jueves, 2 de febrero de 2017

#VerdadesSinFiltro (Columna Página Siete-02/02/17)

Nuestro maltrecho gobierno sufre un montón de enfermedades de diversa índole; unas son pasajeras y todavía tratables, otras, infecto contagiosas y otras terminales.

Son tantas, que el solo enumerarlas me tomaría la página entera, y probablemente todo el cuerpo central del periódico.

Me limitaré entonces a señalar solamente una de sus afecciones, de rasgo psicoló
gico y peligrosísima para quien la sufre y para quienes lo rodean: la mitomanía. Este
comportamiento mentiroso compulsivo del gobierno se agrava aún más con su
habitual mecanismo de defensa, mediante el cual atribuye a otros sus propios
defectos: la proyección psicológica.

El grosero invento del supuesto Cartel de la Mentira, en el que han gastado ingentes
cantidades de tiempo y recursos públicos, es, sin duda, un claro síntoma de estos
males.

En la larga colección de mentiras que el gobierno ha acumulado, hay mentiras que
pueden ser consideradas pecados veniales, como el título del vicepresidente, la cara
conocida del presidente, o la salvadora lluvia sobre la sede de gobierno, mentirijillas
al fin, pero hay otra mentiras que son realmente pecados mortales.

Y lo terrible es que estamos tan inundados de mentiritas, que hemos dejado de prestarles la debida atención a las mentirotas, que son las que realmente importan.

La mentira de la nacionalización de los hidrocarburos como obra de este gobierno
con un decreto, cuando la verdad es que todas y cada una de las disposiciones se
encuentran establecidas en la Ley de Hidrocarburos y en sus decretos
reglamentarios, y cuando la verdad es que todo eso ocurrió antes de que el MAS
llegara al gobierno.

La mentira del anticapitalismo, cuando la verdad es que los hechos y las acciones
del gobierno demuestran que hoy vivimos un capitalismo mucho más acentuado y
salvaje, impulsado por una súperburguesía capitalista, integrada por nuevas y viejas
elites, unas legales y otras no tanto.

La mentira del aintiimperialismo, cuando la verdad es que solamente hemos
cambiado de patrones, entregándole el país a la voracidad asiática, a cambio de
negocios truchos y muchas veces medio turbios, y a cambio de una deuda que no
van a alcanzar a pagar ni nuestros tataranietos.

La mentira de la soberanía económica y el blindaje de nuestra economía, cuando la
verdad es que el brutal extractivismo al que se ha abandonado el gobierno, nos ha hecho más dependientes y más vulnerables que nunca en nuestra historia económica.

La mentira del pachamamismo y el respeto a la Madre Tierra, cuando la verdad es
que no han vacilado en arrasar con el Tipnis y cuando pretenden hacer algo peor
con la represa del Chepete, entre otros múltiples crímenes ambientales sumados en
once años.

La mentira del Ama Sua y de la transparencia, cuando la verdad es que, lejos de ser
microcorrupción, la megacorrupción reinante ha superado con creces todo lo que
habíamos visto, incluidos los gobiernos militares.

La mentira del gobierno indígena, cuando la verdad es que han atropellado los
derechos y las conquistas de los pueblos indígenas las veces que se les ha dado la
gana, para favorecer intereses económicos de sus acólitos.

La mentira de la revolución democrática, cuando la verdad es que han pisoteado
sistemáticamente los principios democráticos y los preceptos constitucionales, para
satisfacer su angurria de quedarse en el poder y cuando la verdad es que, en ese cometido, no han tenido el menor reparo en anular en los hechos el referéndum del
21F.

¡Uy!, ¿Viste? Ya se me acabó el espacio y no voy ni en la mitad del listado de las
grandes imposturas, pero la idea es que no nos perdamos en el champerio de las
mentiritas y no perdamos de vista las mentirotas, porque detrás de ellas están las verdades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario