jueves, 28 de noviembre de 2013

Buscando explicaciones a lo inexplicable (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-28/12/13)

Ya se ha escrito hasta el cansancio acerca de los impactos que tendrá en la economía nacional y en las empresas privadas, el pago del doble aguinaldo que el presidente sacó de la chistera en un pase de magia espectacular que dejó boquiabiertos, tanto a los beneficiados como a los perjudicados. Economistas, analistas, columnistas y especialistas de todas las especies, han derramado hasta la última gota de tinta en la predicción de los efectos perversos que ya ha comenzado a desatar la estrambótica medida. La verdad es que más allá de la descripción de las incongruencias de la decisión y de lo que va a originar, no he leído ni escuchado ninguna explicación que de algo de luces sobre la razón que hubiera motivado al gobierno a hacer algo así. Ni siquiera la oposición política ha podido tejer una explicación que tenga algo de sentido. La iniciativa es tan desacertada desde el punto de vista económico, que todos han concluido en que la única explicación posible tendría que ver con un gesto groseramente electoralista. El problema de ésta explicación es que a mi juicio es absolutamente infundada; no creo que al aguinaldazo vaya a tener efectos electorales positivos para el partido de gobierno por la sencilla razón de que la gente no es tonta. Después de la borrachera de gasto del fin de año, todos nos vamos a dar cuenta de que el gestito fue una mamada, cuando constatemos que el chaqui se va a presentar en forma de inflación, inestabilidad laboral y en una colección de medidas restrictivas en el ámbito microeconómico. Falta un montón de tiempo para las elecciones, y para entonces, el aguinaldazo será un horrible recuerdo que habrá beneficiado circunstancialmente a los pocos asalariados, pero que habrá golpeado por igual a todos, sin vuelta atrás. Tampoco me convence la teoría de que el adefesio está pensado para financiar la campaña electoral del gobierno; si esa era la intención, bastaba con que se hubiera decretado el doble aguinaldo para los empleados públicos, cosa que no habría causado tanto revuelo, ni hubiera originado tanto efecto multiplicador negativo. La falta de una explicación coherente invita también a especulaciones de todo tipo: ¿será que han hecho esto para distraer la atención y preparar otro tipo de medidas? ¿Hay pronósticos sombríos en la economía internacional que no conocemos? ¿La tiene tan complicada el gobierno en los sondeos preelectorales, como para recurrir a medidas tan extremas? Personalmente, no me compro ninguna de éstas teorías. En suma, le medida es tan irracional y descabellada, que nadie atina a darle una explicación minimamente convincente, lo que me genera una honda preocupación. Me aterra pensar que exista la posibilidad de que el presidente haya tomado una medida impulsiva basada únicamente en el instinto, y me aterra aún más la posibilidad de que lo haya hecho de manera inconsulta, obviando la opinión de su gabinete y de su equipo económico. La sola idea de que el presidente haya podido levantarse aún más temprano de lo habitual con una brillante idea, y que la haya podido imponer a contrapelo de su política macroeconómica sin preguntarle a nadie, es de terror. Eso querría decir que Su Excelencia está experimentando delirios de grandeza y de inefabilidad que le impiden ver la realidad, y peor aún, que en su entorno se ha instalado definitivamente el miedo y la obsecuencia. Dios quiera que la cosa no vaya por ahí.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Una elección en la que todos perdieron (Columna Bajo la Sombra del Olivo-Página Siete-21/11/13)

Es falso aquello de que una contienda electoral arroja siempre ganadores y perdedores. A veces todos pierden, y eso es lo que ocurrió de alguna manera en las elecciones chilenas del domingo pasado. Pese a haber ganado con un 47% de los votos y tener prácticamente asegurada su victoria en segunda vuelta, la expresidenta Bachelet y su Nueva Mayoría (el nombrecito de la coalición me trae recuerdos locales que me hacen erizar los pelos) perdieron la chance de ganar en la primera vuelta, tal como estaba cantado. Los puntos que le faltaron para convertir en realidad los optimistas pronósticos, le bajaron la caña de entrada, obligándola a enfrentar, aunque sea por puro trámite, a una coalición oficialista envalentonada con la posibilidad de un segundo round; ganar por puntos, por muy amplio que sea el margen nunca es lo mismo que un knock out. Con esos resultados, Bachelet también perdió la holgura necesaria en las mayorías de ambas cámaras para llevar adelante las reformas que se vio obligada a ofrecer en campaña ante la presión de la calle y de ciertas facciones de su coalición. Con la actual correlación de fuerzas y el sistema de mayorías (quórums calificados) que establece la constitución pinochetista, el tema de las reformas, meollo de la crisis institucional chilena, se le pone color hormiga. La señora Matthei, candidata del oficialismo, pese a haber conseguido llegar a la segunda vuelta, perdió como en la guerra; una diferencia de 22 puntos con la primera mayoría es un bochorno difícil de ocultar, más aún si ésta se ve reflejada en una horrorosa e histórica disminución de parlamentarios. Perdió y, haga lo que haga, volverá a perder el 15 de diciembre, cerrando otro capítulo para la aporreada ultra derecha, que la tiene también difícil en términos de reinvención a futuro. El tercero, Marco Enríquez-Ominami, pese a su optimismo y buena onda, también perdió; fue la gran sorpresa hace cuatro años cuando sacó el 20 por ciento y cuando no le quedaba otra que seguir subiendo, bajó a 11 puntos. Más allá del resultado, todo indica que perdió la representación de las demandas de cambio, por ahora todavía en manos de la Bachelet. La única victoria sonada a nivel internacional, es decir el apabullante ingreso a la cámara de diputados de los cuatro dirigentes estudiantiles que hicieron temblar a Piñera (la hermosa Camila Vallejos, Karol Cariola, Giorgio Jackson y Gabriel Boric), también está en juego. Dieron el paso entre la calle y el sistema, pero en las actuales circunstancias correrán el riesgo de verse atrapados en una camisa de fuerza y diluirse en el agotado establishment político; a no ser, claro, que opten por cabalgar al mismo tiempo en el parlamento y en la articulación de movimientos sociales. Es posible, y si no, pregúntenle a Evo y compañía. Perdieron, en suma, los principales candidatos, pero en el fondo el gran perdedor podría ser el sistema político y el modelo económico chilenos. Pese a la imagen internacional que pudieron sostener las últimas dos décadas, se ha confirmado este año que la gente de a pie en Chile está a punto de estallar y que seguirán los mismos pasos de otros países de la región, a no ser que se registren cambios profundos y reales en lo político, lo social y también en lo económico. El retorno de Bachelet y la promesa de realizar esos cambios en el marco institucional eran la última esperanza, hoy amenazada por el poder de veto del conservadurismo, lo que podría devolver las tensiones a la sociedad civil organizada, con resultados y pronósticos reservados.