jueves, 23 de octubre de 2014

Una tablita de precios como oráculo político (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-23/10/14)

El 12 de octubre la realidad nos permitió constatar una vez más que no son las encuestas ni los escrutinios los que nos dirán quién será o quién seguirá siendo presidente de nuestro país. El trámite electoral fue en verdad medio inútil porque los resultados estuvieron siempre cantados, y para darse cuenta de ello no había que ser experto en encuestas ni en marketing electoral; simplemente había que mirar alrededor con atención, quitándose de encima los viejos preconceptos que llevaron las cosas al estado de situación actual. Mi modesto consejo: para saber quién será el presidente, usted tiene que leer el periódico, pero no la sección política ni la sección editorial; usted obtendrá la respuesta revisando la sección económica, dentro de esa sección la parte internacional, y para ser más específico, la parte que informa acerca de las cotizaciones de los precios internacionales de las materias primas. Lo único que estaba en juego en esta elección era el asunto de los dos tercios. Al MAS le fue en términos generales tremendamente bien en todo el país, considerando que están en el árbol desde hace nueve años y los números parecen decir que han sido nueve semanas en vez de años; prácticamente no han sufrido desgaste en el tiempo y eso es impresionante. Pero por muy bien que les fue, les faltó un poquitito para los dos tercios; creo en realidad que tenían previsto este pequeño inconveniente, y por eso designaron al actual Tribunal Supremo Electoral, que se ha ocupado de darles el necesario empujoncito final hacia la tan preciada cifra. Podemos suponer también que si aquello no funcionaba la solución tampoco sería complicada: sacar la billetera y comprar los asambleístas de oposición necesarios. Este pequeño gran fraude le permite al gobierno reformar todo lo que tenga que reformar, cómo le dé la regalada gana, para abrir las puertas de la reelección indefinida del presidente, siempre y cuando la sección internacional del periódico no les diga lo contrario, porque convengamos, ellos también saben que su permanencia en el poder está ligada a lo que canten los numeritos de esa tablita. Si los precios del gas, de los minerales y de la soya (80% de nuestra economía) se mantienen más o menos en los niveles actuales, nuestro astuto presidente será reelegido las veces que quiera. Si los precios no caen en cien años, será presidente por cien años. ¿Y qué dicen estos precios hoy? Pues bueno, la tendencia a la baja de los minerales ya lleva más de un semestre, y en el caso del gas las noticias tampoco son del todo buenas; los entendidos dicen que será muy difícil que los precios recuperen los niveles alcanzados en las mejores épocas, y que, por el momento todo indica que la tendencia seguirá a la baja. En todo caso siempre se debe estar atentos a la agenda internacional, en todos los temas sensibles para el precio del petróleo y del gas. Con este pronóstico del tiempo algo sombrío, las cosas se pueden comenzar a complicar para el gobierno en el transcurso de los próximos cinco años; nada será inmediato; nada será inmediato; incluso si los precios se derrumban de la noche a la mañana, nuestra economía puede resistir y conservar las apariencias por un par de años. Pero una baja sostenida de precios causará de todas maneras un frenazo en el crecimiento económico (que fue más jauja que desarrollo), y le cambiará completamente el menú del día al presidente. Una economía en enfriamiento lo obligará a hacer gestión y a enfrentar a todas las bestias que él mismo alimentó durante una década. La cosa ya no funcionará en automático con él subido en al avión haciendo campaña y dando órdenes. Tendrá que hacer la parte aburrida que hasta ahora no tuvo necesidad de hacer, es decir gobernar.

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