jueves, 7 de abril de 2011

El Bolívar en su laberinto (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-07/04/11)

Los bolivaristas recién se están desayunando con que su club había tenido dueño, y ellos, patrón. Ahora que terminó la luna de miel con los billetes, ahora que ya es difícil estirar más las promesas, ahora que nadie está, ni podría estar, contento con los resultados, ahora que las papas queman, resulta que los más ingenuos están cayendo en cuenta que pueden tirarse al suelo y patalear cien mil veces, y que el resultado será como quejarse contra el banco (y no precisamente el de suplentes, ¿me entiende?)

Esta pequeña pesadilla no figuraba en el libreto, y nunca debió haber ocurrido. Se suponía que la inversión desinteresada y millonaria realizada por el mega empresario Marcelo Claure, les iba a suponer a los celestes un salto cualitativo que dejaría en ridículo al resto de los equipos en toda Bolivia. Nadie esperaba que eso ocurriera de la noche a la mañana, pero después de cuatro años, creo que no hubo bolivarista que no imaginara a su club, como mínimo, codeándose con los grandes de Sudamérica.

La realidad indica que nada de eso ocurrió, y que hoy el Bolivar es un equipito más de la pobre liga boliviana. Goles más, goles menos, está en el mismo nivel de mi entrañable y miserable Strongest, y lejos del mejor equipo del país, Oriente Petrolero. Las expectativas fueron lo único grande, y el Bolívar está un poco como la economía del país, con mucha plata, pero sin crecimiento.

Pero lo tragicómico recién viene ahora. Cuando las cosas no andan bien en un club por largo tiempo, se estila, en todo lado, echar al técnico; si las cosas siguen saliendo mal, generalmente se busca cambiar a la dirigencia, es decir al presidente del club. Los pobres bolivaristas que en este momento están pensando que ha llegado el momento de cambiar la dirigencia, tendrán que toparse a fin de año con una parodia de democracia en la que tendrán que elegir entre el empleado del patrón y algún otro suicida que se atreva a hacerse cargo del club, con el dueño del billete al frente. Claure ya se ocupó de curar en salud a los posibles voluntarios, indicando el perfil deseado y los requisitos mínimos para aceptar o rechazar candidatos, amenazando veladamente con la disminución al mínimo de recursos para la ex institución, si es que resultara elegido presidente alguno que no sea de su agrado.

La academia es ahora una empresa inmobiliaria en la que Baisa S.A., evidentemente, cubre toda las planillas y los costos administrativos, pero a cambio, eso sí, de todos los ingresos (entradas, sponsors, derechos de televisión, participación en torneos internacionales, venta de jugadores, etc.), y del usufructo de los predios y propiedades del Bolívar, ¡por los próximos dieciséis años! (¿será por eso que la prioridad es construir un rascacielos en Obrajes?)

No tengo nada en contra de Claure, ni de sus exitosos negocios, ni de sus legítimos deseos de comprar sus más caros sueños. Pero siempre he estado militantemente en contra de que las instituciones sean compradas por personas, sin importar sin son buenas o malas. Los clubes de fútbol, al igual que los partidos políticos, las universidades o cualquier otra institución, son una suma de historia, de principios, de valores, de individuos y de otros intangibles, que los hacen únicos para quienes pertenecen a ellos. Jamás deberían ser vendidos a ningún individuo, ni por todo el oro del mundo.

Cómo se extraña la figura de dirigentes como Mario Mercado o Rafael Mendoza, que pusieron alma, vida, corazón y mucho dinero en sus clubes, y nunca pretendieron ser sus dueños.

1 comentario:

  1. Mientras menos de política y mas de asuntos generales, mejor se pinta el blog. Adelante con el blog!

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