jueves, 23 de abril de 2015

Paradojas del poder (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-23/04/15)

Una de las grandes fortalezas del MAS en sus primeros años de gobierno fue la relativa baja intensidad de sus pugnas internas. La responsabilidad de aprender y adaptarse al manejo del poder, la frescura ética con la que llegaron al gobierno y el aura histórica y casi sagrada que envolvía todo en sus principios, contribuyeron probablemente a mantener un clima de considerable armonía en las flamantes filas revolucionarias. Obviamente el fuerte liderazgo del presidente, la legitimidad sin precedentes y la contundencia del mandato que el país les había conferido en aquel momento, fueron también razones de peso para el mantenimiento de una fuerte cohesión interna, que sirvió para afrontar los retos y amenazas más duros de los cuatro primeros años. En la confrontación con adversarios claramente identificados (embajada, medios de comunicación y oposiciones cívicas regionales), las funciones internas parecían bastante bien establecidas, y prueba de ello era que funcionaban a la perfección en asuntos de alta sensibilidad política. A partir del segundo mandato las cosas seguramente comenzaron a cambiar en los círculos de poder alrededor del presidente; pero otra característica del gobierno, virtuosa en este caso, fue la impermeabilidad y el alto grado de discreción pública con que se manejaban los trapitos internos. Para los analistas y periodistas, acostumbrados a enterarnos de las cosas incluso antes que los involucrados, esta rasgo era tremendamente frustrante; nadie sabía con exactitud cuáles eran los teje manejes íntimos del poder, ni dónde se producían las fricciones propias de un régimen tan poderoso. Las cosas han cambiado últimamente en ese terreno, como han cambiado en muchas otras cosas para el gobierno. Ahora, como ocurría con el viejo régimen, la vida y miseria de los poderosos ya es tema de copucha periodística y especulación política. El aparato hermético e infranqueable del poder ha comenzado a mostrar grietas por las que sangran las heridas auto infligidas de una matanza interna. Ahora nos enteramos a diario de lo que ocurre dentro, porque algunos han comenzado a salir tirando la puerta, pero sobre todo porque la sacada de mugre entre masistas está demostrando ser igual de cruel e inescrupulosa que lo que fue con los enemigos. ¿O usted cree que, por ejemplo el destape del Fondo Indígena fue obra de la oposición o de alguna investigación periodística? A diferencia de lo que ocurría en los partidos históricos, en los que las pugnas internas respondían a tendencias ideológicas, a fuertes liderazgos intelectuales, a fuerzas regionales o a disputas generacionales, en el MAS la revolcada entre correligionarios es más mundana y responde al jaloneo por espacios de poder y por la confianza del jefe. El tema da mucha tela para cortar, pero la primera constatación no deja de ser curiosa: así como ocurre afuera, en el ámbito político nacional, en el que nadie acumula el poder que pierde el gobierno, adentro ocurre lo mismo. El poder que están perdiendo los capos caídos en desgracia, no lo están acumulando otros. Tres figuras que concentraban la gran parte del poder están hoy de capa caída, purgando sus errores y sus pecados; el vice, el canciller y el senador Carlos Romero. El inmenso poder que han perdido no está siendo acumulado por fuerzas o figuras alternas, y se está híper concentrando en el presidente. Ese poder en disputa, en apariencia disponible y sin nuevo dueño, no hará otra cosa que atizar aún más la hoguera interna, haciéndole sentir el presidente la inmensa y paradójica soledad del poder.

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