jueves, 29 de julio de 2010

El fútbol en manos de políticos (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-29/07/08)

La crisis del fútbol boliviano nos duele y nos indigna a todos; no sólo a los amantes y los fanáticos del deporte en cuestión, pero a todo al que alguna vez ha vibrado o ha llorado con los triunfos y derrotas de nuestro seleccionado nacional; es decir a todos, sin excepción. Nadie, por mucho que se repita el típico comentario resignado y pesimista de “estos nuestros pataduras”, o “me enferma ver el fútbol nacional porque parece fútbol en cámara lenta”, nadie puede quedar indiferente ante la situación catastrófica que estamos atravesando, y el manoseo infame de los dirigentes, que han perdido la poca vergüenza que les quedaba.

Los resultados de los últimos años (muchos años) son elocuentes, y llaman al llanto y a la rebeldía. Tanto a nivel de clubes como de selección, nuestro record reciente francamente no puede ser peor. Nuestro fútbol ha retrocedido de manera significativa, y la verdad, no hace falta ver las estadísticas para constatar el lamentable nivel al que hemos llegado; basta con ir un al estadio y leer la prensa deportiva para tener un pantallazo de la seriedad y la profundidad de la crisis.

Las razones pueden ser, como en todo, varias y diversas, es cierto; pero estará usted de acuerdo conmigo en que la mayor responsabilidad recae en la calidad de la dirigencia. Es verdad que como el fútbol se ha convertido en un vil negocio, en casi todo el mundo una sarta de maleantes se ha apoderado de las asociaciones y de los clubes, montando estructuras bien parecidas a la mafia. Pero bueno, por lo menos esos tipos, más allá de las triquiñuelas, arman competencias de altísimo nivel que da gusto ver. Acá, la cosa es también una pequeña mafia donde los mismos se afanan todo hace muchísimo tiempo, pero además el resultado es inadmisible hasta para los hinchas más tolerantes y comprensivos.

Pero lo más alucinante en éste espectáculo surrealista que nos ofrece la dirigencia, es que hacen una especie de mea culpa, reconociendo la gran cagada que han dejado (disculpen mi francés, pero no encuentro otra manera más elegante de describirlo), para acto seguido proponerse ellos mismos como los llamados a realizar los cambios que dicen se deben llevar a cabo. Parecerá una obviedad mencionarlo, pero ¿no se ha preguntado usted porque no los llevaron a cabo antes? Resulta que acaban de darse cuenta que hace falta una reestructuración total de las instituciones ligadas al fútbol; resulta que acaban de darse cuenta y resulta también que les parece lo más natural del mundo, ser ellos mismos los protagonistas del cambio.

Esto ya parece una broma o, en el mejor de los casos, un episodio de la Dimensión Desconocida. En este país estamos acostumbrados al cinismo dirigencial (en todos los ámbitos), pero esto ya es demasiado. ¿Una reforma profunda del fútbol ejecutada por los mismos que nos llevaron a la debacle? ¿Qué es lo próximo que escucharemos en éste país de fábula?

Pero bueno, finalmente no hay mucho de qué extrañarse considerando el perfil de nuestra dirigencia futbolística. Fíjese usted con cuidado, y se dará cuenta de que la gran mayoría de los aludidos vienen de las filas de la política tradicional. Haga usted la lista, y verá que estamos frente a un rosario de ex diputados, concejales, ministros y operadores de lo más selecto de los partidos políticos en desgracia. Parece que lo único que les faltaba estropear era el fútbol, y ya lo han conseguido.

domingo, 25 de julio de 2010

La sombras de la iglesia (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-25/07/10)

Escribir contra los curas y contra la iglesia católica está de moda en todo el mundo, y el argumento en común es indiscutiblemente la pederastia. No es para menos; el abuso sexual cometido contra niños es un crimen especialmente abominable, que causa la misma reacción de repudio e indignación en cualquier persona, independientemente de su credo o posición política. La ira colectiva no se basa esta vez en rumores ni en prejuicios, sino más bien en un larguísimo etcétera de denuncias, informes policiales y confesiones, además en varios países.

Siempre se dijo, con una mezcla de picardía y aquiescencia, que el cura goza de la mejor comida, del mejor vino y las mejores mujeres del pueblo; la sabiduría popular parece haber comprendido la naturaleza humana de los clérigos, y consentido, haciendo la vista gorda, los excesos que pudieran cometer. Pero violar niños utilizando a Cristo como instrumento, es un delito tan inmenso que sobrepasa cualquier límite de tolerancia. Y si pasamos de lo hipotético, de la sospecha, al campo de las certezas y las pruebas, pues ahí estamos, más allá de la línea.

No caeré en la tentación de llenar páginas con los casos más recientes o más sonados, para apuntalar mi posición o para crear un estado de ánimo adverso hacia el sacerdocio. Ahondar en la información disponible no haría otra cosa que asquearlo, sería de mal gusto, y tampoco aportaría gran cosa a la discusión. Me limitaré simplemente a señalar que no estamos hablando, como muchos insinúan, de pocos casos aislados con mucha mala prensa; la cantidad de casos que se han destapado sólo en los últimos meses, dan cuenta de un mal de alcances masivos, y yo no veo ninguna razón para que esto no sea así.

¿Y por qué? Pues sencillamente porque creo que el celibato es algo anti natural, absurdo e imposible de cumplir a plenitud. El celibato exigido a monjas y curas no es normal ni es bueno, y ha producido monstruos (en el estricto sentido de la palabra), que desahogan su naturaleza sexual de las maneras más retorcidas. No se puede exigir normalidad en los actos de un hombre o una mujer a quien se le ha negado su sagrado derecho a la sexualidad. Ante la falta de evidencias contundentes que confirmen que la biblia o los evangelios establezcan esta condición para el sacerdocio, diluyo las responsabilidades personales, apuntando directamente a la iglesia como la institución responsable de estos actos de barbarie. Nadie me sacará de la cabeza que el celibato no es un mandato divino, pero sí un eficiente mecanismo del clero para proteger y no dividir el patrimonio de la iglesia. A los sacerdotes se les impide casarse y tener familias por motivos estrictamente financieros, y no por razones de dogma.

La protección a través de métodos poco ortodoxos de intereses y privilegios, ha marcado a la iglesia católica a lo largo de toda su historia, convirtiéndola en un poderoso actor político. No nos olvidemos que durante siglos, los papas fueron reyes al mando de sendos ejércitos en constante disputa geopolítica y económica, antes que espiritual. El poder real de la iglesia radica en su fortaleza económica y en su relación con los estados, la historia así lo demuestra.

Pese a tratarse de una constante histórica fácilmente identificable en cualquier periodo, los latinoamericanos estamos atravesando tiempos y circunstancias en las que las tensiones con la iglesia se han evidenciado de manera aguda. La iglesia no es ni nunca fue amiga de las revoluciones y de los gobiernos de izquierda; la iglesia siempre tuvo mayor afinidad con la derecha conservadora e inclusive con las dictaduras más retrógradas (nunca olvidaré el horror de haber asistido en Santiago a misa un 11 de septiembre, en el que el sermón del cura fue una apología descarada de la dictadura pinochetista, que en sus palabras “los había librado del comunismo”).

Durante la Revolución de 1952, la iglesia, afectada en sus latifundios por la Reforma Agraria, fue un acérrimo enemigo del régimen movimientista y albergó en sus conventos las conspiraciones de la Falange. Ahora igual, desplazada de su condición de religión oficial, y en la antesala de perder algunos de sus privilegios, la iglesia muestra las garras, y el mismísimo Cardenal no escatima en convertirse en defensor de oficio de terratenientes, empresarios, y sospechosos de separatismo. En Venezuela, Chávez también se encuentra en una guerrita particular con los jerarcas de la iglesia, que no han vacilado en tomar posición política, por supuesto, del lado de los ricos y los poderosos.

¿Quiere usted otra señal de última hora? La Conferencia Episcopal chilena acaba de solicitar oficialmente al estado chileno el indulto para varios condenados por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar; basándose en la proximidad de los festejos del bicentenario, la iglesia chilena quiere aprovechar la ocasión para favorecer a los represores pinochetistas. La noticia, naturalmente, ha causado estupor en todo el mundo.

Resulta obvio decir que también sobran los ejemplos de prelados notables que dan la vida por los más desfavorecidos, siendo ejemplos de vida en todas sus dimensiones; como en toda institución, en la iglesia cohabita lo bueno con lo malo. Lo único que hago con estas reflexiones es ejercer el derecho de referirme a la iglesia como lo haría con cualquier otro grupo de poder político con intereses concretos, que no comparto necesariamente. En fin, a las cosas hay que llamarlas por su nombre, aún a riesgo de escandalizar a aquellos que siguen pensando que hay cosas que no se pueden decir.

jueves, 22 de julio de 2010

Un paso más (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-22/07/10)

Fíjese usted estimado lector. Vivimos en un país tan convulsionado, que ya ni se nos mueve un pelo cuando ocurren cosas de importancia. La permanente ebullición política en que nos movemos, nos ha quitado hasta cierto punto la capacidad de asombro, y a veces hasta el interés, en los sucesos que día a día llenan nuestra sobrecargada agenda colectiva. A muchos de ustedes les habrá pasado lo que a mí, que ante la saturación, abandono cíclicamente las pantallas de televisión, en pos de algo de sanidad mental que me permita opinar con algo de racionalidad y buen juicio. No quiere decir esto que somos indiferentes, ni mucho menos; simplemente respondemos al instinto de conservación, al mecanismo de defensa interno que nos advierte que permanecer en la histeria del conflicto político hecho noticia, nos disminuye la capacidad de ver las cosas en perspectiva. Es decir, que mucha rama y mucho árbol, impiden ver el bosque.

En la carrera contra el tiempo en que se aprobaron las cinco leyes fundamentales, sobre las que pesaba un plazo perentorio, creo que la mayoría no pudimos seguir el ritmo con la atención necesaria en temas de tanta profundidad y complejidad. Me animo a decir que ni siquiera todos los asambleístas aguantaron la presión, y terminaron levantando la mano en señal de aprobación de textos y artículos que no habían terminado de entender. Pero los plazos eran implacables, así como la decisión política del gobierno de aprobar las leyes a como dé lugar, y después ir acomodando la carga en el camino. Puede parecer irresponsable esa decisión tratándose de asuntos capitales, pero en términos políticos no deja de tener sentido; alargar la discusión y la búsqueda de consensos con la infinidad de partes interesadas y afectadas, no hubiera sido garantía de nada, y hubiera prolongado indefinidamente la atmósfera de inseguridad y precariedad que hemos atravesado.

En todo caso allí ya están las cinco leyes que le dan sustento jurídico al proceso político y constituyente de los últimos años. Se hadado un paso más en éste largo camino con una premura casi temeraria, pero se lo ha hecho, y eso nos permite, sin entrar en detalles leguleyos, sacar algunas cuentas. La primera: nada fue tan extremo ni tan radical como lo pintó la oposición durante tanto tiempo. No se van a comer a nuestras guaguas, no nos van a expropiar nuestro terrenito de trescientos metros, no nos van a privar de nuestras millonarias herencias, ni van a enviarnos al gulag por disentir con el gobierno. Lejos de instaurar el comunismo, el nuevo aparato jurídico parece afianzar y garantizar la vigencia del modelo económico capitalista, con todos los pros y contras que implica para nuestro atesorado “modo de vida”.

También me da la impresión de que, más allá de las naturales trifulcas y pataleos, se ha hecho un esfuerzo razonable por negociar, ceder y consensuar con partidos, regiones, etnias, corporaciones, gremios, sindicatos, y con quién tuvo la oportunidad de meter la cuchara en el asunto. Como es obvio, nadie quedará contento al cien por ciento, pero no faltarán las oportunidades de afinar las demandas en el aterrizaje de las leyes a través de reglamentos y normas específicas.

Tampoco faltarán, como siempre, los desmemoriados que denuncien que esto ha sido un atropello a la democracia, y que el rodillo por acá y que las imposiciones por más allá. A ellos habría que recordarles dos cosas: la primera, que viendo la cosa con frialdad, el gobierno del MAS tiene nomás todo el derecho de plasmar su proyecto en la estructura y en el sistema político y legal. Guste o no guste, la enorme legitimidad del régimen, se ha confirmado una y mil veces por la vía democrática; la segunda: en el pasado inmediato, recientito nomás, gobiernos minoritarios impusieron a la fuerza leyes y decretos de alcance tan profundo como los actuales, contra la voluntad de las mayorías. Hubo rodillos, estados de sitio, imposiciones foráneas, y además robo y saqueo sistemático, y los hoy paladines de la democracia no dijeron ni pio.

Para finalizar estas líneas, toca decirle al gobierno que nada es tan definitivo como parece y que las constituciones, las leyes, los decretos, los reglamentos y las normas, pueden ser tan volátiles como la política misma; no existen candados posibles para asegurar su vigencia y la única garantía de que perduren es que funcionen bien y que por consiguiente la gente se apropies de ellas.

domingo, 18 de julio de 2010

La nueva cara de los golpes de estado (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-18/07/10)

El último golpe de estado consumado ocurrió en nuestro país hacen treinta años, un día como ayer. Aclaro lo de consumado porque desde entonces, ha habido varias intentonas golpistas, y no todas de origen precisamente militar. Vale la ocasión para echar una mirada al pasado y reflexionar acerca del futuro, intentando no caer en el típico sermón sobre el valor de la democracia, lo poco que la apreciamos y lo mucho que debemos cuidarla. La democracia, así como la dictadura y el golpismo, no es un fin en sí mismo, no es una sola, y más bien tiene una infinidad de rostros y modelos que soportan sistemas políticos muy distintos, los unos de los otros.

Bueno sería comenzar señalando que no es aconsejable hacerse la ilusión de que la época de los golpes de estado ha pasado a la historia. Lo que ha cambiado es la forma; obviamente estos no son tiempos propicios para que los militares (otrora llamados milicos o gorilas) salgan a las calles con tanques a corretear izquierdistas y tomar el poder directamente. Los cerebros y autores intelectuales, esos sí, siguen siendo los mismos. La iniciativa y la autoría intelectual sigue teniendo el mismo el mismo origen: los Estados Unidos; el único matiz que podría diferenciar un caso de otro es si la decisión se la tomó directamente desde el aparato estatal norteamericano (la Casa Blanca o el Pentágono o el Departamento de Estado), o si se gestó desde los célebres grupos de influencia y de poder de extrema derecha (halcones que pisan fuerte, independientemente de quién sea el presidente).

Eso en cuanto a la iniciativa. En lo que concierne a la autoría local de los golpes, todo sigue apuntando a “los sospechosos de siempre”, es decir las pseudo oligarquías latinoamericanas encarnadas en la derecha dura. Estas roscas de poder existen y han existido en todos los países de la región y operan de manera similar, siempre alineados con los intereses foráneos, con un pié acá y otro en Miami, y dispuestos a todo para no perder los privilegios de un sistema hecho a su medida.

Los perpetradores, es decir los que se prestan a ejecutar y llevar adelante lo que se decidió en el norte en colaboración con las élites locales, pueden ser congresos, asambleas legislativas, instituciones cívicas o gobiernos locales o cualquier institución más o menos legal, por eso es que los golpes de hoy en día, a primera vista no se ven mucho como golpes. En principio no parecen golpes, y los conglomerados mediáticos se encargan además de darles el maquillaje necesario. Pero no se equivoque, siguen siendo golpes, y protagonizados por los mismos actores.

Tanto ha mejorado la técnica golpista, y tan poco parecen golpes los golpes de hoy, que a veces incluso pasan medio desapercibidos frente a los impávidos consumidores de medios (léase ciudadanos mediatizados). Sin ir muy lejos ni muy atrás, hemos sido testigos y víctimas de dos golpes fallidos, uno en Venezuela y otro en nuestro propio país, y de otro exitoso en Honduras. Todos decididos por los que ya le dije, financiados y apadrinados por los cipayos de turno (soldados indios al servicio de la corona), y perpetrados y ejecutados por “instituciones democráticas”. En el caso de Honduras, la maquinita golpista funcionó a la perfección y no hubo poder en el mundo capaz de conseguir devolver la presidencia al mandatario depuesto. Inmediatamente después de consumado el hecho, se ejecutó un agresivo plan de legitimación del golpe a través de “elecciones democráticas” y todo el cuento que generalmente acompaña a estas maniobras. Se derrocó a un presidente incómodo que no comulgaba con los intereses del poderoso, y se puso a otro que anda pianito; pero lo “maravilloso” de toda aquella operación, fue que se llevó a cabo bajo un manto de legalidad democrática digna de Hollywood. Les digo, no ha pasado más de un año, y hoy ya nadie ni recuerda lo ocurrido en Honduras: allí no pasó nada.

Esta reflexión entonces no apunta tanto a recordar de manera automática los casi treinta años de democracia ininterrumpida, como se hace cada vez que se habla del golpe de García Meza, si no a que no olvidemos que los factores que siempre amenazaron nuestra democracia siguen vigentes e intactos. Si hemos podido mantener casi tres décadas de un proceso democrático, muchas veces imperfecto pero con gran vitalidad ciudadana, ha sido por la obstinación que tenemos los bolivianos en resolver nuestras enormes diferencias por la vía pacífica. Desde el frente externo, y desde todos los flancos del frente interno, se ha hecho lo posible y lo imposible por viciar nuestro sistema democrático con prácticas hegemónicas disfrazadas de democracia.

Los amigos circunstanciales de la democracia, esos que echan mano del golpismo cuando la democracia deja de garantizar sus intereses y privilegios, siguen siendo los mismos. Pero afortunadamente, lo que no es lo mismo y está en permanente cambio y evolución es la propia democracia. Se han dado pasos gigantes que han mejorado significativamente su representatividad, legitimidad y ampliación de espacios de participación real de la ciudadanía (su razón de existir).

Hemos visto pasar distintas caras de la democracia, cada una con sus defectos y virtudes, y cada una reflejando el pulso histórico y político del país. Desde la democracia pactada entre cuatro partidos, pasando por la democracia tutelada por el embajador americano, hasta la democracia de las calles y de las corporaciones sindicales. Hemos visto mucho y espero que sigamos viendo mucho más.

jueves, 15 de julio de 2010

Para muestra un botón (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-15/07/10)

La porquería política es como un barril sin fondo. Se puede pensar que ya se ha visto todo, y sin embargo siempre hay lugar para una nueva cochinada, una nueva maniobra artera, o un nuevo escenario de miserias. Entiéndase, claro, que no estamos hablando de la política en serio, de esa que se escribe con mayúsculas; no estamos hablando de la fuerza de las ideas, ni del peso de las convicciones, ni de la variedad de las visiones del mundo, ni de la vocación por lo colectivo. Estamos hablando del rostro más conocido de la política, el de los operadores de la nada, el de los profesionales de la pequeña maniobra, gratuita y huérfana de valores.

El último capítulo del prematuro y recientemente descompuesto panorama político del país, lo están ofreciendo la flamante gobernación y la alcaldía paceñas. Como si no tuviéramos otras cosas de que ocuparnos y preocuparnos, las dos instituciones se han enfrascado en una lucha a muerte en pos de demostrar quién debe organizar las fiestas julianas. Seguramente, ambas piensan que los ciudadanos tomaremos bandos, y quien logre imponerse, obtendrá una gran victoria que le dará jugosos réditos políticos.

Nada más lejos de la realidad. A los paceños (y también a los no paceños), nos da bronca y vergüenza que la energías y los recursos de la ciudad y el departamento se estén malgastando en una disputa tan absurda como la que nos están regalando en calidad de regalo por nuestra efemérides. Y si bien el principal sospechoso de haber originado ésta ridícula pugna es el partido de gobierno, que parece que no va a perdonarnos el hecho de haber elegido la continuidad de una gestión eficiente y tranparente, la verdad es que la Alcaldía parece haber caído en el mismo jueguito. A no equivocarse: de esta pequeña pulseta no saldrá ningún ganador.

Por suerte el lío es entre amigos, hasta hace poquito aliados políticos y compañeros de lucha en el proceso de cambio, porque si no, imagínese lo que podría suceder entre enemigos. Pero bueno, más allá de lo anecdótico de la inoportuna riña de gallos, lo que aflora detrás de ella es el potencial desmadre que se avecina de la mano del régimen autonómico.

Si esto pasa hoy, repito, entre una gobernación y una alcaldía “afines”, imagínese lo que ocurrirá en un futuro posible en el que la gobernación esté en manos de tal partido, la Asamblea Legislativa departamental esté controlada por su oposición, la Alcaldía esté en manos de un tercero, y el Concejo Municipal en manos de un cuarto. Si a eso le sumamos la maraña de leyes, estatutos y reglamentos, que seguramente se podrán leer de la manera que mejor convenga a la hora de buscar potestades, pues es fácil imaginarse el cóctel explosivo que nos espera y, por supuesto, su poder y alcance destructivo.

Las autonomías suenan muy bonito en el discurso de plaza o como bandera política multiuso, pero para que aterricen y funcionen, no solamente requieren de una ingeniería financiera y legal de alta precisión y sofisticación (que todavía no veo venir), sino de una ciudadanía sólida y una clase dirigente supremamente seria y responsable. Cuidado con que la gran apuesta autonómica se convierta de entrada en el caldo de cultivo de los peores vicios de la política, y nos muestre solamente su cara más fea. Ojalá que esta estúpida pelea entre paceños sirva por lo menos como llamado de atención a los peligros que nos acechan, si no nos tomamos las cosas en serio.

domingo, 11 de julio de 2010

Una oposición que no da la talla (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-11/07/10)

El gobierno puede dejar la embarrada las veces que quiera, y la verdad, no importa; con una oposición como la que tiene, no hay riesgo alguno; por contraste siempre tendrá las de ganar. Durante las últimas semanas, hemos sido críticos de la conducta política del gobierno a partir de su arrollador triunfo en las últimas elecciones generales, que lejos de afianzarlo en la gestión, parece haberle arrebatado la humildad y la cintura política. La seguidilla de metidas de pata, exabruptos, poses antipáticas, y más grave, errores estratégicos y de visión histórica que ha cometido el ejecutivo, nos preocupa y a veces espanta porque da cuenta de un extravío propio de la soberbia y las miserias que causa el poder por el poder. Y sin embargo, como dice Sabina, cuando vemos lo que hace la oposición, pues da la impresión de que nada de lo antes dicho ha ocurrido, y que el gobierno es de lujo.

Se estará usted preguntando de qué oposición estoy hablando, pues está claro que oposición partidaria como tal no existe. Ya he olvidado inclusive cual es la sigla del partido (¿o agrupación?) con la que fracasó la última vez el capitán Reyes Villa; se supone que, pese a la apresurada huida del líder, esa gente debería ser el referente de la oposición y debería estar capitalizando al máximo la mala hora del gobierno. Igual pasa con el partido/empresa de Doria Medina, que, por menos cuando guarda silencio y baja el perfil, le va mucho mejor que cuando hace campaña. La oposición partidaria debería estar viviendo su hora de gloria ante esta gran chance de reivindicación que tiene delante, y debería estar brillando en su escenario natural, el parlamento. Y sin embargo, al actual parlamento habría que suprimirle el “par”, para dejarlo solo en lamento. Entre los representantes oficialistas, que apenas pueden entender el contenido de las leyes que les pasan para su atropellada aprobación, y los opositores, que tiraron la toalla desde el primer día, el congreso ha perdido la condición básica de ser el epicentro de la discusión política.

Sin detenerme a teorizar acerca de los cambios de escenarios y ejes en la disputa del poder, me limitaré a decir que, si no pasa nada en los partidos y en su espacio habitual, el parlamento, pues lo lógico sería volcar la mirada hacia las regiones, y en especial a Santa Cruz. El peso específico de la Santa Cruz en la economía nacional, su rol protagónico en el proceso que condujo al régimen autonómico y la historia esa de que a partir de allí la gran política se trasladaría y se generaría desde las regiones, nos llevan a fijarnos en los liderazgos cruceños. ¿Y qué es lo que encontramos? Pues decir poco, sería ya mucho decir.

Esta semana, por ejemplo, los titulares de prensa han sido ocupados por dos prominentes líderes cruceños que hoy son la cara de Santa Cruz; uno consolidado y el otro emergente. El consolidado (me refiero a Rubén Costas, el reelecto gobernador, si es que hiciere falta la puntualización), después de haber protagonizado un civilizado y maduro acercamiento con el poder central y con el presidente, para mejorar el funcionamiento de su gobierno departamental, se ha mandado una acusación en contra del vicepresidente, que en términos de falta de oportunidad, seriedad, contundencia y respaldo, dejan chiquitas a las ya acostumbradas acusaciones que hace el presidente Morales. Si a alguien les parecían excesivas y demagógicas las acusaciones que el gobierno lanza a los cuatro vientos, pues el gobernador cruceño se ha llevado la flor en ese lamentable concurso de temeridades. En un aparente arresto verborrágico, ha acusado al señor García Linera de recibir dineros del narcotráfico, y se ha hecho acreedor a un proceso judicial por desacato que le puede costar el cargo.

El otro líder, el emergente (por lo menos así lo muestra la prensa cruceña y las millonarias campañas en las que se victimiza y se auto halaga), es el presidente de la hasta hace poco monopólica Aerosur, y también está enfrascado en una querella con el vicepresidente. El nuevo mártir y símbolo cruceño ha anunciado dos juicios contra el vice: uno por difamación (por las cosas que habría dicho sobre Aerosur y sobre su fortuna) y otro por corrupción, basado en una declaración en la que García Linera dice que ha leído veinticinco mil libros. Preste atención a la joyita: el magnate de la aviación dice que los trabajos que he ejercido el aludido, no justifican ingresos que le hubieren permitido comprar esa cantidad de libros, y que esa es prueba suficiente para iniciarle un proceso. No crea usted que le estoy tomando el pelo, esto es verídico y personalmente he visto las imágenes en la televisión.

Esa es la talla de los liderazgos de la nueva Bolivia autonómica en un momento en que todos esperan señales contundentes de certidumbre, serenidad y seriedad. Si es cierto eso de que un buen gobierno para ser tal necesita de una buena oposición, pues que les puedo, decir: estamos lucidos.

jueves, 8 de julio de 2010

Se juega como se vive (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-08/07/10)

Un deporte tan multitudinario, tan popular y tan apasionante como el fútbol, tiene que tener algo, alguna magia oculta, que explique la adhesión fanática que provoca en miles de millones de personas. El bien llamado deporte de multitudes, más allá de las razas, colores, sexos, nacionalidades, religiones, ideologías y estatus, mueve la cabeza, el corazón y el alma de la gente, como pocas lo hacen. Prueba contundente y lamentable de ello, es que se haya convertido en un negocio multimillonario que atrae a los tiburones más grandes del mundo de los negocios.

Qué maravilloso es hablar y comentar del fútbol que vemos en mundial (los que podemos darnos el lujito, claro), y darse cuenta instantes después de que la charla ha rebasado lo deportivo, y trasciende a los rasgos culturales, económicos y políticos de cada país. Se juega como se vive, es la conclusión a la que bien se puede llegar, luego de tres cafés, cinco cigarrillos dos horas de charla. Esta idea de que el fútbol de cada país es un vivo reflejo de su idiosincrasia, de sus virtudes y de sus defectos, no es invento nuestro, señalados desde el primer mundo por buscarle explicaciones exóticas a las cosas. La debacle de la selección francesa originó un sinnúmero de columnas y editoriales que sostenían que el vergonzoso equipo nacional expresaba muy bien los valores de la Francia de Sarkozy. Similar debate se dio en Italia, luego de su prematura eliminación de la copa.

En el caso de las selecciones sudamericanas, con la excepción del notable Paraguay, todas desnudaron una fragilidad psicológica que no se advierte en los equipos europeos. Nuestros equipos se derrumban ante un resultado adverso, y de allí en adelante, son incapaces de mantener la disciplina táctica. Los europeos, en cambio, tienen la capacidad de jugar exactamente igual perdiendo tres a cero, que ganando o empatando. La sangre fría de los nórdicos versus la pasión descontrolada de los latinos, se deja sentir sin dudas en la cancha.

Y Argentina, como siempre, fue la selección que más dio que hablar, a raíz de las expectativas generadas por el peso y la estridencia de su técnico. Entraron al Mundial casi por la ventana, clasificando a medias (¿recuerda el 0-6 ante Bolivia?), no han llegado a una final desde hace veinte años, pero aún así estaban convencidos de ser los favoritos. Jugaron apostando por el peso de la camiseta, como si eso tuviera hoy algún valor, hicieron gala de la soberbia de quien no aprende de sus errores, erraron en la convocatoria de sus jugadores y en el planteo táctico y de paso, despertaron la antipatía de medio mundo (las celebraciones en distintos países luego de la humillación ante Alemania, fueron crudas expresiones de ello). Pero bueno, ¿no son acaso la altanería, la arrogancia, la sobre valoración de sí mismos, la inconstancia en el trabajo, la superstición llevada a límites absurdos, y la mala actitud ante la derrota defectos típicos de la Argentina, y que ellos mismo señalan como sus principales taras?

Increíblemente, y sin haber escuchado una palabra de autocrítica, miles de argentinos siguen apoyando a Maradona, que fue un jugador genial, pero que como entrenador demostró ser todavía un aprendiz (en Brasil, a Dunga lo despidieron ignominiosamente el día que regresó).

¿Cosas del fútbol, como dicen? No creo. Más bien son cosas de cada país. Así pasó otra vez delante de los sudamericanos, otro mundial sin nada que festejar.

domingo, 4 de julio de 2010

La paradoja del conflicto indígena (Artículo Suplemento Ideas-Página Siete-04/07/10)

Confieso no ser un experto en el tema de reivindicaciones, demandas y conquistas indígenas, pero así, a primera vista, parecería que lo que las organizaciones le demandan al gobierno hoy, es muy parecido a lo que han venido pidiendo en los últimos veinte años. En esencia, las demandas y derechos reclamados son los mismos; muchas de ellas han experimentado avances importantes en los últimos cinco años, y otras tantas todavía sufren el desgastante juego de las promesas, compromisos incumplidos, expectativas, postergación y frustración.

La problemática indígena es sumamente compleja, pues atraviesa temas jurídicos, económicos, territoriales, constitucionales y culturales, con todas las derivaciones que a uno se le pueda ocurrir. La lucha de los diversos pueblos indígenas es además viejísima, y en su heroico y sacrificado proceso, ha tenido que sortear circunstancias de diversa índole. Hoy, el episodio o capítulo de esta lucha tiene que ver con la elaboración en curso de una serie de leyes (régimen electoral, autonomías, etc.) que les atingen directa e indirectamente, y que han originado nuevamente un estado de emergencia en la base organizacional.

Hasta ahí todo normal podríamos decir; la atropellada agenda legislativa es de largo alcance y está tocando intereses de todo tipo, entre ellos los indígenas. Lo que no es nada normal, por decir lo menos, es el tratamiento político que el gobierno le ha prestado al asunto. Claro, cómo va a ser normal escuchar la misma historia que hacen diez años, cuando el gobierno que hoy está al frente está liderado por el primer indígena del país, y cuando ese gobierno y ese partido, se han sustentado justamente en las organizaciones en conflicto.

El manejo político del asunto habrá sido tan malo desde un principio, que no pudo alcanzar, como naturalmente se habría esperado, una negociación seria y un consenso con la debida antelación, que pudiera evitar el inicio de una marcha. Lejos de eso, no se les ocurre mejor cosa a los operadores del gobierno, que repetir el viejo cuento descalificador, y acusar a las instituciones y a sus dirigentes, de estar pagados y responder a intereses externos, en éste caso de USAID. ¿Qué pensaron que iban a conseguir con ésta acusación?

Yo les diré lo que han conseguido, por lo menos en mí. Han conseguido desmoralizarme, y no porque me crea la historia de la infiltración norteamericana; me desalienta y me preocupa esa actitud, porque desnuda una antipática e irracional prepotencia, que creíamos haber desterrado junto con el viejo régimen. Me indispone, porque revela cierto estrabismo en la visión política del gobierno, pero además insinúa propensiones suicidas.

Supongamos sólo por un momento que la temeraria acusación del gobierno no responde al típico y burdo reflejo de descalificación automática, o de manipulación del escenario informativo. Supongamos que tal extremo sea cierto. Esto querría decir varias cosas. La primera, que las organizaciones y movimientos sociales no valen estrictamente nada, o peor aún, valen unos cuantos miles de dólares, provenientes del mejor postor de turno. Estamos reduciendo al movimiento indígena a calidad de borrego, y poniendo en duda la validez y la seriedad de todo el conjunto de demandas por las que se ha luchado históricamente.

También querría decir que los servicios de inteligencia del estado no sirven para nada. Permítanme la inferencia: pero si la embajada de los Estados Unidos ha conseguido penetrar las organizaciones sociales al grado de poder controlar sus acciones, sin que nadie se haya dado cuenta oportunamente, pues habría que pedirle al ministro de gobierno que presente inmediata renuncia, ¿no? Como usted puede ver, el cuento de la conspiración es tan creativo e inteligente como escupir hacia el cielo. Al margen de restarle la ya maltrecha credibilidad al gobierno, ésta actitud ha generado una fuerte reacción no sólo en las organizaciones indígenas, pero también en el núcleo más representativos de las Organizaciones No Gubernamentales de las cuales se ha nutrido el gobierno desde muchos años.

La suma de indicios y señales que se han ido acumulando estos últimos meses, conducen a la evidencia de una acelerada pérdida del instinto y la cintura política del gobierno, cosa que no deja de preocupar. No sé cómo decirlo delicadamente, pero convengamos en que estamos acostumbrados a las chambonadas en el campo económico, pero a cambio, siempre le reconocimos al presidente una aguda percepción política.

Si no se trata de ceguera y mareo causados por la borrachera de poder, habría que preguntarse si esto no responde a un inevitable momento de contradicción entre cierto pragmatismo económico, y el discurso pachamamístico. Quién sabe los intereses y beneficios de construir carreteras que atraviesen territorios indígenas (con todo el daño colateral que aquello implica), o perforar pozos petroleros en medio de las aldeas, esté pesando más en el momento de la verdad, que todo el rollo del vivir bien. Podría ser que detrás de la irracionalidad de estos conflictos, se oculten las agrias razones del realismo político.

jueves, 1 de julio de 2010

Los campeones…de la plata (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-01/07/10)

Cuando cada semana llega el terrible momento de decidir el tema de una columna, no solamente hay que considerar los tópicos que a uno le rondan la cabeza, o los sapos que, después de tragados, requieren ser expulsados con fuego y vehemencia. También hay que pensar en lo que el lector quisiera leer. Y en estos días, usted y yo estamos para fútbol y para nada más. Estamos con la cabeza y parte del corazón puestos en una cancha y en una pelota, por pasión futbolística (en esta magna ocasión aceptada y compartida inclusive por las féminas de la casa), y además porque los temas que copan los informativos pintan más complejos y deprimentes que de costumbre. Entre los horrorosos quilombos políticos y un partidito en la tele, con previas, mesas de debate, análisis, y reprises incluidos, me parece que no hay donde perderse., preferimos lo segundo.

Pese al señor Dunga y a su obstinado intento de privarnos del encantador jogo bonito brasilero, yo le voy como siempre a Brasil; es cierto, ya no juegan tan bonito como antes, pero aun así son unas bestias que en cuestión de segundos resuelven un partido y te dejan con la boca abierta. Si no son ellos, que sea, por supuesto, la Argentina del Pelusa, que no termina de convencer, pero que con la mística de su entrenador y el grosero talento de su delantera, podrían hacer el milagro. También seguiré hinchando por los pilas y por los charrúas, porque ante todo me siento latinoamericano, me gusta como encaramos el fútbol en ésta lado del mundo, y me valen madre los millones de euros que ruedan en la liga española y en sus clubes insignia.

Acerca de los millones, de euros o de dólares, cada año y cada Mundial decimos lo mismo: que todo es cuestión de plata, que el fútbol es un cochino negocio, y que La FIFA, con el absurdo poder que detenta, es responsable de aquello. Así como se dice que el fútbol se parece a la vida, por añadidura podríamos decir que la FIFA también se parece a lo que ocurre con los organismos internacionales, la diplomacia y los estados imperiales. Mucha cháchara sobre el fair play, sobre la igualdad de oportunidades y el espíritu democrático de la competición, y al final lo único que prima son los intereses de los poderosos, camuflados en diversas triquiñuelas. Lo que la voz del pueblo señala como la eterna “mano negra”.

El amigo Blatter (dueño y señor del multimillonario negocio), esta vez está preparando una jugarreta para evitar un problemita que se le presenta con los auspiciadores en cada Mundial: No puede cerrar los jugosos contratos de publicidad con dos años de antelación, como él quisiera, porque muchos sponsors temen la ausencia de “los grandes” como producto del proceso de las eliminatorias. ¿Qué hacer entonces? Fácil, que todos los grandes (no los grandes del fútbol, sino los que generan más plata en el negocio), vayan de cajón, sin necesidad de competir en eliminatorias. ¿Cómo hacer para que no suene tan feo? Fácil también, diremos que todos los ex campeones tienen el derecho ganado. ¿Cómo evitar que un equipucho como Uruguay, que fue dos veces campeón en 1930 y 1950, pero que no genera ni un mango, no se beneficie de éste astuto mecanismo? Ya veremos qué inventar. El último problemita: ¿Cómo hacer para que sí se beneficie España, que mueve millones pero que nunca fue campeón? Las malas lenguas dicen que eso ya se lo hizo con las llaves, que le asfaltaron el camino, por lo menos hasta las semifinales. ¿Será?