jueves, 30 de abril de 2015

Cumbre borrascosa (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-30/04/15)

La cumbre agropecuaria que concluyó la anterior semana pasó medio desapercibida por los medios, y fue muy poco lo que se dijo más allá de la descripción técnica de los acuerdos alcanzados, es decir en la lectura política del evento. A mí, personalmente, me pareció uno de los hechos políticos más relevantes de los últimos tiempos. La consumación oficial de la boda entre el gobierno y el empresariado agroexportador, en pomposa ceremonia pública en la catedral, y con la anuencia de todos los poderes fácticos, nos confirma por dónde van los tiros del Proceso de Cambio. El alto precio que el gobierno tendrá que asumir habiéndose terminado de entregar en cuerpo y alma a los otrora oligarcas, indica primero cierto grado de conciencia de que la crisis de los precios del gas y de los minerales viene en serio y tira para largo, y que una de las pocas alternativas de solución, requiere de una grosera apuesta por el modelo de exportación agrícola más salvaje. Dejando de lado la pompa y circunstancia del evento y la interminable chorrera de números que ilustran los ambiciosísimos objetivos, sin duda se trata de un viraje estratégico del gobierno, que con esto corona su alianza con los viejos poderes económicos del oriente. El estatus de la relación entre gobierno y empresariado cruceño parece haber cambiado de “es complicado”, a “felizmente casado”, y entonces aquello de que “hagan plata pero no tienen derecho a hacer política porque los hemos derrotado” habrá terminado, y la influencia política del empresariado cruceño recuperará su gravitación nacional. Nótese que esa relación últimamente ya no necesita de intermediarios que han quedado desempleados, y que en la reconfiguración de poder interno del gobierno comienzan a aparecer figuras frescas cruceñas, que en adelante podrían convertirse en factores de poder determinantes. En la cumbre los grandes empresarios consiguieron todo lo que pedían y más; incluso consiguieron que se dejara abierta de par en par la puerta hacia el uso de transgénicos. El mismo vice dijo de alguna manera, que ese es un camino medio inevitable para lograr la productividad necesaria para tan altos objetivos. En la otra parte, el gobierno ha perdido mucho. Francamente no sé si les importará tanto, pero de hecho han perdido y traicionado gran parte de los postulados ideológicos que pregonaban cuando llegaron al poder. Han perdido la posibilidad histórica que tuvieron de desarrollar un modelo agropecuario alternativo y distinto, para sucumbir ante el típico y brutal modelo capitalista aplicado en otros países de la región, plagado de terribles consecuencias en diversos planos. Ha sacrificado el gobierno también, la posibilidad real de potenciar un nuevo eje agropecuario alternativo en occidente, un camino complejo y de grandes desafíos de innovación, por la opción más rápida y pragmática. Como si todo esto fuera poco, también ha sacrificado definitivamente la participación, el aporte y la legitimidad que le daban los verdaderos sectores indígenas de tierras bajas, quienes fueron los precursores y centinelas de los planteamientos más lúcidos del proceso, y que hoy han sido borrados del mapa. Finalmente, el gobierno ha perdido un vínculo más con esa ciudadanía que todavía se aferra a la ilusión de un estado comprometido con la sostenibilidad de medio ambiente y con la calidad de vida y la salud de sus ciudadanos. Una vez más el pragmatismo neo conservador le ha pasado por encima a los principios y al discurso. Da pena, pero la verdad es que ya estamos acostumbrados.

jueves, 23 de abril de 2015

Paradojas del poder (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-23/04/15)

Una de las grandes fortalezas del MAS en sus primeros años de gobierno fue la relativa baja intensidad de sus pugnas internas. La responsabilidad de aprender y adaptarse al manejo del poder, la frescura ética con la que llegaron al gobierno y el aura histórica y casi sagrada que envolvía todo en sus principios, contribuyeron probablemente a mantener un clima de considerable armonía en las flamantes filas revolucionarias. Obviamente el fuerte liderazgo del presidente, la legitimidad sin precedentes y la contundencia del mandato que el país les había conferido en aquel momento, fueron también razones de peso para el mantenimiento de una fuerte cohesión interna, que sirvió para afrontar los retos y amenazas más duros de los cuatro primeros años. En la confrontación con adversarios claramente identificados (embajada, medios de comunicación y oposiciones cívicas regionales), las funciones internas parecían bastante bien establecidas, y prueba de ello era que funcionaban a la perfección en asuntos de alta sensibilidad política. A partir del segundo mandato las cosas seguramente comenzaron a cambiar en los círculos de poder alrededor del presidente; pero otra característica del gobierno, virtuosa en este caso, fue la impermeabilidad y el alto grado de discreción pública con que se manejaban los trapitos internos. Para los analistas y periodistas, acostumbrados a enterarnos de las cosas incluso antes que los involucrados, esta rasgo era tremendamente frustrante; nadie sabía con exactitud cuáles eran los teje manejes íntimos del poder, ni dónde se producían las fricciones propias de un régimen tan poderoso. Las cosas han cambiado últimamente en ese terreno, como han cambiado en muchas otras cosas para el gobierno. Ahora, como ocurría con el viejo régimen, la vida y miseria de los poderosos ya es tema de copucha periodística y especulación política. El aparato hermético e infranqueable del poder ha comenzado a mostrar grietas por las que sangran las heridas auto infligidas de una matanza interna. Ahora nos enteramos a diario de lo que ocurre dentro, porque algunos han comenzado a salir tirando la puerta, pero sobre todo porque la sacada de mugre entre masistas está demostrando ser igual de cruel e inescrupulosa que lo que fue con los enemigos. ¿O usted cree que, por ejemplo el destape del Fondo Indígena fue obra de la oposición o de alguna investigación periodística? A diferencia de lo que ocurría en los partidos históricos, en los que las pugnas internas respondían a tendencias ideológicas, a fuertes liderazgos intelectuales, a fuerzas regionales o a disputas generacionales, en el MAS la revolcada entre correligionarios es más mundana y responde al jaloneo por espacios de poder y por la confianza del jefe. El tema da mucha tela para cortar, pero la primera constatación no deja de ser curiosa: así como ocurre afuera, en el ámbito político nacional, en el que nadie acumula el poder que pierde el gobierno, adentro ocurre lo mismo. El poder que están perdiendo los capos caídos en desgracia, no lo están acumulando otros. Tres figuras que concentraban la gran parte del poder están hoy de capa caída, purgando sus errores y sus pecados; el vice, el canciller y el senador Carlos Romero. El inmenso poder que han perdido no está siendo acumulado por fuerzas o figuras alternas, y se está híper concentrando en el presidente. Ese poder en disputa, en apariencia disponible y sin nuevo dueño, no hará otra cosa que atizar aún más la hoguera interna, haciéndole sentir el presidente la inmensa y paradójica soledad del poder.

jueves, 9 de abril de 2015

La enfermedad del MAS (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-09/04/15)

Independientemente de lo bien o de lo mal que le haya podido ir al MAS en las últimas elecciones, creo que el gobierno sufre una enfermedad mortal. La enfermedad apareció hace cinco años, después de la primera reelección del presidente Morales. Como ocurre muchas veces con esas malditas enfermedades, los síntomas al principio pueden ser no muy evidentes, ocasionando que el enfermo y su entorno no reparen en la gravedad de la enfermedad, lo que a la postre resulta mortal. Para librarse de la muerte, se sabe que con estas enfermedades es clave la detección temprana y un agresivo tratamiento; el gobierno hace cinco años hizo caso omiso de las señales y decidió negar la enfermedad, creyendo que con eso sanaría. Cuando varios de sus más prominentes pensadores y dirigentes decidieron abandonar el proyecto y cuando muchos de los que habíamos apoyado el proceso que los llevó al poder comenzamos a señalar la necesidad de una severa rectificación de rumbos y conductas, el gobierno hizo oídos sordos, condenándose a la muerte. Esta enfermedad se origina en el poder y en la paulatina pérdida de las defensas de las personas ante este factor, que unas veces es salvador de vidas y otras veces asesino. Como es lógico, a más poder, mayor la enfermedad y menor la posibilidad de cura. Los síntomas son conocidos y horrorosos; los hemos visto antes, la última vez cuando mataron al viejo régimen luego de seis años de convalecencia. Uno de los síntomas más duros es la convicción ciega de autosuficiencia e infalibilidad; se trata de un trastorno progresivo que te enajena de la realidad haciéndote creer que eres el dueño de la verdad y que no te puedes equivocar. Es un síntoma que no te mata, pero te convierte en otro, y ese otro es el que termina muriendo. Otro síntoma es la vulgar paranoia o síndrome de persecución; también causa ceguera y se manifiesta cada vez que cometes alguna cagada y terminas auto convencido de que la culpa fue de los que crees que son tus enemigos; en el pasado fueron los terroristas, izquierdistas y sindicalistas y ahora son el imperio, la derecha y los medios. El autoritarismo y la soberbia son dos manifestaciones de otro doloroso síntoma (doloroso para los demás, claro está); paradójicamente, se origina en una virtud; cuando sabes que has sido protagonista de algo muy bueno, crees que eso te da derecho a todo, que ya no te debes a la gente sino que la gente te debe a ti, y que por consiguiente puedes abusar y pisotear lo que te dé la gana y que la historia te absolverá. Uno más, aparentemente leve pero letal: cuando llegas al punto en que crees que las ideas, los valores y los principios son cojudeces que hay que usarlas en los discursos y en las campañas, y que lo importante es saber operar y reproducir el poder, y para eso te metes en la cama con quien sea (generalmente con los ricos y poderosos, de aquí y de afuera). La endogamia política también es un grave síntoma; se la advierte cuando el proyecto termina teniendo un dueño y señor, pero sobre todo cuando ese control patronal se vuelve hereditario y del dominio del clan familiar del jefe. El trastorno de la personalidad es también habitual, pero no por ello menos curioso; hace que te mires al espejo y estés seguro que el poder, la plata y las minas que has acumulado en el gobierno, te han convertido en alguien más lindo, más inteligente y más vivo de lo que antes eras. Esta enfermedad en unos casos puede ser piadosa y matarte rápido y en otros tardar muchos años, pero de lo que sí estoy seguro es que no tiene cura.

jueves, 2 de abril de 2015

Sumas y restas engañosas (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-02/04/15)

La política no es una cuestión de números, y es por eso que tratar de hacer análisis y evaluaciones con sumas y restas es un grave error, tanto para oficialistas como para opositores. Reaccionar diciendo que se ganaron estas elecciones porque se consiguió victorias en la mayoría de los municipios del país o porque se consiguieron mayorías en muchos concejos municipales o asambleas departamentales, es una mala lectura por parte del gobierno. Pero arrogarse una victoria nacional sumando mecánicamente gobernaciones y capitales de departamento, también es una mala lectura de la oposición. Un momentito, estará pensando usted, ¿para empezar, de qué oposición estamos hablando? ¿Existe tal cosa como una oposición nacional? Tiene razón, no hay tal; por el momento lo que hay son algunos (y algunos nuevos) liderazgos regionales basados en figuras personales y/o en antecedentes de gestión local, pero sin proyecto político alternativo. Máximo entonces, podemos hablar de varias oposiciones dispersas y en ciernes. Si esto provoca sonrisas burlonas en el otro lado, recomiendo prudencia, pues las cosas en casa podrían también ser algo engañosas. El presidente y el vice se han apresurado en señalar que el MAS es el único partido con presencia y proyecto nacional, y eso es cierto. Pero para dormir realmente tranquilos, tendrían que preguntarse en qué quedaría el MAS sin la figura del presidente Morales y sin el concurso de las corporaciones funcionales (ex movimientos sociales). Si por alguna razón constitucional, política o personal el presidente no pudiera ser el eterno candidato, ¿Cuánto quedaría del MAS? Si se cierran las ventanillas como las del Fondo Indígena, en las que las organizaciones solo tienen que hacer fila para retirar un fangote de plata, seguirán éstas respondiendo al MAS? Sin la suma de corporaciones adictas ya a la prebenda, ¿cuánto queda del MAS como partido o estructura? Preguntas como esas nunca están de más y pueden servir para templar los acalorados análisis postelectorales. Si quisiéramos complejizar aún más la cosa, también podríamos cuestionar la certeza de un proyecto político nacional del MAS. Más allá de los grandes ejes del largo proceso constituyente, en los que coincidimos la mayoría, y que el MAS supo enarbolar muy convenientemente, la distancia entre el discurso político del MAS y los hechos es enorme. Las razones por las cuales la gente vota por el presidente en el occidente, no son para nada las mismas por la cuales votan en el oriente y en el sur. En un lado el discurso, cuando sale de la boca del presidente, aún funciona parcialmente, mientras que en el otro los hechos, diametralmente opuestos al discurso, convencen. Si sacamos de la fórmula el discurso repetido una y mil veces y la figura del presidente, otra vez queda una cosa totalmente distinta a lo que parecía ser; queda algo bastante parecido al proyecto nacionalista del MNR, y harto diferente de lo que el MAS dice en los papeles. Es posible entonces que estemos en un momento en que nadie tiene realmente un proyecto político nacional consistente y verdadero, más allá de lo que pueda significar el “evismo”. Y así sería entonces posible que estemos ante el principio de un nuevo ciclo, disponible para invenciones y reinvenciones políticas; sobre todo ahora que la gente ha dicho, entre muchas otras cosas, un rotundo basta a la acumulación absoluta del poder.