El
anuncio de la muerte del presidente Hugo Chávez la tarde de anteayer no fue una
sorpresa para nadie. La escaza información ofrecida por el gobierno venezolano,
administrada con cuentagotas en los últimos días, daba cuenta ya en clave de
agonía del inevitable desenlace final. Mucha gente piensa incluso que es muy
probable que el presidente podría haber muerto hace varios días, y que las
autoridades habrían ocultado el hecho, con la intención de anunciar el deceso
en las circunstancias propicias o deseadas, vaya usted a saber. Si así hubiera
sido, francamente no entiendo ese premeditado manto de misterio en los últimos
días, pues aquello nos recuerda únicamente los oscuros episodios alrededor de
la muerte de algunos Papas y líderes soviéticos.
Lo que sí no deja de
sorprender son las numerosas expresiones locales de júbilo registradas en las
redes sociales ante la noticia. No voy a juzgar moralmente el hecho de
alegrarse por la muerte de una persona; allá cada uno con sus creencias y con
su escala de valores. Lo que sí me parece relevante es el trasfondo político de
la gran mayoría de los comentarios, que festejaron el anuncio como si se
tratara de una victoria electoral de la oposición.
Digo, se puede comprender la
imbecilidad de los pedestres, que al calor de los hechos le meten nomás un
comentario pelotudo en el Facebook o en el Twitter, sin medir nada, conectando
a la ligera el asunto con la política local y saltando a conclusiones fáciles,
como quien papas pela. Lo que me parece patético y alarmante a la vez, es la
sarta de supuestos líderes de opinión, dirigentes políticos y referentes de la
oposición, que no han resistido el primitivo impulso de mandarse unas
interpretaciones políticas de tres líneas, que dan vergüenza ajena.
En las horas que siguieron a
la conferencia de prensa del vicepresidente Nicolás Maduro, se multiplicaron
los exabruptos de asambleístas, periodistas, ex dirigentes políticos e
intelectuales de dedo fácil, que no dudaron en postear destemplados mensajes de
odio, mezclados con apresuradas conclusiones políticas. Hubo de todo en la
infantil e histérica efervescencia digital, desde el “comienza la cuenta
regresiva para Evo”, pasando por el “muerto el perro muertas las pulgas”, hasta
el “¡ahora le toca al indio!”.
Hasta los gringos de la Casa
Blanca y el propio ex y probable futuro candidato venezolano de oposición,
tuvieron el tino político de expresar, en razonables comunicados, su pesar a la
familia y al pueblo venezolano por la muerte de su presidente. Ellos, y cualquier
ciudadano con un dedo de frente, independientemente de sus posiciones
políticas, saben que, mal que mal, ante la muerte de un primer mandatario con
ese peso en la escena internacional, la cautela y el respeto son las más sabias
consejeras.
No ocurrió lo mismo con
algunas de nuestras figuritas públicas locales, que nos regalaron unas perlas
dignas de su espíritu carroñero. Una buena parte de los medios escritos del
país, también cayó en la tentación de apresurar análisis del pos chavismo;
obviamente éstos resultaron divergentes y contradictorios, sencillamente porque
no es el momento de hacerlos.
En el otro extremo también
hubo excesos y homenajes en boca de algunos a los que resulta difícil creerles.
En fin, la noticia no fue la muerte de Chávez, sino los disparates que tuvimos
que leer en estos tiempos de todo vale en el internet.
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