jueves, 20 de octubre de 2016

Cuidado con los muertos (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-20/10/16)

Quienes han ya desahuciado a Donald Trump y respiran tranquilos asumiendo que Hillary Clinton ganará las elecciones cómodamente, son los que siguen pensando que esta es una elección normal, y que todos los indicadores y mecanismos electorales son los mismos de siempre.

Yo no estoy seguro de que la elección presidencial norteamericana esté definida, y por tanto creo que todavía es perfectamente posible que Trump sea el próximo presidente de los Estados Unidos.

Y es que cualquier pronóstico para esta elección tendrá que hacerse desde la intuición política, porque todas la formas y sentidos comunes de la dinámica electoral gringa, ya volaron en mil pedazos en las primarias republicanas.

Quien crea que no habrá sorpresas en esta elección se equivoca de entrada, en la medida en que la enorme y terrible sorpresa ya ocurrió con la nominación de Trump como candidato, contra todo pronóstico y contra la voluntad de gran parte de los pesos pesados del partido republicano.

Lo que para muchos era nada más que un mal sueño que desaparecería bajo la realidad política y la lógica electoral, tampoco se imaginaron que dos meses después, y en el peor momento de su campaña, Trump siga gozando de más del cuarenta por ciento de apoyo en casi todas las encuestas.

Repudiado y abandonado por su partido, enfrentando solito a todo el sistema político, y a todos los grandes medios de comunicación, con excepción de Fox News, el tipo al que todo el mundo tilda de payaso, marca cuarenta puestos en las encuestas.

Encuestas que además se encuentran en el ojo de una tormenta de credibilidad, luego de haberla pelado olímpicamente en el brexit y en el plebiscito colombiano.

Encuestas que deben enfrentar el “shame factor” que acá conocemos de sobra como voto oculto, que podría mover significativamente las cifras del millonario de pelo amarillo.

Los que piensan votar por la Clinton se mueren de vergüenza ajena cuando se habla de Trump, y creo que no es descabellado pensar que una buena parte de los que piensan votar por el, también sientan algo de vergüenza y culpa, y por tanto no se animen a alinearse públicamente con alguien tan jodidamente incorrecto políticamente.

A estas alturas queda claro que nada de lo que debía haberlo liquidado le ha afectado significativamente, y que nadie ha podido encontrar la tan ansiada bala de plata. Y la verdad es que creo que nadie la encontrará porque el fulano es un tipo que ha sabido utilizar muy bien los terribles miedos de una sociedad que atraviesa una crisis de civilización, y que patalea furiosamente al haber tomado conciencia de la pérdida de su liderazgo económico, político y moral en el mundo (lo que no quita que todavía les queda un claro liderazgo militar).

Bajo las condiciones que atraviesan los Estados Unidos, yo creo que es muy difícil liquidar a un populista con recursos ilimitados, que dice lo que mucha gente quiere escuchar, y que además lo hace en una clave de show televisivo; podrá ser repulsivo para muchos, pero no se le puede negar el talento para el espectáculo.

Y se hace aún más difícil cuando en el otro lado está esta señora que representa a la quintaesencia del establishment y la aristocracia política de Washington y que para colmo es más falsa que un billete de mil bolivianos.

Lo que pasa es que debemos entender que hay mucha gente allá afuera que ya se ha dado cuenta de que su voz y su voto no sirven para nada, y que la democracia más emblemática del mundo está secuestrada por las corporaciones y los lobistas, y que está dispuesta a sacarle el dedo del medio al sistema con algo de sarcasmo: ¿querían que la democracia fuera un circo?, bueno, ¡pues ahí tienen al payaso mayor!

jueves, 13 de octubre de 2016

Los “malditos” partidos políticos (Columna Bajo la Sombra del Olivo - Página Siete - 13/10/16)

En esta semana en la que se ha celebrado sin mucho entusiasmo ni convicción 34 años de democracia ininterrumpida, en un país que arrastraba una larga tradición golpista y tiránica, los que se acordaron no dejaron pasar la oportunidad de disparar contra los partidos políticos del pasado.

Un tiro seguro me dirá usted, en la medida en que todos recordamos todavía con claridad los vicios en los que cayeron aquellos partidos; vicios tan gruesos y tan sistemáticos, que terminaron por causar el colapso de todo el sistema político.

Si pues, el solo recuerdo de aquellas prácticas nos pone un poco la piel de gallina, pero déjeme decirle que, aunque no lo parezca, ahora estamos peor. Y hay que decirlo, a riesgo de que los comisarios de la verdad intenten torcer esta reflexión, y me acusen de nostálgico y reaccionario.

El problema es que ninguna democracia puede funcionar adecuadamente sin un sistema de representación política que gestione de manera mínimamente eficiente, las demandas sociales.

Luego del derrumbe del viejo sistema, el sistema de representación pudo funcionar porque la intermediación entre la ciudadanía y el poder fue provisionalmente reemplazada por movimientos sociales y medios de comunicación.

Ese periodo fue refrescante y enriquecedor, y muchos resultados fueron positivos para la calidad de nuestra democracia, que salía de una profunda crisis de representación, entre otras cosas.

Pero claro, eso no duró mucho, porque sencillamente no podía durar. Los movimientos sociales, una vez cumplidos en apariencia los objetivos que les dieron origen, se convirtieron en organizaciones sociales, que progresivamente se envilecieron, convirtiéndose en grupos de interés corporativo, entregados al prebendalismo gubernamental. El mismo gobierno se ocupó de cooptarlos, dividirlos y utilizarlos según las necesidades políticas del momento.

Los medios de comunicación, que forzaron de alguna manera su rol mediador, naturalmente no pudieron sostener esa situación; unos tranzaron con el poder, otros fueron comprados indirectamente por el gobierno y los menos volvieron a su función original.

Y es así que hoy nuestra democracia funciona a duras penas, casi sin sistema de representación.

El MAS nunca fue realmente un partido político, y hoy muestra de manera descarnada su verdadera naturaleza: un nido donde se administran privilegios y prebendas corporativas, para mantener el poder.

Los partidos que hoy fungen como tales, no son ni siquiera una pálida imitación de lo que fueron sus antecesores, en sus buenos momentos, que por su puesto los tuvieron antes de convertirse en maquinarias meramente electorales. Siguen sufriendo además de los mismos vicios del pasado, pero en chiquito.

El caudillismo sigue intacto, no han podido generar los mecanismos de reconocimiento entre el estado y la sociedad, no encauzan las demandas y las tensiones de los sectores ni las regiones hacia una propuesta nacional coherente, probablemente porque la mayoría de los partidos en formación son todavía proyectos regionales; tampoco han podido leer e interpretar la nueva realidad política del país, y mucho menos proyectarla a futuro.

Ni el MAS ni los partidos de oposición forman ni cuentan con cuadros, ni con la representación de jóvenes y mujeres urbanos y rurales, que la realidad demanda.

Los colectivos ciudadanos y todas las otras formas de política ciudadana que han surgido, sobre todo a partir del desafío del 21F, también han llenado parcial y momentáneamente el vacío de representación, pero tienden a diluirse y debilitarse en condiciones no electorales.

Cualquier futuro deseable y sostenible pasa nomás entonces por el fortalecimiento orgánico, tanto de los colectivos ciudadanos como de los partidos, el MAS incluido.