Lo peor que podía pasarle al gobierno de Evo Morales, desconectado de la
realidad hace ya mucho tiempo, era entrar además en estado de pánico político; y
eso es lo que precisamente le ha ocurrido en el transcurso de las últimas semanas.
Han sido varios factores los que han llevado el pánico a la máxima dirigencia
masista y a los responsables de campaña.
El primero son las encuestas; las que se publican en los medios, pero sobre todo las
propias, que les han confirmado que, de mantenerse las cosas como están, sufrirán
otra derrota el próximo 21 de febrero.
El verdadero problema para ellos es que las tendencias anuncian que la derrota ser í
a tan contundente, que ni siquiera les permitiría echar mano del órgano electoral (en
el que según las mismas encuestas, la gran mayoría de la gente desconfía) para
arreglar el resultado.
Las demoledoras cifras, para colmo de males más o menos parejas en todo el país,
parecen haberlos tomado por sorpresa, confirmando otra vez el grado de borrachera
que el poder y el dinero les han ocasionado.
Sorprendidos pero algo incrédulos todavía, se comenta en el mundo político que
convocaron a varios de sus operadores políticos territoriales con los que
compartieron las amargas revelaciones de las encuestas; les habrían pedido a estos
operadores además, que les contaran “esta vez diciendo la cruda verdad”, cómo veí
an las cosas en sus regiones. Las respuestas al perecer fueron peores que las
encuestas: un verdadero drama expuesto por su propia gente, y no por la derecha
vende patria.
La coyuntura regional ha sido obviamente otro factor que ha contribuido a que los
otrora súper poderosos y ultra seguros de sí mismos, pasen del nerviosismo al
pavor. No es para menos.
La imprevista caída de la Kirchner, sumada a la bajada de Correa, sumada a la
derrota del Chavismo (prevista esa sí, pero no con márgenes tan demoledores),
sumada a lo que parece una crisis terminal del PT en Brasil, son noticias como para
meterle terror al más macho.
Como lo sabe todo el mundo, el miedo es el peor consejero posible. Y es así como el
MAS, presa del pavor de perder una elección a la que se metió solito, y de la que es
muy tarde para retirarse, ensaya un nervioso análisis que lo lleva a pensar que van a
perder la elección por el impacto del escandaloso Fondo Indígena.
Y entonces hacen un giro y pasan de la minimización, el encubrimiento y la
instrumentalización judicial para castigar sólo a los disidentes, a una posición
completamente distinta, que han denominado “caiga quien caiga”.
El giro desesperado incluye el sacrificio de varios de los suyos, incluida Nemesia
Achacollo, cuyo sacrificio estaría reservado para el momento cúspide de la
representación. Todo esto con la esperanza de que así, el país súbitamente
cambiará de opinión en torno a la corrupción gubernamental.
¡Oh borrachitos!, no se dan cuenta que al artificio no hará otra cosa que terminar de
demostrar que el gobierno utiliza a la justicia como se le da la gana en provecho
propio, y que eso es lo más corrupto que puede haber.
Tampoco se dan cuenta que los sacrificados no van a morir callados, y que cuando
suelten la lengua, van a terminar involucrando seriamente a los verdaderos y últimos
responsables: los miembros del directorio del Fondo y quienes los designaron, y allí
aparecerán varios ministros más, incluido el ministro Arce Catacora.
Y finalmente, el miedo tampoco les permite ver que, pese a que la mayoría del país
está convencida de que son unos corruptos, esa no será la razón por la que votarán
por el NO en febrero.
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