jueves, 30 de julio de 2015

Pan y circo (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-30-07-15)

Las polémicas en torno a los concursos de belleza son cada vez más frecuentes y ahora en la era de las redes sociales, cada vez más latosas. Un tema tan banal e intrascendente, levanta pasiones y participaciones de categoría futbolística, lo que sugiere que algo debe haber detrás de este espectáculo, que en lo personal no termino de entender. Nunca he entendido para empezar, cuál puede ser el objeto de incluir en estos concursos las célebres rondas de preguntas, cuyas respuestas son las que originan estas avalanchas de furia y pasión colectivas. Se supone que en estos concursos debe ganar la chica más linda; el negocio de las misses no sería tal negocio ni seguiría existiendo, si se tratara de elegir a la ciudadana más inteligente, ni más culta, ni más educada, ni más interesante, ni más simpática. En realidad ni siquiera gana la más linda, sino la que más puede aportarle a la rentabilidad y a la reproducción del negocio, pero nada de eso tiene tampoco que ver con el intelecto de las damiselas. ¿Por qué entonces la morbosa y sádica práctica de someter a las cándidas aspirantes a reinas a preguntas capciosas de cultura general, que casi siempre terminan poniéndolas en figurillas? Viendo el impacto y la repercusión que obtienen con esto, sospecho que los productores hacen esto a propósito, para satisfacer la sed de sangre del público que consume este circo contemporáneo. Parecería ser que el ver asarse en público a las misses a la hora de las preguntas, desata hoy la misma euforia de los romanos cuando veían al león comiéndose al gladiador. Me llama también la atención el hecho de que mucha gente cree que las misses de verdad son representativas o están representando a sus departamentos y a sus países; y claro, si te crees ese cuento, lo siguiente no puede ser otra cosa que el acostumbrado coctel de regionalismos, nacionalismos mal entendidos y demás chauvinismos. Ya que estamos ensayando reflexiones para hacerle el quite a la histeria colectiva, lo más sano es asumir que estas señoritas no representan más que los intereses comerciales de los distintos y variados actores de un negocio multinacional que no debe ser nada desdeñable. Pruebe de ello es que un ricachón del calibre de Donald Trump esté metido en el baile. En todo caso si de alguna representación pudiéramos hablar, los concursos de belleza y sus subproductos representan a una sociedad moderna cada vez más adicta y propicia al espectáculo liviano y fatuo, a un mundo en el que las apariencias pesan cada día más, y a un mercado en el que cuando los adefesios gozan de popularidad, rating y éxito comercial, te condena cuando los criticas. Al margen de lo anacrónicos, machistas, discriminadores, denigrantes, políticamente incorrectos y hasta ofensivos que puedan resultar para mucha gente, los concursos de misses gozan de muy buena salud comercial acá y en todo el mundo. Ya en serio, si hay algo que realmente debería causar alarma, es eso. La primitiva fórmula de libido, espectáculo, sangre y chauvinismo nos motiva y nos mueve más que cualquiera de los dramas de la vida real que nos rodean, y así vamos por la vida, tomándonos en serio un show de televisión mientras vemos con indiferencia las cosas que realmente merecen preocupación.

jueves, 23 de julio de 2015

La otra droga (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-23/07/15)

El síndrome de abstinencia está llevando al Gobierno a cometer crímenes ambientales. Eso es lo que les pasa a los adictos a la droga, y eso es lo que le está pasando también al Gobierno, en este caso con las divisas del gas: cuando la droga se empieza a acabar y la plata escasea, se sale a la calle y se comete alguna fechoría para satisfacer el vicio. La decisión de meterle “con fuerza” a la exploración de hidrocarburos en las áreas protegidas, es una lacerante prueba de la adicción del gobierno a la droga del extractivismo y el rentismo. Si bien es cierto que estos vicios han corroído a la república desde su nacimiento, la última década ha sido, en ese sentido, una verdadera orgía de sexo, drogas y rock and roll. El gobierno del cambio, que llegaba limpio, con voluntad firme y con un claro discurso contra el vicio, intentó resistirse, pero terminó sucumbiendo frente a las grandes dosis de divisas gasíferas que el mercado internacional introducía en sus venas. La idea era usar las divisas para construir una economía que no dependiera de ellas; había que invertir, sembrar y regar ese chorro de divisas, evitando la tentación del consumo personal, porque allí es cuando se convierte en droga y te puede terminar matando. Pero como suele ocurrir con las drogas, la cosa empezó de a poquito y la dosis fue aumentando hasta convertirse en un problema (pese a que el drogadicto siempre es el último en enterarse de que realmente tiene un problema). Primero comenzaron a consumirse las divisas en bonos redistributivos y en programas sociales, cosa que bien administrada no hace daño, hasta puede ser muy beneficioso; una droga blanda que debería legalizarse podrían decir algunos. El problema es que como piensas que no hace ningún daño, entonces aumentas la dosis y te pasas a una droga más dura, y allí comenzaron las fábricas de cartón y otros ene mil proyectos adefesiosos que fueron ya fruto de la euforia de la droga nomás. Y una cosa lleva a la otra y cuando el enfermo no se ha dado ni cuenta, se encuentra metido hasta el cuello en una arena movediza mortal; así es como terminó el gobierno en el turbio final de fiesta, planeando centrales nucleares, estadios megalómanos, aviones privados, teleféricos sobre avenidas, y otros delirios propios del exceso. La droga, cuando no tienes la capacidad para administrarla, es así, al principio te hace sentir más capo, más lindo y más irresistible, pero cuando pierdes el control terminas siendo un enajenado, desconectado de la realidad, un violento irascible, un paranoico y finalmente un peligro público. Con los precios internacionales de los hidrocarburos en una baja sostenida, y una caída en los ingresos de divisas de alrededor del 30 por ciento, el presidente Morales parece haber entrado en el pánico de la abstinencia, pues no se puede explicar de otra manera el desparpajo con el que ha anunciado el aniquilamiento de las zonas protegidas. Con esta decisión, el presidente ha terminado de pisotear su propio discurso, pero también ha perdido la vergüenza en la defensa de una intervención que lo coloca, ante los ojos de su país y del mundo entero, en un simple y llano neoliberal depredador. Si esto no es una alarmante señal de enajenamiento y descontrol, por favor, díganme qué es. El poder y las divisas se han convertido en una droga que está matando a este gobierno, eso está claro; lo que aún está por verse es si los efectos secundarios no nos han vuelto también adictos a todos.

jueves, 16 de julio de 2015

Lo último (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-16/07/15)

El tweet de Erbol con el hashtag #Lo Último decía: Ministra Paco dice que una cancha en Potosí es un hospital preventivo y recuerda la frase “mente sana en cuerpo sano”. En el caso del tweet, Lo Último se refería a la novedad de la noticia; en mi caso, el sentido que le encuentro, es que se trata ya de lo último de lo último en materia de idiotez oficialista. Con esta última ocurrencia, la ministra del eterno chapeau ha creído resolver el tema más terrible que sufre el país, y en el que el gobierno de Evo Morales se ha aplazado sistemáticamente desde el día uno: la salud pública. Lejos de mostrar un mínimo de sensibilidad (no digamos ya política sino humana) ante un asunto que reduce a la miseria la calidad de vida de la inmensa mayoría de los bolivianos, la ministra recurre a un ingenio increíblemente vulgar, para sumar argumentos en sus chasconeos con los cívicos potosinos. Al decir una barbaridad de ese calibre, seguramente no pensó que cuando el boliviano de a pie, el que no puede pagarse clínicas privadas ni tratamientos en el exterior, cae enfermo con algo grave, el mundo se le cae a pedazos. Ante la espantosa evidencia de que el estado no puede ocuparse ni responder por la salud y por la vida de sus hijos, al ciudadano de a pie seguramente se le desmoronan las imágenes grandilocuentes de satélites, plantas nucleares y aviones privados. Y sugerir siquiera entonces, en cualquier contexto, que una canchita es parte de la solución al estado calamitoso de la salud publica boliviana, es un insulto inadmisible que muestra la ligereza y el atrevido desprecio de esta autoridad hacia la ciudadanía. ¿Cómo se supone que debemos reaccionar ante una afrenta de este tipo? ¿Debemos seguirle la corriente de razonamiento a la madame del chapeau, a ver dónde nos lleva? ¿Se supone que debemos festejar la construcciones de cientos de “hospitales preventivos”, allí donde aterriza Evo todos los días en su interminable campaña electoral? ¿Debemos suponer que si una canchita es un hospital, entonces un estadio como El Batán en Cochabamba equivale a un mega complejo hospitalario? ¡Por favor, habrá que decir, ya no hagan más hospitales! Ya tenemos muchos, demasiados, y con todo lo que están previniendo, ¡podemos bajar incluso el porcentaje de asignación de salud en el presupuesto, y así terminar de demostrar que ese cura Mateo estaba hablando huevadas! ¿No ven que el Evo está sanito porque juega todos los días un partido en los hospitales preventivos que inaugura, y eso le ha servido para prevenir cualquier enfermedad? ¿O será nomás que su excelencia goza del inmenso privilegio de tener a un equipo de médicos cubanos que lo acompaña 24 horas al día, controlándole la dieta, las horas de sueño y la presión arterial? Y es que claro, cuando se goza desenfrenadamente de las mieles del poder, es bien fácil decir cualquier cosa para ganar una discusión, sin importar si eso tiene que ver algo con la realidad; al final de cuentas, ¡la realidad es pues para los de a pie, y no para los jerarcas! Parece que desde situación privilegiada no se dan cuenta que el país les pedirá cuentas en el futuro por haber desperdiciado la década de las materias primar, habiendo hecho prácticamente nada para cambiar los males estructurales del sector salud. En cualquier gobierno serio, una barrabasada como la que se mandó la ministra, le hubiera costado la cabeza, con chapeau y todo.

jueves, 9 de julio de 2015

Teleférico: un trazo con varias estaciones electorales (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-09/07/15)

El espíritu gubernamental, resumido en el “le meto nomás”, parece haber encontrado su límite en la ciudad de La Paz. La polémica generada a partir del trayecto de la línea blanca del teleférico, ha generado un escenario propicio para que reflexionemos acerca de la naturaleza y los objetivos de un proyecto tan costoso, y además ha permitido que la ciudad le ponga un alto a la arrolladora actitud de la empresa a cargo. Y es que en realidad es en esa actitud donde radica la causa de éste y otros problemas que se han generado en torno al proyecto. El problema de fondo es que la empresa Mi teleférico, desde el principio ha tenido que responder a criterios políticos y electorales, que le han causado grandes complicaciones técnicas. A ver, dejémonos de ingenuidades y digamos las cosas como son: la razón de ser del teleférico fue la de tumbar a Revilla de la alcaldía de La Paz y fortalecer al alcalde de El Alto. Con una obra de esa magnitud, se suponía que cualquier objetivo electoral era posible; pues bien, los resultados del 29 de marzo han demostrado lo contrario, y han convertido al teleférico en un gran fracaso político para el gobierno. En esa lógica prebendal y electoralista, el millonario emprendimiento ha ido dando tumbos entre cada elección; prueba fehaciente de ello fueron las inauguraciones con infraestructuras a medio terminar. La falta de estudios y de suficientes pruebas técnicas pueden ser disimulados, pero iniciar operaciones con estaciones a medio construir, ya es un poco más difícil de ocultar. Todo ha sido así con el teleférico, a la rápida y a como dé lugar, pues tenía que mostrarse resultados, primero para las elecciones generales de octubre del año pasado, luego para las elecciones subnacionales de marzo, y ahora para el inminente referéndum para la requete recontra reelección del presidente Morales. El problema no es que la línea pase por aquí o por allá (pese a que parece bastante obvio que debería atenderse las necesidades de la gente de las laderas, en vez de meterle millones de dólares a la avenida Busch), el problema para el señor Dockweiler es que sentarse esta vez a planificar concienzudamente las cosas con el municipio de la ciudad, le puede significar un tremendo contratiempo en sus timings electorales, y eso, seguramente le puede costar el cuello. Una cosa es meterle nomás, al calor del billete, de la expectativa y de la novedad, y otra bien distinta es trabajar a fondo en la sostenibilidad de un servicio que, ya en funcionamiento, ha demostrado muchas potencialidades, pero también muchas debilidades. Esos problemas, como por ejemplo el bajo rendimiento de utilización, deben ser motivo de un balance y de una reevaluación de todo el proyecto, sin importar el tiempo que aquello tome. Lo digo porque no son centavos los que están en juego, sino millones; y esos millones, contrariamente a lo que cree el gobierno, son plata que nos pertenece a todos. Y ese es el otro problema subyacente: el gobierno y la empresa están convencidos de que el teleférico es un regalo producto de su generosidad, y que a caballo regalado no se le mira el diente; parecería que no ha aprendido hasta ahora que una condición para que una obra sea exitosa, es que la ciudadanía se apropie de ella. En su momento no se hicieron las cosas como se debían y en vez de ello, se prefirió firmar entre velas y medianoche, un convenio con una gestión transitoria vergonzosa y servil al gobierno, sin la revisión del Concejo Municipal. Si esa es la legalidad sobre la que se apoya el señor Dockweiler, pues entonces estamos todos muy mal.