jueves, 28 de agosto de 2014

El Día de la Dieta (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Pàgina Siete-28/08/14)

Dentro de diez días usted recibirá su dosis anual de buena conciencia ambiental. Un certificado de buena conducta ecológica aprobado por toda la sociedad y con duración de 365 días, a cambio de guardar los dos autos un domingo, calzar las zapatillas deportivas y salir de paseo. Buen negocio, ¿verdad? Así funciona el Día del Peatón, y claro, por eso es tan apreciado y valorado, sobre todo por los que se hacen pipí en los asuntos ambientales. Para entender mejor este milagro, le propongo imaginar que usted tiene problemas de sobrepeso y obesidad, y aparece ésta campaña que dice que para combatir su problema, usted debe comer solo ensaladita el primer domingo de cada mes de septiembre. Usted que es inteligente, duda acerca del alcance y la eficacia de la propuesta, pero luego aparece su médico, ¡y le dice que lo que ha hecho está muy bien y que va por buen camino! Eso por supuesto lo tranquiliza y lo hace sentir muy bien, liberándolo de todo remordimiento por lo que comerá después del “Día de la Dieta”. El problema es que usted sabe -porque lo corrobora en el espejo todos los días- que un día de dieta es una broma de mal gusto para un cuerpo que tiene diez kilos de sobrepeso acumulados durante muchos años. Usted sabe en el fondo que para bajar de peso seriamente y evitar los riesgos de muerte que implican esos diez kilos de sobrepeso, debe hacer una dieta equilibrada de manera sostenida, pues sino volverá subir los kilos perdidos. Tendrá que hacer al revés, es decir 364 días de cuidado, y un día de jauja al año. Usted sabe en el fondo que para que la cosa funcione en serio, tendrá que cambiar sus hábitos alimenticios, y sabe que eso le costará horrores; sabe que ni siquiera eso será suficiente, y que además tendrá que cambiar su ritmo de vida, evitando excesos de alcohol, haciendo ejercicios de sistemáticamente y además dejando de fumar. En síntesis, para no morirse prematuramente, tendrá que cambiar, ni más ni menos que su modo vivir. Más complicado, ¿no? Aunque le suene antipático, le diré que lo mismo ocurre con el medio ambiente; usted sabe que un día al año sin autos no ayuda ni resuelve estrictamente nada, e intuye también que para que no mandemos el mundo al carajo en poquito tiempo, los cambios deben ser en serio. Usted intuye, o sabe, o por último debería saber que un día del peatón o una noche de San Juan, o cambiar las bolsas de plástico por coquetas bolsitas de papel, no servirá de nada frente a la emergencia que afronta el planeta. Su sentido común le dice que si los 7000 mil millones de personas en el mundo consumieran como lo hace un gringo de clase media, el mundo, tal como lo conocemos, se acabaría prontito. Su sabiduría le dice que los gobiernos no harán nada para evitar la catástrofe, porque bailan nomás con la música de las mega corporaciones, que quemarían el planeta por un dólar más de utilidad. Entonces debería intuir también que para lograr un cambio real, tendría que cambiar sus hábitos de vida; vender el segundo auto, compartir transporte con el vecino, no comprar ciertas cosas producidas por conocidos criminales ambientales (aunque sea más barato y conveniente), ducharse en la mitad de tiempo y, en suma, aprender a vivir fuera del consumismo que hoy le consume la vida a usted. Pero eso significaría ser calificado como un loco enfrentado al capitalismo y a la economía de mercado, cosa que ni usted ni los políticos están dispuestos a hacer, así que mejor cortemos esta desagradable discusión, y sigamos felicitándonos por nuestra valiente militancia en el Día del Peatón.

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