lunes, 20 de agosto de 2012

Luces de un balance energético (Artículo de análisis-Suplemento Ideas-Página Siete-19/08/12)


No cabe la menor duda de que la nacionalización de los hidrocarburos y el régimen autonómico son dos ejes esenciales sobre los que ha transitado el proceso político de las últimas décadas. Hoy, ambos temas se hallan sostenidos por una nueva estructura legislativa/constitucional que, en teoría, debía haber resuelto la querella política de fondo y sobre la cual debía haberse construido el nuevo estado.
Han pasado ya varios años desde la promulgación de las leyes y decretos que intentaron modificar el régimen de hidrocarburos y también desde la promulgación de la Nueva Constitución Política que le dio forma al Estado Plurinacional Autonómico, y todavía resulta difícil leer la realidad detrás de lo meramente enunciativo y lo discursivo.
En la nebulosa atmósfera marcada además por una permanente coyuntura de conflictividad, altamente distractiva, la información básica y cuantitativa puede resultar muy útil. En ese sentido,  los resultados del Balance Energético Departamental 2005-2009, Santa Cruz, Cochabamba, La Paz – Insumos para la planificación energética subnacional (Cedla/Plataforma Energética), sirven para refrescar la mirada sobre las relaciones entre energía y descentralización, desde datos, tanto reveladores como alarmantes.
La investigación es básicamente un instrumento que refleja de manera organizada la evolución de la producción, el comercio, la transformación y la demanda de energía, así como su relación con la actividad económica de las regiones. Y uno de los datos relevantes que arroja, muestra la insolvencia energética departamental; resulta que la incapacidad de autosuficiencia de los departamentos del eje central solamente puede ser resuelta por la provisión de gas natural y petróleo provenientes del Chaco tarijeño y chuquisaqueño, desde donde se abastecen los gasoductos de exportación al Brasil y a la Argentina. También se advierte que la tremenda caída en la producción de hidrocarburos de Santa Cruz y Cochabamba no solamente ya no logran cubrir su propia demanda, sino que hubiese afectado seriamente los ingresos departamentales, de no ser por la subida de los precios de exportación del gas.
La política adoptada desde el más puro centralismo, de haber concentrado la actividad en una pequeña región que debe atender la exportación, y con el saldo abastecer el mercado nacional, fue parte de la apuesta neoliberal de los noventa y, curiosamente, no ha cambiado significativamente hasta la fecha. El tema no funciona desde ambos flancos: no contamos con una verdadera política energética nacional capaz de superar en la práctica la herencia del modelo privatizador, y los departamentos aún no han sido capaces de afrontar los desafíos planteados a través de las nuevas competencias y funciones del régimen autonómico; se supone que en el ejercicio pleno de las autonomías, éstos deberían estar planificando la gestión política y económica de sus regiones y, específicamente, planificando sus sistemas energéticos. Pero con una nacionalización incompleta e insuficiente, y un desarrollo autonómico que ni siquiera da señales de despegue, los datos se encargan de confirmar una realidad harto alejada de la estampa oficial, tanto a nivel nacional como departamental.
Cosa parecida ocurre en el ámbito municipal, con el agravante de que las definiciones de la gestión pública descentralizada ni siquiera han definido con precisión el alcance de las competencias de las alcaldías. Esto adquiere ribetes de dramatismo, si consideramos que el consumo de energía que se da en las ciudades constituye la mayor parte de la demanda energética nacional.
En relación a esto, la investigación citada revela también que el consumo de energía en el sector del transporte ha subido un 45% en los cinco años estudiados, y se ha convertido en el principal consumo energético tanto a nivel departamental como nacional; un tema en apariencia tan abstracto nos afecta directamente en la calidad de vida, puesto que la regulación del transporte urbano (liberalizado al infinito) no podrá ser racionalmente regulado mientras los gobiernos subnacionales y las alcaldías no intervengan activamente en la planificación del sistema energético nacional.
El estudio muestra distintas series de información relevantes, pero tan solo los datos mencionados deberían llamarnos la atención acerca de los vacíos y del camino errático en el que nos encontramos todos. Digo todos pues si bien la ausencia de una política energética que supere la renegociación de contratos con las petroleras es una responsabilidad política del gobierno central, en este baile están también involucrados los gobiernos departamentales y los municipios, los que deberían estar seriamente interesados en conocer, por lo menos, dónde están parados en términos energéticos, antes de afrontar retos mayores de desarrollo.
Si el análisis, el debate y las propuestas de solución no se ejercen desde las regiones y municipios, podemos esperar sentados alguna iniciativa del poder político central, y seguir dando vueltas indefinidamente sobre los escasos avances de la nacionalización y del proceso autonómico. 

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