jueves, 21 de julio de 2016

¿Están realmente locos los ingleses? (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-21-07/16)

El mundo ha quedado perplejo frente a la decisión de los ingleses de abandonar la Unión Europea. Las reacciones generalizadas han sido de preocupación y de algo de horror en relación a las consecuencias económicas inmediatas que el tal Brexit podría tener en la frágil y aporreada economía mundial, que a duras penas da señales de recuperación, para el regocijo de los que todavía quieren convencerse y convencernos de que la última gran crisis fue un bachecito, y que la recuperación viene viento en popa.

También ha causado espanto la posibilidad de que el ejemplo inglés pudiera cundir en otros países europeos que están para poco, y que podrían mandar todo al diablo amparados en el ejemplo de uno de los grandes, que se suponía tenía que dar un ejemplo distinto.

Mucho me temo, sin embargo, que la lectura de las causas, que de por sí ya han generado tanto miedo, no ha sido suficiente y que, detrás de las razones que se han señalado como evidentes, hay otras más graves. Las reacciones iniciales, validadas en alguna medida por los medios, apuntan a lo que parece más evidente, pero se detienen allí.

Prevalece así la idea de que los ingleses no estaban ya dispuestos a tolerar la invasión de refugiados, y que aquello habría despertado y avivado un sentimiento de xenofobia, justificado además por el costo económico que aquello implicaba.

El miedo a la situación económica se habría acentuado así; la mayoría de los ingleses habrían pensado que, además de haber tenido que mantener la economía de otros países relajados e irresponsables, ahora tendrían que someterse a las cuotas de inmigración y al impacto de esa suerte de invasión en la economía local, y que eso era ya inadmisible.

El rebrote de un nacionalismo retrógrado que acompañaría a este chauvinismo anti-inmigrante, serían las causas exclusivas que llevaron a las clases populares inglesas a mostrar la hilacha de su retraso político y su ignorancia cultural.

Seguramente que estas razones pesaron en la decisión, pero no creo que solamente hayan sido éstas, así como no creo que la mayoría de los ingleses hayan sido motivados por la xenofobia o por sus impulsos tribales.

Y tengo la impresión de que detrás de estas causas se esconden otras, menos evidentes y menos convenientes. El hecho de que en Europa nadie tenga la menor idea de cómo funcionan las instituciones de la Unión Europea, y la certeza de que la gente que manda y ordena allí no los representa porque no han sido elegidos por nadie, podría ser una de las otras razones, de las que no se habla mucho.

La sospecha generalizada y creciente de que los únicos dueños de la pelota en la grande y variada Europa comunitaria, son los alemanes, o más bien dicho los bancos y los capitales alemanes, podría ser otra razón.

Y claro, la constatación de que el manejo de la Unión por los dueños del billete se ha traducido en la práctica en la imposición de políticas neoliberales de ajuste, podría también explicar en parte la decisión del abandono inglés. No debe pasar desapercibido en ese contexto, el hecho de que la popularidad de la UE va en franco declive en la última década, sobre todo en las clases populares, las que justamente han sido las paganinis.

Detrás de la demagogia electoral criolla de los políticos ingleses, creo que se esconde en la decisión de la gente, un rechazo mucho más de fondo al sistema económico imperante y a su correlato en el modelo de representación política.

Si algo de esto fuera cierto, el Brexit, más que una reacción de coyuntura, es una seria expresión de los límites de la globalización del capitalismo financiero.

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