jueves, 26 de junio de 2014

El parto de los montes (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-26/06/14)

El tema de las alianzas ha copado la ya de por si pobre escena preelectoral. Tanto se habla de alianzas, de unidad, de bloques y de multi fórmulas, que parece que hemos perdido la perspectiva de las cosas y además, la memoria histórica. Y cuando las cosas no salen bien de entrada, naturalmente, y empiezan a trabarse y a perder sentido, es bueno detenerse a pensar en las causas y razones y, de paso echarle una miradita al pasad, que eso nunca viene mal. Comencemos por ahí. A las alianzas preelectorales nunca le ha ido muy bien en el ejercicio del poder; la UDP fue un desastrito desde el día uno, y solamente la actitud personal del presidente Siles Suazo le permitió a ese gobierno escribir algunas páginas notables de la historia política contemporánea. Aun así, el estigma del fracaso udepista, sobre todo en el plano económico, sigue flotando en nuestras mentes, más de treinta años después. El más reciente e insólito Acuerdo Patriótico entre la ADN y el MIR, también pudo producir un presidente, y también fue un fracaso mayúsculo, responsable en gran medida del derrumbe definitivo del sistema político. Los gobiernos que han podido dejar huella en la historia, para bien o para mal, son los que no han requerido de grandes alianzas preelectorales; Paz Estenssoro en 1985 y Sánchez de Lozada en 1993 a través de pactos congresales, y Morales el 2005, que no necesitó ni de uno ni de otro. Me dirán que ahora no se trata de pensar en un gobierno que haga historia, sino de restarle o arrebatarle el enorme poder que ha intoxicado al MAS. De acuerdo, puede ser que en esa línea de razonamiento se justifique la idea de las alianzas a como de lugar. El problema es que la cosa no funciona porque la gente se da cuenta perfectamente que las alianzas no son alternativas políticas ni de poder reales, y que además, desde la oposición, han demostrado una incongruencia y una fragilidad fuera de serie. A Tuto Quiroga y a Manfred Reyes Villa no solamente les fue como la mona electoralmente con sus respectivas alianzas, sino que también demostraron, desde el congreso y desde los gobiernos departamentales, no tener la coherencia para enfrentar el poder del MAS que, a las malas o a las buenas, se los comió crudos cuantas veces quiso. Las alianzas forzadas, basadas en la carencia y en la necesidad, no garantizan necesariamente una oposición efectiva, no consolidan liderazgos a futuro, y definitivamente no constituyen alternativas serias. El electorado intuye por experiencia esas falencias, y debe ser por eso que, según mi humilde percepción, se ha generado tan poco entusiasmo alrededor de la alianza entre Doria Media y Suárez. Más allá de los involucrados, no he sentido ningún fervor ciudadano que de luces de esperanza. Más allá de los análisis, a mí, en lo personal, la tan esperada dupla me ha generado una inquietante sensación de pasado. No he podido evitar, pese a que mucha agua a pasado bajo el puente, la imagen del mirismo aliado con el adenismo y, por tanto la reedición fantasmagórica del Acuerdo Patriótico. Si bien es una alianza natural de derechas, me deja un gusto a derecha residual, y no a la nueva y vigorosa derecha, tan bien representada por el gobierno. Tampoco me ha pasado desapercibida la crudeza con la que UN ha desechado a los utilitarios miembros del efímero Frente Amplio, que luego de habérselas jugado por Samuel, han quedado en completo ridículo. De la nueva posición de Costas y Del Granado, hablaremos más adelante.

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