jueves, 7 de mayo de 2015

Histórico (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-07/05/15)

El referirse a un evento como un hecho histórico, ha ido perdiendo paulatinamente su valor y su efecto por su uso alegre de parte de periodistas y políticos. Incluso los locutores deportivos recurren a esta figura, cada vez que algo les parece inusual. Sin embargo hoy no dudo un instante en afirmar que nuestro país vive un momento histórico con el inicio de las audiencias públicas en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Bolivia está escribiendo una importante página de su historia con una iniciativa que, a mi juicio, nos pone más cerca que nunca de una solución definitiva a nuestro problema de enclaustramiento; siempre y cuando comprendamos que cerca no significa pronto, ni tampoco significa una solución ideal. Me animo a decir esto intentando abstraerme del natural entusiasmo patriótico que la circunstancia origina, y fijándome más bien en constataciones fácticas, unas más evidentes que otras y todas susceptibles también de ser rebatidas. Partamos del hecho de que la estrategia boliviana es fresca, novedosa y brillante. Pese al fatalismo de muchos, que sostenían que nunca encontraríamos una manera de apretar a los chilenos, hemos encontrado un argumento legal que nunca vieron venir, y que nos permite usar en su contra un rasgo característico de su comportamiento: el vuelteo, el pasteo y el engaño. La viveza criolla de los chilenos, basada en hacernos creer cosas indefinidamente y en jugar con nuestras expectativas, ha resultado en un derecho jurídico ante el cual nuestros vecinos tendrán que responder, pero esta vez ante a un tribunal internacional, frente al que las triquiñuelas son inocuas e inclusive peligrosas. El equipo político boliviano es, lo menos decir, de primera línea. El Canciller ha demostrado es ese escenario, que le sobran las destrezas diplomáticas que le faltan en la política local. Eduardo Rodríguez y Carlos Mesa están luciendo sus mejores capacidades en el plano jurídico, académico/histórico y comunicacional, y aportando además gran contundencia estatal en su condición de ex presidentes. Un lujo, opacado únicamente por la vergonzosa presencia de Sacha Llorenti. La imagen del presidente Morales, percibido afuera como una figura de renombre internacional, completa a este potente equipo y constituye un importante factor a favor de la causa nacional. Pero en realidad me pernito esta dosis de optimismo en base, no solo a la contundencia de nuestras razones y argumentos, sino en base a algo que a muchos les puede parecer extraño, pero de lo cual estoy convencido. Creo firmemente que esta es el mejor camino y la mejor oportunidad para los chilenos, de resolver su problema con Bolivia. Más de uno de los varios ofrecimientos y propuestas realizadas por Chile fueron legítimos y de buena fe, y no llegaron a concretarse por un natural temor de sus mandatarios a pasar a la historia como traidores a la patria. Yo creo que, en caso hipotético y deseable de que el fallo de la corte fuese favorable a Bolivia, eso le dará la oportunidad a algún próximo presidente chileno de resolver el asunto, sin tener que tomar él la decisión. Lo que deberá hacer a quien le toque afrontar el fallo, es explicarle a su país que la comunidad internacional les ha puesto un revolver en la sien, y que deben decidir entre convertirse en renegados del derecho internacional (cosa no conveniente para sus negocios), o arreglar de una vez por todas este fastidioso asunto con Bolivia, decidiéndolo mediante un referéndum. Creo de verdad, que si los gobernantes y los ciudadanos chilenos son capaces de percibir esto como una forma de evitar perjuicios económicos futuros y además como una oportunidad para obtener otros beneficios económicos con nosotros, sin el costo de sentir el peso de la historia sobre sus espaldas, las posibilidades de un arreglo a futuro podrían ser razonablemente buenas.

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