jueves, 18 de noviembre de 2010

Antiimperialistas por fin (Columna Bajo la Sombra del Olivo-18/11/10)

Debe ser una cuestión de edad, y no creo que mi caso sea una excepción. Más bien creo que, en general, cuando los de mi generación escuchamos cualquier cosa en relación a las Fuerzas Armadas, nos ponemos incómodos y nerviosos. Eso es normal, y no implica ningún tipo de animadversión personal en contra del ejército; como digo es una cuestión generacional, que trasciende lo político y lo personal. Pese a que han transcurrido prácticamente treinta años en los que las Fuerzas Armadas han acompañado la construcción de las democracias bolivianas, a mí todavía se me hace difícil desprenderme completamente de su imagen histórica, ligada a las dictaduras y a la contrarrevolución.

Pese a mis traumas de juventud, he decido escribir sobre los milicos (así les llamábamos, provocativamente) porque el domingo pasado, el alto mando militar se declaró antiimperialista, socialista y comunitario. La declaración fue fuerte y da para un debate interesante que comienza ya a darse en los espacios de opinión de los periódicos. Probablemente a la mayoría les haya impactado principalmente lo de socialistas y comunitarios, pero yo quisiera detenerme en lo de antiimperialistas, pues, desde una perspectiva histórica contemporánea, esta posición no puede dejar de llamarnos la atención.

El último ciclo de dictaduras y gobiernos militares se inicia con Barrientos, que, desde las propias filas del movimientismo, derroca al partido que trece años antes había vencido al ejército en la Revolución de abril. Pero en rigor de verdad, no fue aquel general, ni las Fuerzas Armadas las que marcaron el fin del régimen revolucionario. La suerte del MNR estaba ya echada a partir del asesinato de Kennedy y del cambio de escenario político en Washington. Barrientos era la ficha de la embajada americana en el momento en que los americanos decidieron que era hora de poner gobiernos militares en la región, para frenar la amenaza comunista. Eran tiempos de guerra fría, los gringos no estaban dispuestos a ceder su patio trasero y necesitaban entonces de gobiernos dispuestos a realizar la dura tarea de matar comunistas. Ocurrió esto en Bolivia y en casi toda la región.

Cuando la guerra fría decaía en intensidad, el Departamento de Estado dio luz verde a las corrientes democráticas, y a partir de allí, nuestras Fuerzas Armadas resignaron y compensaron su participación en política, recibiendo importantes apoyos presupuestarios del estado boliviano, y una sugerente colaboración logística de la embajada americana, que en la práctica se tradujo en una infiltración pura y dura. En todo caso, en uno y otro escenario, las FF.AA. respondían siempre a los designios norteamericanos; el hecho de que hoy ya no dependan de los EE.UU., y además se declaren antiimperialistas, es algo nuevo e interesante. Habrá que ver si ahora no responden a otra embajada o a otros intereses externos, pero sí queda claro que no obedecen ya al imperio.

De una u otra manera, los militares nunca han dejado de ser un factor de poder, que hoy se encuentra alineado casi naturalmente con el masismo, con el que probablemente comparte una visión nacionalista, valor muy arraigado en la institución. Ese alineamiento se expresó de manera fehaciente en la intentona golpista del 2008, en la que la firme posición de las FF.AA., fueron determinantes. “Los fierros”, a no dudarlo, fueron, son y serán decisivos en la disputa por el poder.

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