jueves, 23 de julio de 2015

La otra droga (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-23/07/15)

El síndrome de abstinencia está llevando al Gobierno a cometer crímenes ambientales. Eso es lo que les pasa a los adictos a la droga, y eso es lo que le está pasando también al Gobierno, en este caso con las divisas del gas: cuando la droga se empieza a acabar y la plata escasea, se sale a la calle y se comete alguna fechoría para satisfacer el vicio. La decisión de meterle “con fuerza” a la exploración de hidrocarburos en las áreas protegidas, es una lacerante prueba de la adicción del gobierno a la droga del extractivismo y el rentismo. Si bien es cierto que estos vicios han corroído a la república desde su nacimiento, la última década ha sido, en ese sentido, una verdadera orgía de sexo, drogas y rock and roll. El gobierno del cambio, que llegaba limpio, con voluntad firme y con un claro discurso contra el vicio, intentó resistirse, pero terminó sucumbiendo frente a las grandes dosis de divisas gasíferas que el mercado internacional introducía en sus venas. La idea era usar las divisas para construir una economía que no dependiera de ellas; había que invertir, sembrar y regar ese chorro de divisas, evitando la tentación del consumo personal, porque allí es cuando se convierte en droga y te puede terminar matando. Pero como suele ocurrir con las drogas, la cosa empezó de a poquito y la dosis fue aumentando hasta convertirse en un problema (pese a que el drogadicto siempre es el último en enterarse de que realmente tiene un problema). Primero comenzaron a consumirse las divisas en bonos redistributivos y en programas sociales, cosa que bien administrada no hace daño, hasta puede ser muy beneficioso; una droga blanda que debería legalizarse podrían decir algunos. El problema es que como piensas que no hace ningún daño, entonces aumentas la dosis y te pasas a una droga más dura, y allí comenzaron las fábricas de cartón y otros ene mil proyectos adefesiosos que fueron ya fruto de la euforia de la droga nomás. Y una cosa lleva a la otra y cuando el enfermo no se ha dado ni cuenta, se encuentra metido hasta el cuello en una arena movediza mortal; así es como terminó el gobierno en el turbio final de fiesta, planeando centrales nucleares, estadios megalómanos, aviones privados, teleféricos sobre avenidas, y otros delirios propios del exceso. La droga, cuando no tienes la capacidad para administrarla, es así, al principio te hace sentir más capo, más lindo y más irresistible, pero cuando pierdes el control terminas siendo un enajenado, desconectado de la realidad, un violento irascible, un paranoico y finalmente un peligro público. Con los precios internacionales de los hidrocarburos en una baja sostenida, y una caída en los ingresos de divisas de alrededor del 30 por ciento, el presidente Morales parece haber entrado en el pánico de la abstinencia, pues no se puede explicar de otra manera el desparpajo con el que ha anunciado el aniquilamiento de las zonas protegidas. Con esta decisión, el presidente ha terminado de pisotear su propio discurso, pero también ha perdido la vergüenza en la defensa de una intervención que lo coloca, ante los ojos de su país y del mundo entero, en un simple y llano neoliberal depredador. Si esto no es una alarmante señal de enajenamiento y descontrol, por favor, díganme qué es. El poder y las divisas se han convertido en una droga que está matando a este gobierno, eso está claro; lo que aún está por verse es si los efectos secundarios no nos han vuelto también adictos a todos.

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