jueves, 18 de febrero de 2016

A voltear la página el lunes 22 (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-18/02/16)

Si los bolivianos que todavía creemos en la democracia no actuamos con prudencia y cordura a partir del lunes 21 de febrero, podríamos convertir la derrota de Evo Morales y del MAS en una victoria.
Por muy extraño que parezca lo que estoy diciendo, lo cierto es que el verdadero
resultado político del referéndum estará otra vez en las manos de la ciudadanía el “día después” de las elecciones, y dependerá de que no nos dejemos llevar por la histeria colectiva reinante.
Ese estado de crispación y de violencia latente se ha acentuado durante la campaña, pero en realidad nunca ha dejado de estar ahí, por la sencilla razón de que el gobierno no sabe ni quiere hacer política, si no es de esa manera.
La polarización y el enfrentamiento ha sido, es y será el mejor negocio para el gobierno, y es por tanto el terreno en el cual intentarán mantenernos a como dé lugar después del domingo, independientemente de cual fuere el resultado.
El discurso del MAS solamente puede existir y reproducirse en un ambiente de confrontación y de maniqueísmo en el que es indispensable la disputa permanente entre los buenos y los malos, la derecha y la izquierda, los nacionalistas y los vendepatrias, los gringos y los originarios, los t´aras y los k´aras y así sucesivamente.
Ese es el caldo en el que han construido su poder y en el que intentarán sobrevivir luego de las elecciones del domingo, aún a costa de hundir al país nuevamente en una peligrosísima polarización que puede llevarnos una división de alcances insospechados.
El asunto es preocupante porque, a diferencia de la polarización de los primeros años del gobierno, que tenía una expresión regional, ahora podríamos enfrentar una brecha de carácter social, agravada además por factores raciales.
Corresponde entonces prepararse para no dejarse inflamar por las provocaciones que algunos pelotudos de un lado ensayarán desde el día lunes, pidiendo la renuncia del presidente o planteando revocatorios de mandato, o por las provocaciones demenciales de los del otro lado, cuyas consecuencias ya hemos visto en la tragedia de la Alcaldía de El Alto.
El previsible reflejo primario de rematar políticamente a un presidente que cae al piso por primera vez en diez años, no hará otra cosa que victimizarlo, encendiendo las peores reacciones de mucha gente, que interpretará esto como un una afrenta inadmisible y un intento de volver al pasado.
El domingo se habrá impuesto el sentido común y se habrá recuperado parte del espíritu democrático tan vapuleado últimamente, y debemos dar vuelta la página con la madurez que siempre nos ha caracterizado como ciudadanía.
Y el lunes en lo único en que debemos coincidir todos es en que el presidente Morales debe cumplir su mandato hasta el último día, como manda la constitución y como lo ha decidido el electorado en octubre de 2014.
Le quedan al presidente y al gobierno cuatro largos años en los que tendrá que afrontar una complejísima situación económica en un contexto político nacional y regional completamente distinto.
Esta nueva situación para un presidente acostumbrado a una holgura financiera sin
precedentes en nuestra historia, lo obligará a un cambio radical en la definición de sus prioridades y en el uso de sus tiempos y energías, en un escenario en el que
afortunadamente (para él y para el resto del país), ya no tendrá que responder a la
filosofía de la campaña permanente, en función de una próxima elección.

jueves, 11 de febrero de 2016

La corrupción, esa señora cara conocida para los bolivianos (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-11/02/16)

El escándalo del uso indebido de influencias del presidente con una mega
empresa china, entre todos los tintes tragicómicos que nos ha mostrado hasta ahora,
tiene dos componentes que lo hacen mortalmente peligroso para el gobierno.
El primero es que se trata, a mi juicio, de un disparo interno. No fue el primero, pero
fue un disparo apuntado a la cabeza del presidente, y eso dice muchas cosas; el
primer tiro fue a la Achacollo con el tema del Fondo Indígena, y ya mostraba la
intención de apuntar al entorno más íntimo del Jefazo (que con todo esto está
pasando rápidamente de Jefazo, a jefe nomás).
No quiero subestimar ni el rol ni la valentía del señor Carlos Valverde, pero tengo
toda la impresión de que la historia viene desde dentro, y está dirigida a causar un
quiebre importante en el futuro del gobierno y del MAS.
Cuando la balacera empieza a producirse en casa, esa es señal de que las grietas
internas se han convertido ya en inmensos boquetes, y que hay compañeros que
están dispuestos a llevar la sangre al rio. Habrá que decir además que esto es
totalmente normal, luego de diez años de un esquema monolítico e impenetrable.
El segundo componente es especialmente letal, porque involucra por primera vez y
de manera directa a Evo Morales con un tema de corrupción del más grueso calibre.
Sea cual fuere el desenlace judicial de este escándalo, la figura absolutamente
invulnerable de Evo Morales ha pasado a la historia; eso de que los corruptos son
los que lo rodean y que él está fuera de toda sospecha, parece que llegó hasta aquí
nomás.
A riesgo de quedar como un pobre ingenuo, debo confesarle que yo mismo creía en
el fondo que el presidente no estaba en las correrías de plata, pero ahora todos los
indicios (los culebroneros y los políticos), me llevan a pensar que no hay manera de
que no esté involucrado.
Seguramente no será la última decepción que me da este gobierno, pero
probablemente sí será la más grande; y me imagino cómo será la desilusión y el
dolor para sus huestes internas, privadas del principal argumento de defensa del
jefe, y presas de la duda acerca si deben o no descolgar el poster de la pared.
Y es que el mar de dudas nos asalta a todos. Dudo que un presidente que se
caracteriza y se jacta además de saberlo y controlarlo todo, no sepa que la madre de
su hijo está metida hasta el cuello con la empresa china que maneja los contratos
más gordos del gobierno.
Dudo incluso que se trate del favor de acomodar a una ex novia en una súper pega,
pues es imposible que un hombre tan listo no haya previsto que su sola presencia en
CAMC le acarrearía con el tiempo un problemón.
Dudo que esa relación haya terminado el 2007, y la explicación de que aquella vez
de la foto le pareció cara conocida, causa mucha risa, pero también algo de pena.
Dudo que una muchachita, por muy talentosa que fuera en las artes del amor,
califique a los veintipico añitos, académicamente y profesionalmente para manejar
negocios de cientos de millones de dólares, desde la primera línea.
Dudo en la prueba de transparencia ofrecida por Quintana (le ejecución de las
boletas de garantía), porque simple y llanamente había sido mentira y resulta que los
chinos ganaron el proceso.
Y finalmente me asalta una duda horrenda: ¿Dónde se ha visto que el presidente de
un país tenga un hijo y pierda un hijo, sin que la ciudadanía se entere? ¿Dónde
carajos vivimos, en Corea del Norte? ¿Si no sabemos una cosa así, qué otras cosas
no sabremos?

jueves, 4 de febrero de 2016

La vida o la muerte para los corruptos (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-04/02/16)

La verdad sobre el Fondo Indígena en realidad nunca se sabrá
completamente, así como nunca se supo toda la verdad acerca del real destino de
los gastos reservados. Y no se sabrá porque en ambos casos estamos hablando de
la caja negra con la que se tiene que hacer funcionar la política desde el poder,
cuando las convicciones y los ideales se han ido por el caño.
La capacidad de movilización y el mantenimiento de lealtades políticas, son dos de
muchos factores que tiene que ver con el tema pero que en realidad son solamente
síntomas de una enfermedad, grave y terminal, derivada de la acumulación y la
angurria de poder.
Veamos: cuando usted sale a la calle y ve marchas y concentraciones híper masivas
(antes eran protagonizadas por los partidos políticos, ahora por los “movimientos
sociales”), con millones de gentes provenientes de todo el país, pulcramente
uniformados y munidos del más diverso material propagandístico, pues tiene que
preguntarse de dónde sale la ponchada de plata que cuesta montar ese rollo.
Le puedo decir que no sale del bolsillo de los marchantes ni de los aportes “
voluntarios” de los empleados públicos, que nunca son suficientes para alimentar a
la voraz maquinaria política.
Las pegas en el gobierno tampoco nunca son suficientes, e inevitablemente quedan
fuera miles de compañeros o hermanos a los que se debe compensar con algo,
pues de lo contrario se corre el riesgo de que se conviertan en feroces opositores,
realmente peligrosos porque conocen las miserias internas.
Cuando los procesos políticos han perdido su mística y su esencia, mantener la
maquinaria funcionando y en relativo orden, cuesta millones, y esos millones salen
de la caja negra.
Al gobierno de Evo Morales durante los cuatro primeros años no le hizo falta una
caja negra, por dos razones: la primera porque al principio la convicción de los
gobernantes y de las bases en el proceso constituyente era legítima y por tanto habí
a menos necesidades de recompensas, y la segunda porque la plata necesaria para
lubricar ciertas operaciones políticas (lealtades militares, etc.) venían de Venezuela
por cortesía del comandante Hugo Chávez.
Una vez que esos fondos extranjeros de libre disponibilidad comenzaron a disminuir
hasta desaparecer, el gobierno tuvo que, a falta de gastos reservados, activar cajas
negras nacionales, entre ellas el Fondo Indígena.
Lo que no pensaron bien seguramente por la borrachera que causa el poder es que,
a diferencia de los gastos reservados del pasado que estaban legalmente blindados
(era la caja negra perfecta), ocultar un desfalco masivo iba a ser un poquito más
complicado.
Para comprender cuanto se les complicó y canto se les complicará en el futuro el
tema del Fondo Indígena, resulta útil la publicación de la Fundación Pazos Kanki,
que indaga incisivamente sobre el tema recopilando valiosa información de fuentes
diversas, contextualizándola en lo que han denominado un Modelo “vicioso” de
Gestión Pública.
El trabajo de Diego Ayo ayuda a entender la real magnitud del problema y como las
autoridades del gobierno, comenzando por el presidente y el vicepresidente, han ido
implicándose y complicándose en el afán de minimizar, encubrir y justificar el robo
del siglo.
El texto contribuye también a entender por qué fueron las organizaciones sociales
involucradas en los robos las que propusieron la reelección del jefazo, y por qué han
reafirmado ayer que el 21 de febrero “es la vida o la muerte”. Es cierto le es para
ellos y para todo el gobierno.