jueves, 16 de agosto de 2012

El dedo en la trampa (Columna de opinión Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-16/08/12)


Los candidatos de la democracia del marketing electoral y la comunicación política no dicen en público nada que esté fuera de la sagrada estrategia. Cada palabra, cada gesto y cada acción supuestamente están fríamente calculados y responden a un cuidadoso guión, que importa mil veces más que idioteces anacrónica tales como la ideología, los valores humanos o el compromiso con ciertas causas. Para eso los políticos invierten verdaderas fortunas en el servicio permanente de una legión de encuestadores, estrategas y asesores de imagen que les soplan en la oreja qué tienen que decir, cómo lo tienen que decir y cuándo lo tienen que decir.
Sin embargo, parece que el carácter de Samuel Doria Medina no se ajusta mucho a esa disciplina, pues pese a que es de conocimiento público que como dirigente político y como empresario utiliza estas herramientas de marketing, decidió no hacerles mucho caso, embarcándose en una febril utilización de las redes sociales, sin ningún tipo de filtro previo.
Hace ya varios meses que el jefe de Unidad Nacional le andaba dando duro al telefonito con una avalancha de mensajes, tanto en el Facebook como en el Twitter; frasecitas sueltas por aquí y por allá para referirse, igual a temas medio triviales como a asuntos de profundidad. Al diablo la estrategia y la mesura, frente a la tentación de la inmediatez, de la ocurrencia y de las felicitaciones de sus seguidores internautas.
Y claro, pasó lo que tenía que pasar: la adicción a los fáciles “Me Gusta”, terminaron costándole caro. En vez de utilizar el internet como una herramienta de apoyo, se metió de lleno en el espíritu de las redes sociales, es decir en el chismerío. La monumental metida de pata (en esta caso metida de dedo), más allá de la polémica, reviste cierta gravedad en la medida en que, con ella, Doria Medina ha roto un código; se transgredió un límite, hasta ese momento respetado en la política boliviana, que dice que, pese a la brutalidad de algunas de nuestras prácticas, hay ciertas cosas que no se hacen, ni se dicen.
Si bien el chisme es un rasgo característico de nuestra vida política, éstos están reservados para la copucha de cóctel, y nunca se ventilaron en los medios, y menos a través de declaraciones de dirigentes. Seguramente en los Estados Unidos, en donde prima el pseudo puritanismo público, ese tipo de práctica es moneda común y además funciona electoralmente, pero acá no es así; por eso, si fue un comentario con intenciones políticas, y no solamente un desliz, el grado de desubicación sería realmente alarmante.
En cualquier caso, creo que todo el mundo coincide en que fue una ordinariez descollante, incluso en estos tiempos en los que estamos habituados a barbaridades de calibre mayor. Para peor, tanto el comentario, como la explicación y las disculpas, estuvieron teñidos de un tono de autosuficiencia que ciertamente no contribuyen en nada a disipar la imagen de soberbia que muchos tienen del líder político.
Veremos todavía qué es lo que ocurre en adelante y cuáles pueden ser los impactos en el escenario político electoral. Por lo pronto, queda fuera de toda duda que Samuel se ha echado gratuitamente encima la condena social de, por le menos, millones de mujeres indignadas. Habrá que ver sin embargo si la decisión política del gobierno, de “escarmentarlo” con procesos judiciales, no le permitirá en el futuro voltear la torta, mediante el recurso de la victimización. Con ello quedaría ampliamente demostrado aquello de que, en política, todo es posible.         

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