jueves, 15 de agosto de 2013

Página 666 (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-15/08/14)


Me estoy enterando recién de que resulta que escribo cada semana en un periódico que había sido la principal trinchera político partidaria de la oposición al gobierno y a las políticas del MAS y del presidente Morales. No solamente eso. Había estado también escribiendo en un órgano que funge como brazo internacional de la ultraderecha chilena, y cuya razón de ser había sido la de torpedear desde dentro la política marítima del estado boliviano.

Grata sorpresa para este humilde servidor el sentirse militante activo de una facción radical y extremista en guerra declarada al poder establecido y en franca actitud de sedición y de traición a la patria. Digo sorpresa porque hasta el otro día yo pensaba más bien que el periódico era como muy equilibrado, y como demasiado políticamente correcto en una circunstancia histórica en la cual el poderoso régimen despliega en plenitud su vocación hegemónica. Pensaba que la excesiva y meticulosa observancia de los códigos de ética y de profesionalismo periodístico, a veces no es muy compatible con el poder cuando este es arrollador, y que a veces la imparcialidad y la objetividad pueden confundirse, en esas circunstancias, con tibieza.

Y resulta que no había sido así. Resulta que para el presidente, para el vicepresidente, para el gabinete (salvo, asumo, para la ministra que hasta la semana pasada escribía regularmente en estas mismas páginas), y para una larga colección de senadores y diputados, Página Siete es un nido de conspiradores, y subversivos pro chilenos; en otras palabras, la mismísima encarnación del diablo.

De verdad me cuesta comprender el encono del gobierno con este medio, que los ha llevado a inventar una historia de vinculación política con un partido chileno, que no resiste el menor análisis. Si algo más bien ha caracterizado la línea editorial del periódico, ha sido justamente le permanente defensa de las políticas del gobierno en relación a Chile. Mala la elección del argumento de ataque, porque para los que leen el periódico es una mentira absurda, y para los que no, el asunto es poco creíble.

Una acusación tan tirada de los pelos podría funcionar en determinados segmentos socioeconómicos, pero en las clases medias y medias-altas de la ciudad de La Paz (en dónde circula y se compra el periódico), el efecto de esta campaña de desprestigio será todo lo contrario de lo deseado.

Al parecer las rabietas del ejecutivo a veces se salen de control y generan reacciones totalmente desproporcionadas; en este caso la rabieta parece obedecer a un editorial en la cual este medio reclama mayor trasparencia en el tema de propiedad de los medios. Se dice de forma insistente, desde todos los ámbitos posibles, que el gobierno ha comprado, directa o indirectamente, una importante cantidad de medios en todo el país. Lamentablemente son cosas que “se dicen y se comentan” sin la posibilidad de corroborarlas, porque efectivamente no se explicita de manera adecuada y públicamente, la información acerca de quiénes son los dueños de los medios en el tapete de la sospecha.

Lo he dicho muchas veces y me ratifico: no veo pecado alguno en el hecho de que un medio se identifique y responda a una tendencia o a un proyecto político, mientras informe con calidad y profesionalismo; lo único que espero y demando es que establezca su posición de forma clara y transparente. En este caso para evitar especulaciones y susceptibilidades, lo que hace falta es una seria investigación periodística que dilucide el misterio de los dueños y aclare sus perfiles y nexos. Y si el gobierno no tiene nada que temer u ocultar, debería ser el primer interesado en colaborar con dicha investigación. Digo porque al final, igualito las cosas terminan por saberse.  

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