jueves, 29 de septiembre de 2016

Evo Force One (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-29/09/16)

Si a algún lugar tenía que haber viajado Evo Morales en su condición de presidente, era a la firma del Acuerdo de Paz entre las FARC y el estado colombiano, en Cartagena. Y no lo hizo.

El viajero frecuente más caro de nuestra historia presupuestaria, curiosamente esta vez decidió ahorrarnos unos pesos no asistiendo a lo que probablemente fue uno de los eventos más importantes del continente en los últimos diez años.

El hombre que le compró con nuestro dinero un avión de lujo por cuarenta millones de dólares a uno de los quipos de fútbol más ricos del mundo, para poder viajar con la facilidad y la comodidad de un presidente del primer mundo, cuando quisiera y adonde quisiera, decidió no asistir a un acto trascendental e histórico, en el que vimos a decenas de personalidades mundiales, honrados y orgullosos de estar allí.

El hombre que viaja literalmente todos los días de Dios, y a veces incluso dos veces al día, la mayoría de las veces con fines proselitistas y en muchos casos con el único objetivo de jugar un partido de fútbol, gastando sumas astronómicas de nuestra plata en horas de vuelo del Evo Force One, seguramente tenía algo más importante en su agenda, el momento en que en la región se ponía fin a un conflicto de cincuenta años.

El canciller Choquehuanca dijo que Morales no fue porque no lo invitaron oficialmente. Si esto fuera cierto, el asunto de verdad sería gravísimo, pues querría decir que Morales ha llevado al país a una condición de aislamiento regional e internacional realmente preocupante.

Si invitaron a todos, independientemente de su color político o ideológico, menos a ti, es que el responsable de las relaciones exteriores durante los diez últimos años tiene un problema muy serio, o que ya tienes una fama de provocador que podría arruinar la fiesta.

Pero bueno, la propia canciller colombiana se ocupó de aclarar que eso no fue cierto, y que, sin lugar a ninguna duda, invitaron a Morales, no una, sino tres veces.

Lo que nos dice por un lado que el gobierno ya se ha acostumbrado a mentirnos descaradamente sin ponerse ni siquiera colorados. El jefe de gabinete, cabeza de la diplomacia, número dos del MAS y posible sucesor de Morales como candidato presidencial, nos miente con premeditación, y debo decir, algo de alevosía cuando se le escuchó desafiar a que alguien le mostrara la invitación.

Por otro lado, el incómodo desmentido de la canciller colombiana nos dice que han debido ser otras las razones para que Morales decidiera, esta única vez, no realizar un viaje.

Me inclino a pensar que para alguien que concibe la política, la democracia y la vida misma como una guerra permanente, un evento en el que se celebraba la paz, no era precisamente algo de su interés. Para alguien que ha hecho de la confrontación la columna vertebral de su gobierno, un acto en el que se apuesta por la paz y no por el enfrentamiento, debe sonar a una reunión de debiluchos sin carácter.
O probablemente cedió ante las opiniones de varios de sus hombres más cercanos, fervientes partidarios de las luchas armadas, que le han debido decir que allí no había nada que celebrar, y que el acuerdo era una capitulación inadmisible de la guerrilla.

Como podrán ver, sea cierta o falsa la explicación del canciller, en ambos casos estamos nuevamente frente a un desastre que, en cualquier gobierno del mundo hubiera ocasionado que algunas cabezas rueden. Pero en el mundo al revés del MAS, esto ya es parte de lo normal.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Imprudencia, ignorancia o mezquindad (Columna Bajo la Sombra del Olivo- Página Siete-22/09/16)

La posición y las recientes señales de Evo Morales frente al gobierno de Brasil pueden denotar imprudencia, ignorancia, resignación, mezquindad o, en el peor de los casos, una mortal combinación de las cuatro cosas.

Ese es el problema con la gente que no dice lo que piensa y que no hace lo que dice; con ellos tenemos que estar siempre adivinando cuáles son sus razones y cuáles son sus impulsos, ante situaciones y asuntos que, aunque les cueste entender, son de incumbencia pública.

Hace meses atrás, cuando Dilma Rousseff fue suspendida temporalmente del cargo de presidenta en espera de la determinación final del senado brasileño, la cancillería boliviana emitió un comunicado condenando enérgicamente lo sucedido, e indicando que se trataba de una acción que vulneraba la democracia en el vecino país.

Cuando Rousseff fue destituida de su cargo definitivamente, el gobierno boliviano cumplió la amenaza de retirar a su embajador de Brasilia, llamándolo a consultas.

Anteayer, cuando el presidente Temer se aprestaba a dar su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, Morales junto a los cuatro amigos que le quedan la región, se retiraron de la sala en son de protesta, enviando una señal de enemistad al gobierno brasilero, en el foro diplomático más importante del mundo, desde el punto de vista simbólico, claro está.

Podría pasarme el día enumerando la colección de ataques y agresiones de personeros del gobierno al nuevo presidente del Brasil, pero para muestra, en este caso bastarán tres botones.

Como usted sabrá, estimado lector, nuestro país vive esencialmente de la exportación de gas, y nuestro principal cliente en ese negocio es justamente el estado brasileño. Nos toca además, en poco tiempo, renegociar el contrato con ellos, y la primera reacción de los brazucos ha sido mandarnos una señal de advertencia de que podrían bajar sus volúmenes de compra a la mitad, librando la otra mitad a que nos las arreglemos como queramos o como podamos, con una serie de agentes privados.

Que un pinche columnista despotrique contra el nuevo gobierno brasileño es intrascendente para la política y los negocios internacionales, pero que lo haga el presidente o el canciller, es, como mínimo, una gran imprudencia.

Que Morales piense que nada ha cambiado ni en Bolivia ni en la región, y que puede decir impunemente todo o que se le pase por la cabeza, como ocurrió con los gringos cuando le sobraba la plata y cuando formaba parte de un bloque regional que lo protegía y lo mimaba, es también, cuando menos, pecar de ignorancia.

También puede haber algo de ignorancia si está pensando que como los brazucos necesitan todavía parte nuestro gas, estarán obligados nomás a renegociar el contrato en iguales o mejores condiciones. En ese caso estaría ignorando que, con mala voluntad política, los hermanos mayores del barrio podrían renovar el contrato para cumplir con la demanda que hoy todavía no pueden satisfacer, pero hacerlo poniéndonos un montón de dificultades y piedritas en el camino.

Podría ser también que esta actitud medio suicida se deba finalmente a una suerte de resignación a que no podrá forzar un nuevo referéndum para su reelección, sin perder nuevamente, y al mezquino reflejo de decir: como yo ya no voy a estar, jódanse entonces sin la gallina de los huevos de oro, y que mi recuerdo sea el de la bonanza, para preparar mi retorno.

Todo es posible, pero insisto, lo peor es que lo más posible es que se trate de una horrorosa combinación de todos esos factores.
 

jueves, 15 de septiembre de 2016

Las siete perlitas del gobierno en la semana (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-15/09/16)

¿Se supone que los ciudadanos deberíamos temblar de miedo con cada arremetida
autoritaria del gobierno, y, por lo tanto, dejar de pensar y de opinar? Digo esto porque flota en el aire político un tufillo de intolerancia creciente, que parece apuntar al silenciamiento definitivo de la sociedad civil.

Ya no puedes decir ni pío sin que te salten al cuello, acusándote de conspirador, traidor a la patria, vendido, discriminador, y sin que comiencen inmediatamente a revisar el código penal, para ver qué figura pueden forzar para sentarte la mano.

Los bolivianos no habíamos vivido nada ni remotamente parecido a esto, en ninguno de los gobiernos del periodo democrático más prolongado de nuestra historia; hagamos un poco de memoria, y veremos que ni en los momentos de mayor tensión social, nunca vimos rasgos tan intolerantes y tan autoritarios.

Cada día que pasa el tono de la prepotencia es peor, y, como es lógico, la consistencia y la seriedad de los ataques y las acusaciones es menor; el problema es que como el tono ha ido creciendo de a poco, uno no se da cuenta realmente del grado al que han llegado las cosas, hasta que te sacudes un poco la cabeza, y te das cuenta que no te sentías así, desde la época de los milicos.

Basta con hacer el ejercicio de recordar nomás las barbaridades que hemos escuchado la última semana para darnos cuenta del grado esquizofrenia política que sufre el gobierno.

La brutal pelea del gobierno con una de sus facciones cogobernantes, que derivó en el macabro asesinato de uno de los hombres del presidente, es, según el ministro de gobierno, de exclusiva responsabilidad de los medios de comunicación y de la oposición.

Siguiendo la línea de amenaza del vicepresidente, la vice ministra de Medio Ambiente nos advierte que no se nos ocurra decir nada más en relación a las represas del Bala y del Chepete, porque todo lo que digamos será una mentira, hasta que el gobierno no determine cuál es la verdad oficial y absoluta.

Los ministros de Transparencia y de Defensa, en vez de hacer el trabajo por el que
les pagamos, presentan en dos libros la verdad definitiva y oficial del Caso Zapata,
que permitirá desconocer y anular políticamente los resultados de toda una elección.

La ministra de Comunicación enjuicia en masa a dirigentes de la oposición y les promete cárcel y castigo, porque dice que se siente discriminada por las alusiones y las burlas a sus sombreros.

El ministro de la presidencia se refiere a los periodistas como bufones a sueldo que buscan dañar a Evo Morales, para cobrar un plato de lentejas de la Embajada de los Estados Unidos.

El ministro de defensa, responde a las denuncias sobre irregularidades en su libreta de servicio militar, llamando infeliz, cobarde y llunku de la Embajada de los Estados Unidos al diputado denunciante.

El presidente nos llama antipatriotas a los usuarios de Viva y Tigo, y amenaza con que revisará nuestros teléfonos para ver quién es el que no está apoyando el crecimiento económico del país al no usar Entel.

Siete perlitas como éstas, en una semana, no están nada mal, ¿verdad?

Si alguien todavía dudaba de que después de la derrota del 21F vendría un coletazo autoritario, pues ahí tiene la respuesta. Pero, ojo, estamos justamente frente a eso, a la respuesta a la derrota de un gobierno atemorizado, acorralado y agotado; una respuesta violenta y amenazante que, lejos de atemorizarnos y acallarnos, nos afirma en la defensa de nuestros derechos ciudadanos.

jueves, 1 de septiembre de 2016

El último atributo del gobierno ( Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-01/09/16)

A Evo Morales le gusta romper marcas. Trátese de días de permanencia en el poder, de popularidad, de elecciones ganadas, o de lo que fuere, un instinto básico lo lleva siempre a confundir todo con cantidades y magnitudes, y a tratar siempre de romper records, a como dé lugar.

La semana pasada, él y su gobierno la han hecho otra vez. Con el conflicto de los cooperativistas, nos han llevado a situaciones inéditas en nuestra historia democrática, y han conseguido, además, sorprendernos nuevamente.

En un país medio acostumbrado a los excesos y a la violencia política, nos han dejado con la boca abierta, atónitos y perplejos frente a unos acontecimientos de un salvajismo y una crueldad, verdaderamente incomprensibles.

El asesinato anunciado y perpetrado a plena luz del día, de un viceministro que además era uno de los hombres del presidente, a manos de la dirigencia de un socio estratégico del gobierno, es un hecho extremo que evidentemente rompe cualquier marca imaginable y que, en esa medida, a dado la vuelta al mundo.

Muchas cosas tienen que haberse hecho y salido mal, para que una monstruosidad de este tipo haya ocurrido. En el plano operativo de seguridad, los hechos, para mí son absolutamente inexplicables. No parece tener sentido que un operador que conocía perfectamente con quienes se enfrentaba, se haya metido sin ningún tipo de protección e ignorando todos los protocolos, a un cerro con miles de mineros en pie de guerra.

La versión de que el chofer salvó la vida providencialmente porque se le ocurrió bajar del auto a comprar caramelos en el medio de la nada, no ha hecho otra cosa que enturbiar aún más las extrañas circunstancias de los hechos.

La inacción frente a los reiterados y dramáticos pedidos de auxilio del rehén, es también inexplicable. De acuerdo, una operación de rescate en esas circunstancias hubiera terminado en un baño de sangre, pero eso no explica la negativa entablar las negociaciones con los captores, aunque eso significara ceder a sus demandas.

Hay alguna razón por la que creyeron que aquello podía llegar a buen término, o por lo menos no llegar a los extremos a los que llegó; hoy no sabemos cuál fue esa razón, y por eso no nos es posible comprender las cosas.

En el plano político, este episodio destroza uno de los pocos atributos que la gente en general podía atribuirles todavía: la supuesta capacidad política para controlar y mantener a raya a las facciones más conflictivas y combativas.

No podemos olvidar que el poder de controlar la conflictividad social, aunque se tuviera conciencia de los costos que aquello significaba, fue entendido como una de las claves de la estabilidad, tanto político como social.

Los hechos muestran que no han podido manejar las cosas ni siquiera entre socios y amigos íntimos, y que ésta podría ser la tesitura de lo que viene por delante, cuando ya queda poco o nada para repartir y cuotear, y cuando las expectativas y la costumbre a la plata siguen en altos niveles.

Los hechos muestran, después de todo, que fueron la plata, las prebendas y los favores, los que mantuvieron a las huestes bajo control, y que en ausencia de ésta, las cosas son del color de siempre.

Pero siempre se lo puede hacer peor. La explicación de que todo ocurrió a causa de la oposición y de los medios, traerá una vez más consecuencias desastrosas para la credibilidad y la legitimidad del gobierno, al margen de esa cantidad más o menos importante de bobos y fanáticos que todavía compran esas historias.
   

jueves, 25 de agosto de 2016

La Señora de los milagros (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-25/08/16)

Los susodichos analistas políticos estamos medio obligados, con cierta frecuencia, a zambullirnos en la lectura de las benditas encuestas, vengan de donde vengan. Es parte de la pega, y no queda otra que cumplir. El menú del día será entonces la última encuesta de Ipsos, levantada el mes de agosto en las cuatro ciudades del eje troncal.

Como siempre, la encuesta trae noticias para todos, unas buenas, otras no tan buenas, y otras malas, dependiendo, sobre todo, del ojo con que se las mire. En este caso, desde mi punto de vista, las noticias para el gobierno son malas y para lo oposición son recontra malas.

La aprobación de Morales está igualita que en la misma encuesta de Ipsos realizada en el mes de junio, en 52%. Para los que quieren ver el vaso medio lleno, se trata de una buena noticia en la medida en que muestra a un presidente que aún conserva un buen grado de popularidad, después de diez años de gestión.

Para los que vemos el vaso medio vacío, la noticia es medio maluca nomás, para un presidente que, con la excepción de un par de baches con el gasolinazo y el Tipnis, siempre gozó de niveles de aprobación que estuvieron por encima del 70%.

Es también una mala noticia el hecho de que se haya quedado trancado en el 52%, porque esto desmiente la versión que el gobierno ha querido instalar este último tiempo: que el presidente se está recuperando de manera rápida y sostenida de la derrota sufrida en el referéndum.

También es una mala noticia porque creo que, si la encuesta hubiera tenido alcance nacional, el presidente no hubiera pasado raspando como en este caso, sino que se hubiera aplazado.

A Morales le ha afectado el natural desgaste del ejercicio del poder, le ha afectado la descarada corrupción que campea impunemente, le ha afectado el talante abusivo de su gobierno, le ha afectado su espíritu antidemocrático expresado claramente en su intención de ignorar las reglas de juego para quedarse en el poder el tiempo que a él se le antoje, pero también le ha afectado mucho el Caso Zapata.

Y esta encuesta no alcanzó a medir el efecto que está causando la exoneración progresiva de la Zapata, dispuesta por el gobierno. Este perdonazo judicial a plazos pactado entre el gobierno y la Señora de los Milagros, ha evitado que la sangre llegue al rio y que la diva platinada siga hablando hasta tumbarlos, pero tendrá nuevamente un alto costo en la credibilidad y la legitimidad del régimen.

Digo que es la Señora de los Milagros porque ahora que la fiscalía la ha absuelto de cuatro cargos, incluido el de enriquecimiento ilícito, los bolivianos tenemos que creer en el milagro de que una muchachita que apenas era bachiller, se hizo multimillonaria operando grandes negocios con mega empresas multinacionales, y engañando además a un gobierno entero, sin la ayuda de nadie. A ver si la señora obra otro milagro para la próxima encuesta.

Lo que sí alcanzó a medir la encuesta es el estado lamentable en que se encuentra la aprobación de la oposición, que bajó del ya malo 30%, al pésimo 22%. El dato es alarmante y debería llevarnos a todos a una profunda reflexión acerca de la crisis del sistema político en general; pero el dato también nos sugiere que podrían haber varias oposiciones, en la medida en que a los gobernadores y alcaldes de oposición, les va bastante bien en la misma encuesta.

Con la excepción de la Sole Chapetón en El Alto, que ha vuelto a bajar otros diez puntos, para situarse en un insostenible 26%; los buitres azules ya vuelan sobre ella, y parece que tendrá que encomendarse también a la Señora de los Milagros.
 

jueves, 11 de agosto de 2016

Lo que dijo el presidente (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-11/08/16)

No hay duda, una cosa es con plata y otra cosa es sin plata. Pasa en la vida real, y está claro que también le puede pasar a una gestión de gobierno.

El presidente que vi el pasado sábado en el mensaje del 6 de agosto, me ratificó la impresión de que, frente una crisis económica aun no declarada ni reconocida, el gobierno comienza a mostrar que fue uno en época de bonanza, y que ya es otro en época de escases.

Hasta en la duración del discurso presidencial se advirtió la diferencia: cuarenta minutejos en vez de seis horas; parece que cuando no hay mucho que ofrecer, el presidente se queda sin palabras. Ojo, no me estoy quejando, pues admito que lo cortito fue lo que más me gustó del discurso.

Sin embargo, debo admitir también que hubiera estado dispuesto a bancarme una horita más de alocución en obligatoria cadena nacional, con tal de escuchar algún tipo de plan o estrategia, para afrontar lo que se nos viene por delante.

Pero no hubo tal; el presidente dijo que la cosa se comienza a poner complicada, pero no nos dio ni una pista de lo que piensa hacer al respecto. Habló de ciertos problemas con una preocupante candidez, como si fuera un espectador más.

Por ejemplo dijo que estaba preocupadísimo por las cifras del desempleo, pero no nos dio una explicación de las causas, y menos aún una propuesta para revertir esa tendencia. Conminó, como quien papas pela, a sus ministros a arreglar el problema. Esperemos que alguno de ellos se le ocurra algo bueno, o por lo menos que a cada uno de los veinte ministros, no se les ocurra una cosa distinta.

Tuvo que admitir que la bajada de los precios de las materias primas nos está liquidando, pero se apresuró en recalcar que eso no era su culpa ni la de su gobierno, y que la culpa era de otros países empeñados en perjudicarnos.

Con esto dijo en realidad, y sin quererlo, que nuestra economía sigue condenada al extractivismo, y que hoy somos económicamente más dependientes que nunca. Dijo, sin querer queriendo, que después de diez años de recibir cantidades de plata inéditas en nuestra historia, no fuimos capaces de invertirla en diversificarnos. Pero claro, eso no es su culpa.

Dijo en el fondo, y por supuesto sin querer queriendo, que si no ocurre algún milagro a nivel mundial que devuelva el precio del petróleo a cien dólares, volveremos después de nuestra fugaz riqueza, a ser igualmente pobres que hacen diez años (solo que más endeudados, eso sí)

Hizo una suerte de inventario de mega obras departamento por departamento, e insinuó que dejáramos de pedirle cosas, porque ya había cumplido con la mayoría de los pedidos. Y me dio la impresión de que cree nomás en el fondo, que la plata es suya, y que nos ha hecho un generoso favor regalándonos esas obras.

Detrás de esas palabras dijo, también sin querer queriendo, que su idea de desarrollo son estas obras faraónicas que parecen satisfacer los anhelos más íntimos de sus seguidores. Dijo en el fondo que confunde desarrollo con cemento.

Dijo en síntesis y siempre sin querer queriendo, lo más preocupante: que es un presidente muy poco empapado de la compleja y aburrida gestión de problemas económicos (que no es lo mismo que gastar plata), y que sus prioridades en el trabajo no son precisamente sentarse en el escritorio a quemarse las pestañas con temas más tediosos que el proselitismo.

Dijo de última, que es más un cacique que un estadista.

jueves, 4 de agosto de 2016

Más allá del MAS (Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-04/08/16)

La pregunta del millón para los que nos interesa la política y no solamente el poder, es ¿cuán dañada se encuentra la hegemonía del MAS, y cuánto más podría durar dadas las actuales tendencias?

El anterior ciclo hegemónico, el del MNR, duró más de sesenta años, y terminó de fracturarse el año 2005. Ojo, la hegemonía no quiere decir obligatoriamente el ejercicio directo del poder desde el gobierno.

El MNR no estuvo en el gobierno durante esos sesenta años, pero fue definitivamente el eje de la política nacional, y es así como se expresa realmente un proyecto hegemónico. La gravitación de las ideas, de las políticas y de los liderazgos del MNR fue tan grande, que todo lo importante que ocurrió políticamente en ese largo periodo, fue producto, consecuencia o reacción al proyecto movimientista.

El militarismo, el mirismo, el condepismo, y muchos otros actores, procesos y políticas públicas se dieron a partir de la visión de país del Movimiento Nacionalista Revolucionario; también el gonismo fue, por supuesto, producto de aquel enorme proyecto. Nada de lo ocurrido en ese lapso se puede explicar sin lo que planteó y lo que quiso o pudo hacer el MNR, y es a eso a lo que me refiero cuando hablo de hegemonía.

La actual hegemonía masista se dio por el agotamiento interno del anterior ciclo, pero fundamentalmente porque supieron apropiarse de la acumulación de expresiones sociales de rebeldía y disidencia con el modelo, que en aquel momento eran calificadas como antisistémicas. A partir de aquellas radicalidades políticas diversas, el MAS articuló una nueva mirada de país, que reemplazó a lo anterior en el imaginario colectivo.

Luego de diez años el MAS muestra fuertes señales de agotamiento político, sin que esto termine de afectar su condición hegemónica, no solo porque sigue controlando todos los factores de poder, sino porque todo el campo político formal se mueve nomás en función al MAS.

Léase que el estar en contra del MAS o de Morales, no significa automáticamente estar fuera del esquema hegemónico del MAS, y tampoco implica que un eventual cambio de color de gobierno vaya a significar salir de la actual hegemonía. Un eventual próximo gobierno “opositor”, podría ser, en ese entendido, no solamente algo parecido, sino lo mismo.

No es sin razón que la gente intuye que nadie está representando nada realmente nuevo y alternativo, y no es por nada que la gente siente tanta aprensión e incertidumbre, cuando piensa en el futuro.

¿Será que los numerosos colectivos ciudadanos de jóvenes y de clases medias urbanas son los nuevos movimientos sociales que han comenzado a expresar esas nuevas radicalidades necesarias para un cambio real, por encima de los liderazgos políticos formales?

¿Será que esas fuerzas sociales, que hoy concentran tanta energía, serán el sujeto colectivo desde donde saldrá una nueva lectura y visión de país que nos dé un nuevo horizonte del cual enamorarnos?

¿Será que la sociedad en su conjunto quiere realmente un cambio de paradigmas y un futuro distinto para sus hijos, o será solamente la preocupación de una pequeña vanguardia intelectual urbana?

En todo caso, mientras algo así no ocurra, el MAS seguirá decidiendo y definiendo, yendo y volviendo, independientemente de los plazos y periodos electorales, pues todo y todos seguirán girando en torno a su hegemonía.

Dejo las preguntas abiertas, cuyas respuestas, tanto desde el oficialismo como desde todo lo que hoy podamos denominar oposición, seguramente deberán responderse en los próximos años.