de estar proscrita de la comunidad internacional, pues los Chávez, Morales y Castros son poco serios, no respetan las reglas del juego político y financiero, y además no comparten los ideales de sus verdaderos aliados, es decir la democracia, la libertad y el libre mercado. Con matices más o matices menos, en general la derecha europea ve con recelo a la izquierda sudamericana, por su sospechosa conducta asistémica y por su alto grado de contaminación con movimientos sociales, que condenan el modelo financiero capitalista y su expresión política, la democracia liberal y representativa.

¿Y en casa cómo andamos?, habría que preguntarles: Pues al parecer, algo contagiados del subdesarrollo político tercermundista. España y Grecia son en botón de muestra de lo que se está gestando en una Europa al borde de un ataque de nervios. El 15-M de los Indignados españoles, que sufrió el intento de los medios de ser caracterizado como un zafarrancho de jovenzuelos zaparrastrosos, lejos de disolverse con el paso de los días, ha alzado vuelo con movilizaciones múltiples que han convocado a multitudes (de jóvenes y no tan jóvenes) en toda España y en varias ciudades europeas.

Pese al intento de descalificación del establishment político, que insiste en que solamente son jóvenes, pocos, violentos, y que representan al tradicional segmento electoral de abstencionistas, los Indignados han trascendido ampliamente la caricaturización mediática, interpelando a la clase política con demandas mayores: “¡Democracia real, ya! Europa para los ciudadanos y no para los mercados; no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. En claro español, cambios radicales en el sistema político y en el modelo económico, ¡En el primer mundo! ¡Qué horror! ¡Ese discurso que teóricamente era exclusividad de los indios revoltosos que bloqueaban nuestros caminos y pedían huevadas, por puro ignorantes!

Pues bien, los Indignados reivindican una sociedad basada en la igualdad, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica, el derecho a la vivienda, el trabajo, la salud, la educación, la participación política, y el vivir digna y felizmente. Denuncian que el ansia de acumulación causa desigualdad, crispación, injusticia y violencia; acusan al modelo económico vigente de antinatural, obsoleto, y de enriquecer a pocos, sumiendo en la pobreza y en la escasez al resto; se asumen como consumidores infelices, ignorados por sus autoridades, engañados por una abstracta rentabilidad económica que nunca redunda en beneficio de la mayoría; reniegan de una sociedad que ha puesto el dinero por encima del Ser Humano, y, cómo no, desconocen al sistema gubernamental y al sistema de partidos políticos como representantes de sus intereses y necesidades más básicas.

Lo último significa, por lo menos para los manifestados, que los sistemas de representación y de mediación entre el estado y la sociedad han colapsado, y que el colectivo de los Indignados se ha convertido en lo que por acá bien conocemos como un movimiento social.

La gran paradoja, y escándalo para los locales que se avergonzaban de nuestros movimientos sociales, es que sus espejos en Europa emulan nuestros métodos de lucha social, también en contra y en respuesta al Fondo Monetario Internacional, aquel zombi que al parecer nunca se podrá matar, mientras prevalezcan los intereses de la banca multinacional. En el caso europeo actual, el FMI realizó la célebre y funesta “visita” a los estados, acompañado de dos secuaces, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. La maligna receta es la misma que impusieron en nuestros países, y que causó finalmente las insurrecciones populares que embarcaron a nuestros Gonis, De la Ruas, Y Lucios Gutiérrez en los helicópteros en los que fugaron, por la puerta trasera, hacia el confín de la historia.

Quién lo diría, movimientos sociales griegos, portugueses, irlandeses, islandeses o españoles, suplantando al sistema de partidos y sindicatos en una lucha movilizada contra gobiernos títeres y periféricos, dispuestos a cargar todo el peso del ajuste estructural en los hombros del ciudadano común, con tal de que los grandes bancos cobren lo que prestaron de manera dudosa.

Es verdad que por éstos lares, el proceso de toma de conciencia y rebelión tomó más de diez años, y que es difícil prever el ritmo del proceso en una sociedad tan distinta como la europea. ¿Será por eso que los políticos allá todavía están tan tranquilos?

viernes, 24 de junio de 2011

Todos de acuerdo, hasta por ahí nomás (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-23/06/11)

La plata ya no alcanza para nada. No importa si es mucha o poca, la sensación es que ésta se escurre de nuestras manos como agua, con una facilidad asombrosa. Digo mal, no se trata solamente de una sensación, sino de la cruda realidad. El típico ejemplo es aquel que viene en clave de lamento, y que se refiere al volumen de la compra en el carrito del supermercado; en realidad, creo que hablar de carrito, medio lleno o medio vacío, es ya parte del pasado: si usted entra en éstos tiempos al súper con doscientas lucas en el bolsillo, una canastita le basta y le sobra. ¿De acuerdo, no?

El hecho es que está bastante claro para nuestras aporreadas billeteras, que desde hace unos cinco años vivimos en una economía inflacionaria. Los precios de todo, desde una botella de refresco hasta un auto, han subido que da calambre, no hay otra manera de decirlo. Seguirle la pista a los precios de los artículos más básicos, se ha vuelto una tarea titánica, reservada, imagino, a los expertos en estadísticas. Yo por mi parte, confieso que he tirado la toalla, y he perdido un poco la noción de los precios; entro a la tiendita de barrio y ya no pregunto precios; solamente pido un par de sonseras, y alguna parte de mi cerebro se ocupa de prepararme para lo que intuyo será un palazo de sesenta o setenta bolivianos. Diez dólares en un abrir y cerrar de ojos. Hasta aquí también estamos de acuerdo, ¿no?

Lo que no se inflado mucho, eso sí, son los salarios de la gente (por lo menos los de la gente normal, que son los que yo conozco). El asalariado de clase media sigue ganando nomás una suma horriblemente parecida a la que ganaba hacen cinco años. De éste análisis, que más que un análisis es una cruda constatación, excluyo a banqueros, comerciantes prósperos de la Eloy, loteadores, narcos y contrabandistas. Los mortales de a pie son los que les toca ver como cada día se ensancha el hueco entre su sueldito y sus gastazos. Otra vez de acuerdo, ¿no?

El resultado natural de todo esto es lógicamente la pérdida de nuestro poder adquisitivo. Lo curioso es que seguimos comprando más o menos las mismas cosas, y llevando el mismo tren de vida. ¿Cómo es posible éste milagro? ¿Dónde está el pase de magia? Lamentablemente la economía, nacional o doméstica, no contempla milagros, y la explicación a éste fenómeno, es que estamos afectando nuestra capacidad de ahorro y de inversión. Para vivir como antes, ya no podemos ahorrar, y menos pensar en invertir en nada. Asumo que en éste punto muchos ya no estarán muy de acuerdo.

Lo jodido de algo tan evidente como lo que he descrito, es que eso ha implicado cambios en nuestros patrones de consumo y en nuestros hábitos culturales ¿Se da cuenta de lo grave del asunto? Al diablo la idea esa de que los andinos somos austeros en el gasto, que privilegiamos ante todo el ahorro y que no somos consumistas. Desde los más acomodados hasta los más humildes, hemos entrado en la vorágine del consumismo y del juego de apariencias que viene aparejado. Por ahí no pagamos la pensión a tiempo, pero llegamos al colegio de nuestros hijos a bordo de un “cero full”. Hacemos cola para comer en los boliches de moda, seguramente a costa de comer fideos en la casa por tres días. Y si es necesario recurrir al plástico para mantener el ritmito, adelante. Ya la mitad no debe estar de acuerdo, pero así nomás es.

Termino con algo perturbador: ¿No es nuestro comportamiento individual, el mismo que le reprochamos al gobierno en el manejo de la macroeconomía? Seguro ya nadie está de acuerdo, y la verdad, espero estar equivocado.

domingo, 12 de junio de 2011

El modelito Evo (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-12/06/11)

Así de apasionante es la política boliviana. Hace seis meses, más o menos todos estábamos también más o menos convencidos de que había que hacerse a la idea nomás de un régimen masista por un largo tiempo (veinte años es el número que aflora siempre, de manera casi instintiva). Evo Morales cumplía el primer año de su segundo mandato, y si bien ya tenía los mismos problemas que hoy lo aquejan, éstos todavía no se notaban tan groseramente a ojos de la población. El gobierno en pleno se ocupaba de sentar las bases políticas que garantizaran su permanencia ad eternum, ajenos a las preocupaciones propias de la gestión. Una suerte de pasiva resignación se sentía entonces, incluso en los más furiosos odiadores del gobierno.

En esa aburrida atmósfera de consolidación de hegemonía llegó, así, de la nada, el sorpresivo combo gasolinazo/reculazo, y aparentemente, todo cambió. El mundillo de los analistas exclamó al unísono que el 26 de diciembre era un punto de inflexión para el gobierno y el presidente, y que nada sería igual de allí en adelante. Era el mismo gobierno, a través de uno de sus acostumbrados autogoles, el que había logrado lo que toda la oposición congresal, regional e “internacional”, no había conseguido en cinco años: generar una crisis que afectara la imagen del presidente, que mostrara los límites de poder del gobierno, que afectara los bolsillos de los más necesitados, que amenazara de muerte a las clases medias, y que dañara severamente la relación del gobierno con las organizaciones sociales, originando un nuevo alineamiento de fuerzas.

Así comenzamos el año, con un giro en los eventos que viene causando gran confusión y desacierto en los actores y espectadores de la política. El primer reflejo, errado y torpe, fue pensar que el gobierno estaba herido de muerte y que su caída era inminente; en los cafés de la zona sur (allí donde algunos creen que hacen política), muchos ojos volvieron a brillar; convencidos de que le había llegado la hora al régimen, los nostálgicos corrieron al armario a planchar el ternito; los buitres de la política, que nunca pudieron cazar a su presa por cuenta propia, creyeron que podían empezar a comérsela, aún viva.

Ésta reacción, parasitaria y antojadiza, no tiene otro efecto que el de reafirmar la base dura del evismo, que puede haber sido muy crítica en determinado momento al gasolinazo y a sus efectos económicos, pero que ante la sola idea del retorno de los zombis para comerse a Evo, han vuelto a cerrar filas en torno al jefe, haga lo que haga. Algunos siguen creyendo erróneamente, que la caída en la popularidad de Evo desde diciembre es sostenida e irreversible, y que esto resultará en una derrota electoral del masismo, dentro de tres años.

Todos los ilusos coinciden de alguna manera en que la subida de precios, las permanentes metidas de pata, la falta de gestión, la ausencia de resultados de las mega intenciones del gobierno, y la horrible persecución judicial contra los adversarios y disidentes, tendrán efectos inexorables en el terreno electoral, y que por lo tanto toca ya pensar en un futuro inmediato sin Evo y sin el MAS.

Lo malo (o lo bueno, según se quiera) es que la política es mucho más complicada de lo que parece, y no siempre responde a las aparentemente evidentes, causas y efectos. Uno más uno, sobre todo en épocas de cambio, convulsión y conmoción, no necesariamente son dos. En este caso, por ejemplo, creo que por mucho que las causas señaladas sean reales y válidas, los efectos no serán obligatoriamente los obvios. Personalmente, creo que hay otros factores, determinantes para el rumbo de las cosas los próximos ocho años.

Me referiré esta vez, únicamente al que me parece más importante: El “modelito Evo” de la economía. El modelito Evo es este en el que la plata fluye a raudales en la calle, causando la impresión de que la economía está en un crecimiento efervescente; es ese en el que se suman los excedentes del gas convertidos en demanda agregada (bonos), las platas semi clandestinas de la evasión tributaria y el contrabando, el lavado de dólares, la novedosa y dinámica movilidad social, y hacen parecer que la cosa avanza y funciona muy bien. Es un poco también la inclusión de cientos de miles de bolivianos a las clases medias, y su entusiasta inscripción al mercado y a los hábitos de consumo; en suma, mucha plata, poco crecimiento, nada de desarrollo, pero mucha plata al fin.

Para mantener ese tren, se necesita cada vez más plata, y así mantener el fuego encendido. A falta de grandes inversiones y emprendimientos, el gobierno ya tiene claro de dónde sacarán plata para seguir inyectándola en el mercado, claro está, los dos últimos años antes de las elecciones: van a romper el chanchito de las reservas internacionales, y con una partecita de esos recursos, les sobrará para mantener la sensación de bonanza.

Mientras la plata corra y sigamos sintiendo, como nunca antes, sus efectos encantadores e hipnotizantes, Evo y el MAS tendrán ganada de antemano cualquier elección. Y la verdad, no veo ninguna razón de orden interno que me diga que esto va a parar; tendría que ocurrir algo extremadamente grave en el contexto internacional para que los precios de los hidrocarburos bajen, o se derrumbe la demanda de materias primas de los países emergentes. En esas condiciones de embriaguez monetaria, Evo, Choquehuanca, o quienquiera que reciba el dedazo, puede propinarle una paliza a cualquier adversario, sobre todo a los que no han entendido por dónde va la mano.

Claro, existen también otros factores, que tienen que ver con la revolución política en marcha, pero de eso hablaremos en la próxima.

jueves, 9 de junio de 2011

El escorpión y la rana (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-09-06-11)

A estas alturas, ya no hay quién pueda negar el uso político de las instancias judiciales que se hace desde el gobierno. Incluso los más acérrimos defensores del gobierno, admiten el ya célebre concepto de judialización de la política, o politización de la justicia, un jueguito de palabras que a la postre quiere decir exactamente lo mismo: si no eres de los míos, te voy a escarbar y te voy a buscar cualquier motivo para iniciarte un proceso, y pondré en marcha todo mi aparato de poder para suspenderte, apresarte o inhabilitarte políticamente.

Incluso el otro día escuchaba en la radio cómo varias personas que llamaban por teléfono, ensayaban algunas curiosas tesis orientadas a justificar la embestida del MAS; se trataría de un proceso de justicia social, pendiente desde hacen muchos años, que tiene que sentarle la mano a todo el que ocupó un cargo público o fue parte del pasado neoliberal; no importa si son algo culpables, muy culpables, o muy inocentes: como regla general, jodieron a éste país en beneficio de sus intereses, y además se enriquecieron ilícitamente a costa de las arcas del estado, por lo que no merecen perdón, ni derecho a nada. Bastante espeluznante el razonamiento, que de alguna manera refleja la bronca que mucha gente todavía siente en relación al viejo régimen y sus prácticas (hoy ya no tan viejas).

El instinto de una parte de la población parece decirles que si no se escarmienta debidamente a quienes identifican como el enemigo principal, existe el riesgo de que algún día vuelvan; ésta perturbadora idea, que ronda en el subconsciente colectivo, debe de ser sin duda una de las razones que anima al gobierno a ensañarse cada día más con sus adversarios y detractores, sin siquiera ponerse colorado.

Llámenme ingenuo, pero yo la verdad es que no entiendo la necesidad política de hacer lo que están haciendo. No me entra en la cabeza cómo es que un gobierno que ganó las elecciones con el 54% de los votos, que fue reelegido con diez puntos más, y que además gozó de una legitimidad pocas veces vista, puede cometer la barbaridad de mandar al carajo parte de su legado histórico, manchándose con el estigma del abuso de poder, el atropello y el matonaje. ¿La búsqueda del poder hegemónico justifica acaso un precio tan caro? ¿La angurria y la pulsión del control absoluto, son un reflejo inevitable, o una consecuencia fatal del mareo del poder?

La estrategia en marcha, además de abusiva y autoritaria, es suicida y evoca la fábula del escorpión que, pese a sus promesas le pica a la rana que le ayuda a pasar el rio, arguyendo que no ha tenido elección, pues su naturaleza es matar. Probablemente los frutos en el corto plazo puedan parecer jugosos, en la brutal lógica de la toma y reproducción de poder, allí donde no se pudo ganar a través de los votos, pero hay que estar muy ciego para no darse cuenta que con ello, se le está haciendo un inmenso favor político/electoral a los perseguidos.

Muchos de ellos eran ya cadáveres políticos por obra y gracia de sus propias hazañas, pero hoy se les ha dado la valiosa oportunidad de victimizarse. El gobierno, con esto, les ha dado la segunda oportunidad que la ciudadanía les había negado en las urnas. Otros, culpables hasta los tuétanos de innumerables delitos, gozan por lo menos del beneficio de la duda, al haber sido metidos en el mismo saco de los inocentes.

Por último, una reflexión algo evidente: ¿No es la restricción de la pluralidad una característica de las derechas?

jueves, 2 de junio de 2011

La llamita del 15-M (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-02/06/11)

El kilómetro cero de los españoles es Puerta del Sol, en el centro de Madrid. Ese sitio es el referente desde el que se miden las distancias de viaje desde la capital española; desde allí también se tendrá que medir a partir de ahora, el alcance de la indignación de una juventud que parece haberse dado cuenta finalmente, que las cosas para ellos, y para todos, no pueden seguir como van.

Este 15 de mayo, cientos de miles de ciudadanos (ciudadanos de tercera según ellos mismos, pero ciudadanos al fin), se organizaron espontáneamente a través del Twitter, el Facebook y las otras redes sociales en el Internet, para realizar una acción de protesta acampando en el emblemático corazón de Madrid. Primer dato clave en esta historia: tal como ocurrió en la plaza Tahrir de el Cairo, y en el resto de países en donde todavía se desarrolla la “primavera árabe”, la movilización no fue promovida ni articulada por ninguna organización en particular, ni mucho menos por partido político alguno. No hubo instrumentalización, utilización, ni clientelismo, ni prebendalismo, ni tampoco manos, intereses o financiamientos externos, los sospechosos habituales cuando se trata de deslegitimar a la comunidad organizada.

Segundo dato útil en ésta sorpresiva revuelta: las demandas articuladas sobre la marcha en modalidad de mini asambleas, no están relacionadas con las particularidades ni con los intereses específicos de los jóvenes; esencialmente se están pidiendo cambios profundos en el sistema político y en el modelo económico vigentes en Europa. In other words, como dice la canción, no se está planteando otra cosa que una revolución, y por eso el desconcierto generalizado en el país que se precia de ser la novena economía del mundo.

Los españolitos esta vez no están en la Puerta del Sol para alfombrarla de uvas y alquitrán, ni para pedir licencia para el botellón siete días a la semana. Esta vez, la inmadura y pasota juventud ibérica, ha tenido que ponerse los pantalones largos para enfrentar los problemas de la vida real, que por cierto son los mismos que afectan a la mayoría de los jóvenes del mundo. Están interpelando el sistema de partidos, la representatividad política, los niveles de participación y, en suma, todos los valores básicos de la democracia representativa liberal (la sagrada, esa que es como la ley de la gravedad). El slogan que les identifica no permite ambigüedades: Democracia real ¡ya!, ¡basta de estafas!

En el camino, también se han cargado a la clase política en general, a la que le reprochan el hecho de no haber sabido responder a la crisis económica que azota al primer mundo. Seguramente tuenen mucho de razón cuando acusan a la derecha y a la izquierda (española y europea en general) de haberse desvivido únicamente para salvarles el pellejo a los truhanes del casino financiero, a costa del sacrificio de los más vulnerables y del desmantelamiento del estado del bienestar europeo. En esa óptica, el 15-M viene a ser una consecuencia política de la crisis financiera, y de la engañosa, patética y fallida posición del PSOE y del presidente Rodríguez Zapatero para enfrentarla.

Último dato: ni el PSOE ni el Partido Popular del mediocre Mariano Rajoy han comprendido nada de lo que el 15-M encarna y significa. El bipartidismo en cuestión, sólo atina a mirar boquiabierto cómo los quinces emes se reproducen en toda España y Europa, rogando a Dios que se por sí mismos. Probablemente eso ocurra, pero nadie puede negar que se ha encendido una llamita que podría derivar en un voraz incendio.