domingo, 29 de mayo de 2011

Los rankings del buen comportamiento (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-29/05/11)

Celebro que se haya generado un debate acerca de la democracia, y celebro aún más que la discusión haya trascendido las ordinareces, y haya aterrizado en el campo de las ideas y las razones. La pluralidad se instaló en las páginas de éste periódico, y especialmente en las del suplemento Ideas, en la evaluación del estudio sobre la Calidad de la Democracia en Bolivia, auspiciado por la Fundación Konrad Adenauer; curiosamente, esa pluralidad no provino de la Asociación Boliviana de Ciencia Política, que hizo gala de una posición corporativa, que no admite ningún tipo de diferencias. Para la institución que aglutina a los cientistas políticos del país, la democracia se define a través de conceptos convencionales y rígidos de validez universal, y cualquier otro tipo de concepción que no se ajuste a los estándares internacionales, es un atrevimiento equivalente a desafiar “las leyes de la física” o “la aceleración de la gravedad” (literalmente, tal como lo está usted leyendo).

Uno esperaría, sin embargo, que desde un colectivo de intelectuales, se proyectara una lectura y una discusión algo más plural. Al parecer la voz oficial del gremio de los politólogos goza de un consenso inédito en éste país al momento de defender posiciones institucionales. Digo esto porque en algún momento tuve la ilusa esperanza de que algún miembro de la asociación publicara algo difiriendo, o por lo menos matizando la posición de su asociación, en un tema tan profundo y a la vez tan complejo.

Por el contrario, mi crítica al enfoque y a las conclusiones del estudio, fueron calificadas como una impertinencia intelectual. Vaya paradoja: desde la pontificación de la democracia, se descalifica virulentamente a quien tenga la osadía de dudar siquiera del evangelio democrático, escrito hace miles de años y validado como verdad absoluta por la razón y por la ciencia; desde el magistralismo académico de la democracia correcta, se incurre en el lujo de desdeñar cualquier tipo de acercamiento alternativo, bajo la acusación de poco rigor científico o mucha ideologización, como si estuviéramos en el dominio de una ciencia exacta. Qué pena, pues de verdad pensaba que habíamos desterrado ya de éste país esas posturas señoriales de superioridad, frente a los “salvajes” que no hemos entendido todavía cual es la democracia pura y verdadera.

Ésta vez mi pecado ante la Sagrada Inquisición de la Democracia, fue afirmar que no se puede medir una revolución política en curso, con una regla de medición marcada con parámetros propios de una democracia representativa. Seguramente merezco ser quemado por pensar que un recambio integral de élites, el advenimiento de nuevos actores en el manejo del poder, la transformación institucional en desarrollo, la novedosa y efervescente movilidad social y los reconocimiento y ascensión de una cultura simbólica distinta en lo cultural y en lo étnico, implican una revolución política.

De todas maneras, como cualquier persona que analiza el denso proceso político nacional, asumo la existencia de luces y sombras que son difíciles de medir con una regla. Estamos frente a realidades humanas y políticas complejas, que no se pueden reducir a medidas, más allá de las pertinencias teóricas o las debilidades metodológicas que, a propósito, otros colegas con sendas credenciales académicas, han señalado en el estudio en cuestión. Y más aún cuando todos tenemos la certeza de que los que ejercen el poder, manosean, cada cual a su turno, la democracia a su gusto y antojo. Los anteriores y los actuales, han hecho uso instrumental de los conceptos de la democracia, de acuerdo a sus circunstancias y necesidades; prueba esto que le democracia, desde la época de los griegos, nunca fue una verdad absoluta.

Detrás de todo esto, recalco la constancia de que estamos en la época de la exacerbación de las mediciones, los rankings, las puntuaciones y las certificaciones para todo y para nada. Esta profusión de rankings de Responsabilidad Social, de Cuidado Ambiental, de Conducta Política, de Mejor Liderazgo e incluso de Paz Global (¿?), contribuye a dudar de lo que precisamente pretenden afirmar. El barateo sistemáticos de grandes valores a través de concursos, premios y certificados, ha sembrado un lodazal en el cual todos pierden su credibilidad. Lo lamento mucho, pero esta fiebre calificadora, lejos de aclarar las cosas, suma a la confusión, sobre todo cuando las fuentes y metodologías están en duda. Coincido en que los devaneos políticos sin fundamento pueden ser insoportables, pero más terribles es encontrarse entre los polos, por un lado de la paja ideológica y por otro del afán pseudo académico de medir y cuantificar todo, hasta el límite del ridículo.

Finalmente, y solo por curiosidad, me encantaría saber quiénes son los campeones de la democracia de acuerdo a los parámetros del estudio. Quiénes serán los que más altas notas han sacado, para saber en qué espejo debemos mirarnos, y qué ejemplos debemos seguir. ¿Serán los españoles, que mientras celebraban elecciones en impecable condiciones democráticas, le mostraban al mundo decenas de miles de jóvenes frustrados e indignados, acampando en plazas, en demanda de cambios profundos del sistema político y del modelo económico? (otra vez asoma aquí la palabra prohibida: revolución).

¿Qué sentido pueden tener estos rankings del buen comportamiento cuando hoy, todo está en cuestión, incluida la democracia? Éste podría ser otro debate, un poco menos inútil.

jueves, 26 de mayo de 2011

El país último modelo (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-26/05/11)

¿Por qué no sacamos una ley que prohíba el uso de cocinas a taquia, leña o carbón en las zonas rurales de nuestro país? ¿Por qué de una vez por todas también promovemos una ley que prohíba el uso de motores diesel en el auto transporte y en la agroindustria? Así, desde el más recóndito confín del tercer mundo, podemos convertirnos en los paladines y adelantados de la protección del medio ambiente. Total, si con esto se joden cientos de miles de bolivianos, ¡qué importa! Habremos dado el ejemplo mundial y, sobre todo, más que nuestro granito de arena, habremos hecho una contribución significativa al equilibrio ecológico mundial.

Un disparate así parece haber sido el espíritu de la prohibición de importar autos con más de cinco años de antigüedad. La modernísima medida causó que los precios de los autos usados se fueran a las nubes, negándole la posibilidad a la mayoría de los peatones a siquiera pensar en comprar un auto; un desastre de impacto masivo, salvo, claro está, para las casa importadoras de autos nuevos, y para los winners que pueden comprarse un cero full, del color que se les antoje. El resto, es decir los losers, fuimos condenados al arreglo perpetuo de la carcacha de la casa, y con un poco de mala suerte, a los zapatos Manaco nomás. Para colmo, la norma no impidió el ingreso ilegal de miles de autos chutos, en toda la amplia gama de ilegalidades posibles.

Es por eso que el proyecto presentado por la bancada oficialista en la Asamblea, orientado a la legalización del chuterío, es una buena iniciativa y espero un primer paso para la recuperación de la cordura en el manejo de éste tema. El siguiente paso tiene que ser la abolición de la norma que prohíbe importar autos antigüitos. La razón es más que evidente: somos un país que no puede darse el lujo de ser más papista que el Papa, negándole el acceso a un auto a la mayoría de la población. Hoy en día, tener un auto no representa lo mismo que hace algunos años atrás; ser propietario de un vehículo ya no representa la pertenencia a un pequeño grupo de privilegiados; el auto, la camioneta, el minibús o la moto, son ahora esencialmente herramientas de trabajo, que marcan la diferencia entre el cielo y la tierra para millones de personas. Son factores de generación y conservación de empleo de primer orden, y hasta donde sé, el empleo es una prioridad en la que incluso coinciden derechas e izquierdas.

Vaya usted a saber qué tipo de intereses oscuros habrá detrás de una decisión tan absurda y perjudicial para la gente de a pie. Porque convengamos, el problema de la polución medioambiental tiene más que ver con el control de emisiones de los tubos de escape, que con el año de antigüedad de los autos. Un motor bien mantenido o reparado adecuadamente, no debe ser un peligro para la naturaleza; en todo lugar del mundo circulan, sin problema alguno, autos de diez o veinte años de antigüedad, después de haber pasado la inspección de emisiones, a cargo del organismo de tránsito respectivo. ¿O será que a alguien se le ocurrió que como la policía es incapaz de cumplir con sus más básicas obligaciones, entonces la solución era prohibir los autos “usados”?

Cuidado que ante la evidente incapacidad policial para manejar el sistema de cédulas de identidad, a algún otro se le ocurra prohibir los nacimientos.

jueves, 19 de mayo de 2011

El aterrizaje forzoso de DSK (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-19/05/11)

Final de película para el virtual sucesor de Nicolás Sarkozy en el Eliseo. Listos para el despegue, champaña y canapés en la primera clase del jumbo de Air France rumbo Paris, y la policía de Nueva York irrumpe en la nave, arrestando al poderosísimo director gerente del Fondo Monetario Internacional. Una desgracia múltiple que involucra al acusado, al Partido Socialista francés, al FMI, a Grecia, a Portugal, a todos los países en la fila de salvataje financiero europeo, y, por supuesto, a la víctima de la presunta violación.

Final me atrevo a decir, porque más allá del veredicto judicial, todo indica que el daño moral y político de un escándalo de tal magnitud, es suficiente como para acabar con la carrera del imputado, que además, carga con el agravante de una larga reputación de obseso sexual. Un ejemplo más de cómo las tentaciones de la carne pueden atravesarse, no sólo en el destino de las personas, sino en el curso de la política y la historia.

Dominique Strauss-Kahn era, al parecer, el único candidato opositor con posibilidades reales de desalojar del puesto al alicaído Sarko, que termina su primera gestión con la deuda de haber incumplido sus promesas de cambio en la política francesa, y con la ambigua imagen de mandatario hiperactivo, pero ineficiente. Un regalo inesperado para el marido de la Carla Bruni, que ahora solo tendrá al frente a un desconcertado e inoperante Partido Socialista, y a la hija del ultraderechista Jean Marie Le Pen, a quien además ya le ha arrebatado la agenda de temas nacionalistas y de “defensa de lo francés”.

Fuera de las implicaciones para la política local francesa, el panorama se pinta complicado para los estados quebrados de la Unión Europea, y en especial para Grecia, que esperaba para esta semana, con cierta desesperación, un paquete de ayuda adicional del fondo, que le permitiría sacar nuevamente la nariz del agua. Es de suponer que, con el patrón detrás de las rejas, los trámites urgentes del ente salvador, sufrirán angustiosos retrasos. Curiosamente, el FMI funge hoy en Europa como solía hacerlo en América Latina, es decir sacando de aprietos a los países, a cambio de recetas, paquetes y ajustes estructurales; el tiempo dirá si la medicina que casi nos liquida por estos lares, funcionará ésta vez en el primer mundo.

Menudos costos (además de una probable condena de veinte años de prisión) que debe pagar DSK por su cachondo temperamento y un tren de vida más parecido al de una estrella de pop, que al de un estadista de renombre internacional. Y es que de verdad cuesta comprender el perfil de un millonario a bordo de un Porsche deportivo, encabezando el FMI, y como candidato de un partido socialista. En fin, cosas de la política europea, en la que se hace prácticamente imposible distinguir a los unos de los otros.

En todo caso, el affaire DSK reafirma que la gente, aquí y allá, condena enérgicamente los excesos y abusos, de parte de personas que no son capaces de controlar ni administrar los efectos de la droga más nociva del mundo: el poder.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Sí a la información, no al marketing (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-12/05/11)

El debate instalado en torno a la lección de postulantes al Órgano Judicial, no solamente es saludable, si no absolutamente necesario. El tema no solo compete a los candidatos, a los legisladores, ni a los periodistas o dueños de medios; se trata de un asunto que nos afecta a todos, y más aún a los convencidos de que el estado de derecho y la democracia misma, no son patrimonio de nadie en particular, y que la única manera de garantizar su sostenibilidad es reinventándola, las veces que sea necesario.

De lo que salga de ésta discusión, en la que se entre cruzan distintas visiones e intereses diversos, podría depender de alguna manera la calidad de nuestra democracia en el futuro (esa calidad aparentemente única e inequívoca sobre la que pontifican los dueños de la verdad). Así de serio me parece éste interesante experimento que pondrá a prueba, una vez más, nuestras verdaderas convicciones democráticas. Si lo hacemos bien y logramos ponernos mínimamente de acuerdo en las formas adecuadas, vamos a poder cosechar los frutos de una riquísima experiencia, que podría servir de base para todo nuestro sistema electoral (en el que, recuerde usted, tenemos elecciones para todo).

Si lo hacemos mal y reducimos el debate a una pulseta de poder para el copamiento de espacios o para la defensa de intereses corporativos, pues simplemente habremos perdido una gran oportunidad de ponerle nuevas reglas de juego a nuestra democracia, haciéndola más democrática.

El principio de la legislación en cuestión es por demás interesante y válido: evitar que los candidatos a jueces entren en la lógica electoralista para que el nuevo poder judicial no sea otro escenario de mercantilismo político. La Ley de Régimen Electoral, me imagino hecha a las voladas en la avalancha legislativa que la Asamblea se cargó encima, confunde propaganda con información, y aquí es donde se arma el despelote, con las justificadas susceptibilidades de quienes sospechan de una maniobra gubernamental.

Prohibir las campañas de propaganda me parece una maravilla, pero impedir que los medios difundan información, no sólo me parece mal, sino que además es imposible, sobre todo para un estado raquítico que no podría controlar ni siquiera una mínima porción de lo difundido. Prendo una velita para que prime la cordura y el sentido común, y el Tribunal Supremo Electoral consensue el reglamento con todos los actores involucrados.

Reitero, ésta experiencia pude ser muy valiosa para corregir una de las más peligrosas deformaciones de la democracia formal: el marketing político y la transformación del campo político en un ruedo financiero en el que tienen las de ganar los ricos y los poderosos. Nada puede ser más anti democrático que la práctica salvaje de las leyes del mercado en el terreno electoral. La posibilidad de poder gastar millonadas sin límites (como ocurre en EE.UU.) en una campaña política, es un principio inadmisible por sus efectos exclusivos y perversos.

Esa “libertad” pendeja y mal entendida, es la que permite a los ricachones o a los grupos de poder, comprar posibilidades electorales, torciéndole el brazo a las ideas, a la política, y a la misma historia. En el mejor de los casos, obliga a los candidatos a establecer compromisos, casi siempre al borde del dolo, con los aportantes y también explica la gravitación y la artificial “trascendencia” de empresarios que invierten su plata en política.

¿Un ejemplo? Imagine qué hubiera sido del Goni (y del país, por supuesto) si no hubiese podido invertir aquel dineral, para su forzada reelección el 2002.

jueves, 5 de mayo de 2011

Héroes y villanos (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-05/05/11)

Cuesta creer que algún individuo pueda resistir durante diez años, el acecho de la potencia militar más grande de la historia de la humanidad, y de sus multifacéticos servicios de inteligencia. Quizás por eso circulan teorías variopintas, desde las más fantasiosas hasta las más creíbles, que sostienen que Bin Laden aún vive, o que está muerto y en estado de criogenia en poder de los gringos desde hace nueve años (en espera del momento político más oportuno para ser introducido al microondas), e incluso que nunca existió, tal y como lo retrata la leyenda.

La dimensión casi mítica del personaje, nos hacía imaginarlo viviendo en recónditas cuevas, entre cabras y halcones, sujeto a las más severas inclemencias del tiempo, acompañado de un puñado de leales y feroces guerreros. Por eso fue desconcertante conocer que, lejos de las privaciones propias de la guerra, el sujeto moraba plácidamente una casita de un millón de dólares con todas las comodidades, personal de servicio y familia incluida, ¡durante el último lustro! Parece que después de muchos años de haber renunciado a los beneficios de su fortuna familiar, al final se nos aburguesó un poco el hombre.

Al final, pagó el precio de un inexplicable sedentarismo, que seguramente multiplicó a la enésima potencia las posibilidades de que fuera localizado. Y lo pagó de la manera más cara, con su ajusticiamiento. Lo del afiche en tono del viejo oeste que rezaba: se busca, vivo o muerto, recompensa, 25 millones de dólares, era poesía nomás. La única manera de capturar al espigado barbudo, era en calidad de fiambre, pues hubiera sido un poquito complicado afrontar un debido proceso, en el que habría que haber escuchado las infidencias del que fue socio y amigo de los Estados Unidos, claro, cuando no mataba estadounidenses y más bien mataba comunistas junto a los muhaidines en Afganistán.

El enemigo número uno, que era amigo cuando se trataba de matar a los otros, corrió una suerte post mortem parecida a la del Ché (¿le habrán cortado las manos también como prueba de identidad?), asesinado y desaparecido, seguramente para evitar un entierro con un cortejo de millones de personas, o para que su tumba no se convirtiera en una nueva Meca del islam.

En el otro lado de esta guerra entre fundamentalistas, los americanos mostraron otra vez la hilacha, dando rienda suelta a sus más bajas pasiones de violencia y venganza, en festejos callejeros que avergonzaron al mundo entero, y develaron nuevamente la estrecha visión y la escaza comprensión que tienen de su mundo en blanco y negro. Bueno hubiera sido que, por lo menos como gesto de respeto y ubicación, hubieran recordado en su danza de la guerra, a las miles de víctimas civiles asesinadas por su ejército (por error de cálculo, eso sí), cuando le dieron a Bush carta blanca para usar los ataque de Bin Laden, como excusa para apropiarse de Irak. ¿Usted recuerda esa mamada, no es así?

Finalmente, todavía están por verse los efectos de este golpe al también impresentable terrorismo de Al Qaeda, en el mundo árabe. Creo que se equivocan los que ven las circunstancias propicias, por las rebeliones en medio oriente. La insurrección árabe no necesariamente busca los valores democráticos occidentales. Las juventudes desempleadas e impedidas de migrar a un primer mundo en crisis, demandan mejores oportunidades, pero también asumen una posición anticolonialista, repudiando a los dictadores, impuestos y apoyados por occidente. Ojo, más allá de la distancia con los métodos de Osama, la revolución árabe oculta algunos rasgos y razones coincidentes con este villano, que para millones, será siempre un héroe.

domingo, 1 de mayo de 2011

¿Permiso para la crítica? (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-01/05/11)

Curioso es este debate artificial que se viene generando desde hace un tiempo atrás en el que la derecha desplazada, cuyos afanes restauradores son evidentes, adquiere una palestra y un protagonismo completamente desproporcionado a su presencia y a su gravitación reales en el escenario político. De pronto, son las fuerzas históricamente agotadas, que durante años fueron incapaces de comprender lo que ocurría en el país, y menos aún de plantear alternativas frescas y acordes con los procesos en curso, los que se atribuyen la potestad de partir las aguas, y señalar quienes tienen y quienes no tienen derecho a expresar argumentos críticos en relación al gobierno.

Resulta ahora que para ser crítico con el gobierno hay que dar explicaciones, pero no a los gobernantes ni a los militantes del partido de gobierno, quienes son los afectados y quienes tendrían todo el derecho de reaccionar, sino a la derecha reaccionaria cuya única visión de país consiste en regodearse con los errores y el creciente desprestigio gubernamental.

Mucho tiene que ver en esto los medios, que de alguna manera han avalado esta desproporción entre lo que políticamente representa le derecha conservadora, y su presencia mediática. Entiendo que hoy, más que nunca, pueda ser un buen negocio para los medios asumir posiciones críticas con el gobierno, pero habrá que tener cuidado con no dejarse instrumentalizar por quienes buscan una puerta de reingreso a la política en clave carroñera.

La trampa fundamental de este falso debate, siempre fue el intento de confundir premeditadamente el proceso constituyente con el gobierno. En esa visión maniqueísta, resulta imposible ser un convencido de la pertinencia y la legitimidad del proceso político de la última década (que además tiene asidero en los últimos treinta años), sin ser automáticamente un obsecuente seguidor del MAS y de Evo Morales. Quien comulga con el proceso, es un masista y, por consiguiente, debe rendir cuentas por los extravíos del gobierno. Astuto el razonamiento, pero no lo suficiente como para pisar el palito.

Queda bastante claro que después del 26 de diciembre, es muy difícil encontrar a alguien, que no sea parte del gobierno, que esté dispuesto a defender y apoyar públicamente la gestión técnica y política del partido de gobierno y del presidente. Pero eso de ninguna manera implica abandono o traición ideológica. Es probable que usted mismo, amable lector haya apoyado e incluso votado por Evo Morales, pero no por su linda cara, o porque esperaba que le dieran una peguita en el gobierno, sino porque considera que las ideas, las reivindicaciones y los valores de cambio que encarna, eran imprescindibles e impostergables. Me imagino también, que coincidimos en que eso no le quita el derecho de despotricar cuando meten la pata o cuando usted percibe que las cosas no están avanzando como usted esperaba, o más bien como deberían.

La revolución política en marcha desde hacen diez años, la cual el gobierno ha bautizado como el Proceso de Cambio, va mucho más allá del presidente, del vicepresidente, del MAS, y de toda la dirigencia política empoderada en el último lustro. Como mucha otra gente que expresa sus críticas en público o en privado, yo espero que el gobierno rectifique sus errores y que se ponga nuevamente a la altura de las circunstancias históricas. Por eso, a diferencia de los auto arrogados jueces de la crítica, cuando la embarran (lamentablemente cada vez más y cada vez más hondo), yo me amargo y monto en cólera.

Lo vengo haciendo desde hace casi un año y medio y me ratifico una vez más en la convicción de que el punto de quiebre no fue el gasolinazo, ni el recule posterior; el gobierno entró al despeñadero inmediatamente después de las elecciones de diciembre de 2009, cuando asumió que el 64% de respaldo ciudadano en la reelección para un segundo mandato, era un aval político de libre disponibilidad. Creyeron que aquel era el momento de consolidar definitivamente su hegemonía política y ajustar pernos para quedarse veinte años más en el poder. Se dice que en política el primer objetivo es el poder, y el segundo es quedarse; lo puedo comprender, pero lo que no comprendieron fue que los pernos a ajustar no debían pasar ya por la cachaña política, y sí por la gestión del día a día y por la construcción seria del país retratado en la nueva constitución política del estado.

El gasolinazo fue un error que solamente se puede cometer bajo los influjos del mareo de poder, es cierto; pero insisto, no fue la causa de la debacle. Fue la explosión acumulada de un largo año de desaciertos, de progresiva desvinculación con la sociedad (organizada y no organizada), del extravío ideológico, de las pugnas y purgas internas, de la desprolijidad en el manejo político, y del incumplimiento de deberes básicos en la gestión.

Esa es mi crítica, y la hago con respeto y con renovado optimismo en el futuro del proceso (que nos pertenece a todos), sin necesidad de tener que pedirle permiso a una derecha retrógrada, cuyo único aporte es el gesto ladino de alegrarse por los errores ajenos, y tratar de hacer política con ellos.